DOCE PARA LAS DIEZ i

noche, tomaremos una

la ciudad y termin

de cerrar las piernas con desesperación, arqueándose y en más de una ocasión la vio llevarse las manos a sus pechos, tirando de los pezones endurecidos y quiso rempl

cara y con sus dedos abrió los pliegues de su sexo, viéndolos chorrear de humedad, gruñó y pasó la lengua, lamiendo y recogiendo sus jugos en su boca, Alondra gritó y soltó sus pechos tomando e

s endurecidos y apuntando hacia arriba, siseó como una serpiente apunto de morder y así lo hizo. Bajó sus manos hasta su trasero levantándola para tener mejor accesos a su coño cremoso, dio un lengüetazo y con los dientes rozó la parte sensible de su sexo. Podía s

y cuando el orgasmo estaba a punto de llegar, se llevó los dedos a la boca chupando sin dejar de verla, conectando miradas y que viera cuan loco lo p

da mi

estaba estrecha, caliente y palpitante, podía imaginar su miembro dentro de ella, podía im

sentir sus piernas temblar, se removía inquieta y su boquita se abría pidiendo más, mucho más y él obedecería sus suplicas. León metió dos dedos más y observó su rostro,

eón...

ndo sus fluidos que salían violentamente ante el movimiento de sus dedos dentro de su co

la cama, sus piernas temblaron y explotó en miles de pedacitos. Tenía los ojos cerrados y respiraba con rapidez,

mesa de noche y se lo puso, sintiendo la mirada de Alondra en cada movimiento, la vio jadear y soltar una maldición, pero ahora eso no importaba, solo le había dado una suave caricia, eso no era nada. Quer

irando de ellos, Alondra gimoteó permaneciendo con los ojos cerrados, pero disfrutando de sus toques, la observó temblar y estampó su boca en la suya, empujando con su rodilla sus piernas para q

esto que enloqueció al hombre-. Princesita, ¿Por qué te cubres? C

ul

bre tomó su miembro endurecido y lo pasó por su sexo, la joven jadeó y levantó las cadera

ella. Alondra gimió abriendo los ojos y clavando sus uñas en su espalda, parpadeó y luego se arqueó echando la cabeza hacia atrás, siseando su nombre y pidiéndole más, más rápido. León jadeó cerrando lo

ó sus dedos en su cadera saliendo de ella, para volver a entrar y esta vez con rapidez,

ue no quería perderse ningún gesto suyo, ningún sonido y mucho menos sus reclamos.

mpujando dentro suyo y creando un sonido que le encantó. Sus dedos se apretaron con más fuerza en su cadera y bajó su boca a su cuel

s uñas clavarse en su piel, jadeó ronco en su oído y sus embestidas se volvieron más rápida, enterrándose en lo profundo de su ser provocando que sus testículos golpe

embro, la boca de la muchacha se abrió y enterró sus dedos en sus hombros mientras bajaba por todo su falo, bañándose con sus fluidos. Lentamente soltó sus caderas y dejó sus manos en la cama, sosteniéndose. La

peración sobre su miembro duro, gruñó cuando empezó a moverse en forma circular y al ver que las piernas de Alondra temblaban y perdía fuerza, con una mano tomó su cadera y empezó a

as subía y bajaba, debía admitir que su parte favorita era bajar, porque así podía sentirlo más profundo, el placer que sentía era

es chocaban con el pecho duro de aquel hombre, pasaban corrientes eléctricas, estaban sensibles pero aun así quería su boca ahí para calmar el fuego que sentía.

de él y enterrando sus dedos en su cabello oscuro, mordía con fuerza sus labios en cada estocada suya, sintiendo el cosquilleo en su parte baja,

con su boca, la forma en como lamia y mordía, al principio la había avergonzado porque con su enamorado aquello ter

ez, su parte baja explotó y perdió la fuerza en todo su cuerpo, gritó y el hombre calló sus gritos con su boca, besándola salvajemente, metiendo su lengua sin

ón, que la veían fijamente y se inclinó con timidez besando sus labios, besando su boca para después bajar y morder su quijada con lentitud, descendiendo y pasando la lengua por su cuello sudoroso. ¡Carajo!

so la hizo girar, quedando boca bajo, León se colocó entre sus piern

ado contigo,