Soy Suya Señor Karl.
rl
umía con la mirada y las humillaba, quemándolas con el humo de mi cigarro. Les fascinaba ese trato; a muchas, incluso, les excita el dolor. Pero por alguna razón, yo nunca ha
La lujuria y el deseo se entremezclaban, pero no de esa forma cruda y fría que siempre había conocido, sino de una manera casi cálida. Fue extraño, incluso perturbador. No quería simplemente hacerla sufrir, no con ella. A mi mente se le cruzó la idea de azotarla, y quem
i propia ira. ¿Qué me estaba ocurriendo? Ella no era como las demás, eso lo tenía claro. Cuando Tania, otra de mis conquistas, danzaba frente a mí, lo único que quería era verla quebrarse, o
con una mezcla de nostalgia y orgullo. Era dueño de un imperio, rodeado de todo tipo de reses, toros, cabras, búfalos... animales que alimentaban mi fortuna. Los había seleccionado y criado personalmente, cada uno llevaba un número marcado en su piel, destinado al matadero o a la reproduc
o interrumpida cuando uno de
s toros a veces se comportan así. Pero cuando vi que el animal realmente estaba desbordado de furia, no pude evitar interesarme. Me subí a mi caballo y lo insté a avan
der ante él. Sabía que lo más sensato sería dispararle en la cabeza y acabar con el problema, pero ese toro era valioso. Lo había criado para obtener descendencia fuerte, para que sus terneros h
, aún impresionados, obedecieron al instante. El animal herido seguía resistiéndose, pero ahora estab
nsamiento volvió a Naira. Con ella no tenía ese control, al menos no del mismo modo. En el campo, en mi imperio de ganado, el poder era absoluto y crudo; pero con Naira, era algo que aún no entendía. Ell
lor, sino que también me resulta difícil sentir amor o atracción sexual, aunque esto no está relacionado directamente con mi enfermedad congénita. Ese pasado me marcó d
entras superviso mis tierras y mi ganado, me siento invencible, alguien a quien nada ni nadie puede doblegar. Pero con Naira, es
*
re puntual en sus atenciones, se acerc
desayun
hay algo más
para algo para Naira. Que s
mirada se cruza con la mía, y pue
unque al final sigue adelante-. ¿
ien que te aprecio por
me roe. Cleo ha estado conmigo toda mi vida, y de alguna fo
do. Quiero hacerla sufrir, que me ayude a encontrar ese dolor en el que siempre he vivido sin sentirl
vida; es la única que sabe quién fui y en quién me he convertido.
Quizás esta chica hace que pienses de otra man
e destrozaba, no solo físicamente, sino emocionalmente. Él fue un verdugo implacable que se encargó de destruir cualquier ra
í... -murmuro-. Esas emociones que me arranc
nura, colocando una
ún tienes sensibilidad. Solo hace falta tiempo para que al
do evitar recordar a una niña de mi pasado, alguien a quien llamaba "Canelilla ". Ella era la única que podía hacerm
recuerda a una amiga del pasado, incluso sus
vemente al nota
na mujer hermosa ahora, ¿no l
beza, negand
racán, junto con el último rastro de luz que queda
reforzar mi convicción de que no hay lugar para esas emocione
*
en el barco. Mijael, el hombre mas fiel y de mi
endí un puro y asentí, observ
co la sonrisa cínica de Rubén, un viejo so
rl -me dice, con esa v
o fija
Rubén. Y que controles a tus hombres; no voy
o si mi advertencia le
uparte. Ya me ocupé de
ompió la calma. Disparos. Rubén y yo nos agachamos i
e tú? -
an estúpi
camino en el instante en que una bala me alcanzó el brazo, me mantuve de pi
abeza! -gritó Mijael
to es un rasgu
se para protegerme. La balacera fue feroz, pero finalmente lo
me sostuvo mientras Cleo
ucedió. Estas s
vendas -dijo Mijael, a
con preo
es. Estaré bie
de pie, mirándome con el rostro pálido. Al
e pasó? -pregu
con frialdad-. S
mí. Mijael llegó a mi lado y empezó a desinfectar
médico, señor -
icos. Haz lo que
y aunque intentaba mantener la compostura,
qué no fue al m
instante, sentí la necesid
quí -o
se acercó l
a sacar
abrieron de
o puedo h
iquilla no sabe de eso, p
es una o
sculpo Mijael y yo no pa
n a
- Susurró
o que no admitía réplica-. Toma esa cu
respiración acelerada. Pude ver el conflicto en su rostro, la forma en que luchaba entre e