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DOCE PARA LAS DIEZ i

Capítulo 5 EL SALVAJE

Palabras:1817    |    Actualizado en: 08/05/2024

es, pero aquel tipo enredó con fuerza su mano alrededor de su cintura y luego le propinó una nalgada que la arrancó un gemido. Cerró los ojos con fuerza y León siguió

tamente cerró sus piernas y levantó la mirada, observándose en el espejo. Tenía el cabello apuntando a varias direcciones, las mejillas sonrosas y los labios hinchados, lentamente se acomodó y vio las marcas rojas en su cuerpo, las

un beso en su hombro sin dejar de verla por el espejo, sus ojos oscuros la devo

on la suya, succionó su labio inferior, chupándolo para después enterrar su lengua en su boca, recorriendo un lugar

cto, la joven soltó una carcajada y se metió a la ducha, todo el pudor se había ido, aunque en la madrugada se había avergonzado más

jando que el agua fría recorriera sus músculos, jadeó cuando el cuerp

sus palmas, bajó por su vientre, recorriendo con sus dedos las pequeñas líneas y luego los rollitos que la hacían desearla aún más, la hizo abrir las piernas y volvió a ver el s

, cargándola y haciendo que envolviera sus piernas alrededor de su ca

or la habitacion abriendo las ventanas y sacando la ropa que se ponía, Alondra cerró con fuerza las piernas al verlo caminar sin preocuparse. Ver aquella t

ras de él, se la puso junto con las bragas para acomodarse en la cama ¡Al diablo con el trabajo! Quería vivir, a sus casi veintidós años se había

ada V que Caro siempre le decía, o mejor dicho: el caminito de la felicidad. Su boca se le hizo agua cuando lo vio cami

que soy yo? -la joven vio sus músculos tensos por su abra

apellido

adre es de acá y mi madre italiana, se casaron, tuvieron hijos aquí mismo. Aunque debo decir que todas la

elgados y tú, tienes la piel aceitunada, y aquello que grita que eres

ricia para después subir y estampar sus manos en el trasero de la joven amasándolo robándole un gemido-. Voy a follarte hasta que ambos estemos saciados del uno del otro

ho sin dejar de sonreír-. ¿Y las citas con tr

ortará como lucíamos esa noche -se inclinó pasando su nariz por su cuello

un v

a en como vocalizaba y la miraron hizo latir su corazón con desesperación, ¿pero que le suced

darse a su lado, pero no entendía porque su pecho quemaba, no quería equivocarse, y León era el tipo de hombre que se enterraba en tu pecho y de ahí

ente ocupada, lavo su ropa, hizo sus tareas y huyó hacia el trabajo. Debía enterrar cualquier sentimiento que e

pero siempre al que le tocaba cerrar el restaurante le tocaba guardar las cajas de bebidas. Jadeó viendo la hora, seguramente su amiga estaba afuera viendo p

ñó empujándolo con fuerza. Nicolás estaba ahí, llevando traje y con una sonrisa que Caro quería comer, lamer e incluso fotografiar. Gruñó molesta, porque ella siempre

rgo pero él se puso en su camino, viéndola fijament

venir aquí

cluso con baquetas se vería guapísimo. Nuevamente pasó y está vez el hijo de su jefa enredó su mano alrededor de su cintura pegándola a su pecho, se observaron y

in dejar de besarla, pasó su lengua por sus labios finitos mientras sus manos se colaba dentro de la camiseta blanca que llegaba, acarició su piel y empujó su entrepierna

era pequeños, perfectos para sus manos. Vio el rostro de la joven, apretar los ojos y abrir sus piernas para él, dispuesta a todo olvidándose por un momento que era hijo de su jefa. El mu

! ¿Sigu

Nicolás. Rápidamente Caro se bajó de la mesa y se arregló el sostener, colocá

tas ho

Nicolás y lo

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