DOCTOR CEO
, doctor. La miré atentamente. - No es necesario que me llames así, tengo un nombre, ¿sabes? - Lo siento,
stas, aceptó felizmente. Colocar toda la comida en la mesa de café fue una idea genial. Pedro se rió de mí un par de veces, pero a mí no me importó, cuando tengo hambre termino metiéndose mucha comida en la boca, y eso le hizo reír. El ambiente se volvió agradable cuando volvimos a hablar del hospital. Pero una y otra vez siempre tocaba el mismo tema: Salvani. No tengo idea de lo que pasó entre ellos, pero para mí era bastante obvio que ambos no se llevaban bien. Recuerdo mis primeros días en el hospital, y la primera vez que me encontré con Pedro en el pasillo, me enamoré de él enseguida, incluso sin que él supiera que yo existía. La gente del hospital se sorprendió cuando rechazó la invitación a formar parte de la junta directiva del hospital, para ocupar el lugar del doctor Alejandro, su mejor amigo. Pedro es un hombre muy reservado, no se acercaría a nadie, pero ahora está aquí, frente a mí, sentado en el suelo de mi casa, conmigo, comiendo comida chatarra. ¿Podría al menos invitarlo a salir? - ¿Cuantos años tienes? - Pregunté, decidiendo ser un poco más atrevido con mis preguntas, estoy cansado de hablar solo del trabajo y de Salvani. - ¿I? - preguntó sorprendido. Confirmé. - Sí, aquí solo estamos nosotros dos. Él sonrió, después de morder otro trozo del sándwich de carne con salsa. - ¿Cuánto parezco tener? - Bromeó. Lo miré de arriba a abajo, evaluando todo el contenido. - Treinta. - adiviné, inseguro. - Llegó lejos. -Otro bocado. Lo miré seriamente, es un hombre muy guapo, pero no parecía tener veintitantos años. - No me digas que es menos. Él se rió a carcajadas. - ¡Más, mucho más! Esta vez fui yo quien mordió el pan. -Más... ¿cuánto exactamente? Se acercó y me limpió la barbilla con la servilleta. Me sentí avergonzada y él se fue. - 42 años. Lo miré sorprendida, tenía que estar bromeando. - No puede ser. - Tiré el pan de nuevo al plato y lo miré haciendo puchero. - Sí, es mi edad. - Sonrió con orgullo. No puede ser verdad. - Eres pelirroja, ni siquiera tienes el pelo blanco, no puedes tener 43 años. - 42 años - me corrigió -, por favor no me hagas viejo. Se alejó de la mesa solo para llevar su mano al bolsillo de su pantalón, sacar su licencia de conducir y entregármela. Acepté, curiosa. Pero aún así, no puedo creer lo que veo, ¡en realidad tiene 42 años! Empecé a analizar mejor el documento, para ver si realmente