Los dioses olvidados.
ue vienen de las áridas tierras del naciente en busca de pasto verde y fresco, tempo
lagunas en busca de agua. Se pueden ver unos cientos de alayas de hermosas figuras y vistosos colores, con sus largos cuernos caprichosamente curvados; grandes y robustos terdos de largo y oscuro pelaje, de patas y cuernos cortos;, los pequeños linartes los acompañan con sus habituales saltos de más de cuatro metros, agraciadas figuras que parecen flotar con el viento, a l
favor, ha escogido en su primitivo cerebro a la presa, es un terdo que la dobla en tamaño y peso; pero parece un viejo macho enferm
ia su objetivo que no se ha percatado del peligro que se le avecina. Justo donde terminan los pasturajes y da camino a una franja de barro bla
amarillenta y la intercepta en el aire; es el enorme kugre que la ha estado acechando, caen al polvoriento suelo en un abrazo mortal, los demás xahtares rugen desafiantes aunque temen acercarse. Las enormes mandíbulas se cierran sobre un costado del felino más pequeño, sonidos de huesos quebrados y músculo
o les muestra sus formidables mandíbulas. Un ataque sería desastroso para algunos de ellos y lanzando roncos gruñidos, solo pueden observar cómo les arrebatan a la líder; no se atreven a desafiar al enorme animal, que al ver a su presa inerte levanta su cuerpo en una postura victoriosa, lanza un aterrador rugido anunciando que están en sus dominios de caza. Sin prisa ni temor lame las heridas del
, no muy le
s y manglares-, son de tez oscura como la noche, sus cuerpos casi desnudos lucen dibujos de color rojo en forma de tribales que les cubren desde el rostro hasta la cintura-tradición en ellos que demuestran los distintos valores de jerarquía en la raza -de sus orejas penden diferentes colmillos embutidos en oro -mineral abundante en sus tierras-, portan grandes escudos compuestos por resistentes fibras vegetales y revestidos con pieles de animales, largas y delgadas lanzas, arcos cortos y poderosos. Suelen untar las punt
agos manchados, los canes salvajes luchan por devorar los restos de un lumar perteneciente a los suidos, parientes lejanos del gauka doméstico, de sabrosa carne. Los manchados encontraron
e los más grandes que han advertido a los viajeros que siguen su paso i
as laderas rojas para proteger a las mujeres y la carga. Evitemos que los má
u. A este paso, pronto estaremo
os lagos, el viento les trajo el pod
comieron de él acompañado de un oloroso potaje de hogilos morados. Un aire húmedo llega desde el norte, ruidos de presas o cazadores nocturnos quebrantan el silencio
guerrero, acercándose al jefe de la partida, anciano que ha com
rtimos al amanecer-le contesta. -Observa a Nublar, a Ñagu y
sde su infancia, por los guerreros más ancianos, como la famosa batalla del gran cazador Perto con el formidable fethar amarillo -temible y descomunal lagarto que habita en los ríos y lagunas-, o el de Pirgos cuando logró dominar y amaestrar a la enor