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DAMA DE COMPAÑIA

DAMA DE COMPAÑIA

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Capítulo 1 PROLOGO

Palabras:1216    |    Actualizado en: 25/02/2024

u

la mayor parte de mi vida había aprendido a estar sola,

oche, pero para mí, que soy huérfana desde que nací, jamás me había

í, representaba lo común, lo fácil, lo que y

ca, ¿quier

dí mientras aceleraba el paso y e

dad, le temía a las personas abusiv

de los que se encontraban solos, de aquellos que no tenían ni un solo doliente que nadie s

ado a casa. Nadie se preguntaría porque en el hogar de acogida, un

ocí jamás a mi madre, ni tampoco sé quién es mi padre. En el orfanato no dan esos detalles. Solo

he aprendido. Cinco jóvenes que fueron aceptadas en aquella casa, todas con

do no

ferentes hogares de acogida cuando en el orfanato no pudieron seguir manteniéndome. El Gobierno es una desgracia y a la larga, tarde o tempr

e daban de cenar una sola comida al día y en la mañana un pan sin queso ni kétchup ni tampoco mayonesa. Solo el pan, sin nada más, para acompañarlo tan solo

sido entregados a hogares de acogida y solo estaban esperando por unos padres adoptivos. La mujer se apareció en la Casa de los Williams y les pr

levó ese mismo día con ella y jamás volví a

la misma chica que tenía más de un mes atendiéndome c

ara no

ar, correr el caminar, huir del lugar en el cual se encuentra, para a

e preguntas. — no era una pregunt

hoy no estamos

co que les respondí mientras ella se dab

ntando con mis dedos tamborileando sobre la madera roída, pegajosa y mugri

omarme un café. Sin embargo, en este ba

s, otros dibujando a cada extraño que pasaba por el frente. Unos pocos tarareando canciones y rallá

o de qué hablar, siempre de hombres, de las cosas que quisieran vivir, de lo que les gustaría disfrutar. Y yo, por supuesto, no era la única que me a es

tienes

ientras agarraba el vaso de cartón con am

muy poco del frío y unos jeans que habían sido heredados de una d

de noviembre estaba que c

si lo eran. Todo se ponía difícil y escaseaba. Algunos lujos, como la ropa de frio y zapato

8 que vivían bajo la

iana mientras dejaba la toalla con la que acababa

para que es

que girara mi cabeza y obv

ndo una excusa para alejarme de l

arlo amistad, porque en verdad yo no me había acercado jamás a

cuello donde destacaron un par de tatuajes con tinta roja en forma de ramas. — ¿Se te perdió algo? — Preguntó el

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