EL MAL DE LOS BUENOS
ados, debía estar despierta, atenta. Acababan de nombrar
y apretarlos durante un la
udas? -se preguntó ella lueg
le dieron antes de volver a casa. Su casera le dio un ultimátum, debía cancelar esa misma semana la
e alcanzaba. Las cuentas no mentían, se encontraba en números rojos. De pie, detrás de la caja registradora del café donde laboraba, aún con el delant
rincipal abrirse gracias al tintineo de los móvilesrió, pero el gesto quedó congelado, desvaneciéndose de a poco. Er
era negro como la noche, rostro cincelado sin barba
abras que ella con mucho esfuerzo dejó salir de su boca.
dividuo uniformado que parecía un adolescente-. ¿Es usted Sofía Sullivan? -Él sa
-respondió e
a cafetería y vio a aquella mujer detrás
e nos acompañe
emblor recorrerle el cuerpo-. ¿Pasó
por una gran equivocación y debía ahora lidiar con casos que parecían tontos y carentes de e
nos, señorita S
escuchar la demanda de su jefe, entendiendo que debía salir de allí para abrir la parte
ré a ningún lado. -Los nervios y el raciocinio
mo d
porque le parecía sumamente extraño que las fuerz
ieron acuosos-. Dígame, por favor, ¿le sucedió algo a mi niño? -preguntó en un
jo para sus adentros, no estaba enterado, ni él y ta
hijo y dónde se encu
ajó la
s no se t
Se encuentra con su padre? Debe darnos la di
oficial? Vienen por mí y no me dicen qu
r favor. -Dio un paso atrás y señaló la sa
rostro por la pequeña abertura en la pared que separaba la cocina de
prestó atención
evo-. ¿Por qué debo ir con ustedes a l
cincuenta años de edad, se incli
¿Qué hiciste para que te
jefe con los ojos abiertos por la
parecía ser dueño del local. Claramente la desapoyaba
ó de nuevo-, de lo contrario nos ve
i no parpadeaba, apenas podía respirar. Estaba segura
na guardería qué pagar. Se sentía en problemas
dejó sobre la encimera, la cual bordeó. Con recelo, empezó a dar pasos hacia la salida. Ella no que
i hijo? Debo irlo a
resionar demasiado y fue di
? ¡No entiendo nada! ¡Chef, haga algo! ¡N
silencio. Cualquier cosa que di
su peor pesadilla, parecían de película. Ralentizó un poco sus pasos al ver la camioneta de l
s locales les miraban y sintió una profun
se los ruego. ¿Por qué me están llevando
, regresaba a su semblante, ya que era su trabajo ser así, duro, no manipulable,
lencio, no ponga
a sentirse más n
ebo buscarlo en menos de una hora. ¿Qu
una ligera seña de súplica a su jefe; era novato y no parecía esta
tas al departamento de policí
interrumpió e
han denuncia