UNA CERVEZA Y ALGO MÁS (II)
ailar, no impor
no importa si
el deseo es más real q
os alrededor del cuerpo de la joven, estampando su boca en la suya. Los escuchó reír y luego el l
ron un gritito que hizo reír a los hombres que estaban cerca. La pelirroja tomó el cariño el rostro de su amiga, vio sus ojos brillar
casa
oy f
lado del novio había un poco más de invitados, que en el de Alondra. Solo estaba Caro y unos amigos más, nadie más, la joven ahora te
o le habían regalado la casa del campo para su luna de miel, una pequeña pero acogedora. La pequeña fiesta sería afuera de esta, la suegra de Alondra ha
res en cada esquina y el centro preparado para la pista de baile, mientras que al cost
ermoso, senci
la entrelazaron, con ternura. Baptisto estaba a su lado, Donatelo al frente y a sus costados
to de las aves. Caro tomó la cámara que colgaba de su cuello, y capturó cada momento, ese había sid
la música empezó a sonar y Caro se puso de pie cuando León tom
n con amor, con ternura y respeto, la pelirroja sabía que ese tipo de amor nunca terminarí
, pero luego solo reían bailando, la gente alrededor empezó a ponerse de pie, inundando la pista, acompañando a las parejas. Caro no
elta al amor y el deseo. Caro esa noche tenía deseo y una co
fueron respondidas porque sus hermanas y madres estaban cerca, así que entre risas huyeron, quisie
ejó cuando la boca del italiano la golpeó, le fue imposible seguir
o corto de color vino que llevaba se levantó, dejando a la vista el tatuaje de su pierna, no le importó, mucho menos cuando la erección de italiano la estab
italiano sonrió lanzándose, mordiendo su boca, quitándole todo ra
lento vaivén de las caderas del italiano, no supo en que momento sus cader
se más tiempo de lo esperado, recogiendo su aroma a mil de abeja, así que term
er. Él se quejó presionando su frente a la suya, ambos con los ojos cerrados, ambos con la respiración agitada, así que la pelirroja fue rápida al saca
fierno. Sacó un preservativo de su pantalón, rompió la envoltura con los dientes sin perderse detalles de cómo la muchacha abría los labios, como sus mejilla
la por su longitud. La joven blanqueó los ojos y se aferró más a sus hombros, clavó la punta de los tacones en el trasero del hermano del novio, lo apretó más a su cuerpo mientras subía y ba
us brazos, empujando sus caderas y gimiendo alto, agradecía que la música a unos metros de ahí e
su manos clavando las uñas en su cuero cabelludo y lo atrajo a su pecho, eso, quería eso y no quería que se detuviera. Su cuerpo temblaba, y perdía fuerza, pero el hombre la sostenía con fuerza, si
rque estaba cerca, y sin previo aviso se enterró. Abrió los ojos y clavó sus uñas, él gruñó moviéndola sobre él, una, dos, tres y perdió la cuenta. La joven ech
s y no dejaban de sonreír. Ambos quemaban, eran fuego
alrededor de su cadera, atrayéndolo y arrancando un gemido de ambos. Caro se in
s, la noche a