Mi dulce Amor ¡Dejate Querer!
ol
ente el antiguo palacio donde estaba el Louvre. Un año después de su llegada a esta ciudad, confiab
lar las pinturas que llenaban las paredes. Cualquier persona que la observara
le había ordenado hacer dos días antes, según él, ya había transcurrido un tiempo suficiente, y ella debía regresar con urgencia y dejar de per
e ser su problema, para convertir
que ella servía, y debía agradecerle que le había buscado un buen marido, lo mejor de la aristocrac
gar. Era, de entre todos los lugares de la capital de París, un sitio para la reflexión. Hoy debía decidir entre acatar su ultimátum, o romper defini
dría ir, aunque quizás pudiera intentarlo. Antes ni en sueños pensó jamás en estar aquí, su estilo de v
s años, supuestamente él tenía tiempo enamorado de ella sin decírselo, y sin tener ninguna intimidad, uno de
tosas, y a ella no la soportaba, la consideraba una perdedora sin ningún oficio, como su difunto padre, y cuando su madre quedo nuevamente embarazada, él de
ue al parecer preocupaba mucho a su querida esposa,
ella puso solo una condición para irse, quería estudiar arte, lo cual le causo mayo
ra tranquilamente sin discusión esta idea, y más bien la motivo a alejarse, esto le
un jugador empedernido, que las dejo sin nada, casi que en la calle, sin casa y sin recursos, a los cuales poder aferrarse económicamente. Por esa razón
aís, en cuanto subió al avión y había llegado a París, se sintió libre
llegada hace un año, ensimismada en sus propios pensamientos, no
respondiendo a sus propias dudas, preguntándose algo que rondaba por su mente. De inmediato él sintió que alguien lo obser
nto mirándola directamente y señalando la
na ligera excitación, tenía el cabello muy negro y s
la interpretemos desde el punto de vista del autor-le dijo con aires de sabidur
ebastián Myers -estiro la mano a modo de saludo y
a técnica propia, aunque estoy tratando de hacerlo... Pero espero tenga suficiente tiempo-recordó la llamada de su padrastro hablándol
joven, en verdad–ella observó inquieta la hora en su
arde ¡Hasta luego!-le dijo apresurada,
invitara a almorzar? -le pregunto dudando un poco, ya que no acostumbraba abordar
de tanta prudencia y recato, y decidió aventurarse, este hombre no se veía nad
público, no me lo tome a mal, pe
los hombr
sí misma, avergonzada en su yo interno por esta atracc
no me siento guapo-le sonrió, y esa sonrisa le pareció hipnótica,
uí cerca-se sentía atraída por él físicame
llevaba suelto y alborotado, más bien se veía muy bohemia con sus pantalones anchos y su suéter ancho también, incluso con zapatos dep
tante tímida, pero en aquel momento no se sentía ni cohib
pre, el museo era su lugar de esparcimiento y su sitio preferido para tomar una decisión, una de ellas la llevaría a no ver nunca a su madre, su única familia en
e seguía órdenes, aún no entendía que le gusto de ese miserable y co
n de lágrimas, compadeciéndose a
losa sensación interna, le cedió el paso y