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INOCENTES

Capítulo 3 .

Palabras:3295    |    Actualizado en: 26/09/2023

sus hermanos eran la distracción perfecta. Además, esto había permitido que su madre descansara durante todo el viaje. Joffrine había jugado con ellos, los había alimentado e incluso había cam

la realidad alterado. A ella le causaba mucha gracia escuchar a su hermano, que era tan correcto e inescrutable, hablar de ese modo. Extrañaría las horas que pasaba luchando para que Jacaerys aprendiera apenas una frase en alto Valyrio, a pesar de que ella solía tener muy poca paciencia y él se irritaba con facilidad. Extrañaría cuando Luke robaba pastelitos de limón después de la cena y los llevaba a su habitación para compartirlos juntos. Extrañaría a sus hermanos, a su madre. Dioses, extrañaría a su madre más que a nadie más en el mundo. Pero... la reina la acogería como pupila, y Joff estaba segura de que adoraría a Alicent Hightower. De alguna manera, se ganaría su corazón, como solía hacerlo con todos. Después se casaría y viviría como una princesa de verdad en la capit

l carruaje con cautela. Alguien desde afuera la ayudó a abrirla por completo. Sus dos hermanos ya estaban en el lugar cuando ella puso el pie en el último escalón. Con gracia, colocó un pie en el suelo, y Luke sostuvo su mano durante todo el proceso,

Este individuo... era todo lo contrario. Junto a él, estaba una mujer un poco más baja pero igualmente preciosa: Helaena, la única a quien pudo reconocer debido a las referencias. Joffrine se imaginó un futuro en el que ambas fueran buenas amigas, pasearan por los jardines, hablaran d

e intrigante que lo hacía aún más fascinante. Ese parche hablaba de historias, de aventuras, de un hombre que había vivido mucho más de lo que sus cortos años podrían sugerir. Su apariencia causó en ella una mezcla de emociones desconcertantes. Era como si el mismísimo dios de la belleza hubiera tallado su figura, puliendo cada rasgo hasta la perfección. Sin embargo, no era solo su fisico lo que la a

midez que nunca antes había sentido, le saludó desde detrás de su madre. El príncipe en cuestion respondió con un ligero movimiento de cabeza, un gesto que en su sencillez pareció transmitir una complicidad silenciosa. Joffrine sentía que iba a derretirse bajo su mirada. Era como si el peso de su atención la abrazara, enviando un escalofrío a lo largo de su espalda. Con timidez, pero también con una determinación oculta, le ofreció la sonrisa más coqueta, la más encantadora que había practicado durante horas en su espejo. Sus labios se curvaron en una expresión que destilaba encanto y promesas. Aemond, por su parte, no puedo evitar pensar que, en efecto, Joffrine era la mujer más hermosa que había visto jamás. Y aunque en realidad, era solo una niña, su belleza desafiaba la lógica. Pero era... exactamente lo que había oído de ella: esbelta y con una figura que apenas comenzaba a florecer hacia la mujer que sería en el futuro, tenía una cara angel

y la dulce tentación, que tonta no era, percibió inmediatamente la tensión en el ambiente. La mirada de Daemon, llena de intensidad, parecía devorarla con la mirada, y no de una manera sexual, sino como si quisiera ofrecerla en sacrificio a su dragón Caraxes sin el menor rastro de remordimiento. En cuanto a la reina, su semblante permanecía impasible, si

onreía abiertamente, Joff podía ver la mirada de admiración en sus ojos. Esta vez, la reina esbozó una sonrisa, aunque no resultó auténtica. Era una sonrisa forzada, una que parecía haber sido moldeada para la ocasión. -¿Cómo era tu nombre? -preguntó, y la mandíbula de la mas joven pareció estar a punto de desprenderse de su boca. La sensac

el aire, colocó sus manos en los hombros de su hija para hacerla retroceder un paso, interviniendo con suavidad. Luego habló: -Con su permiso, majestad, quisiera visitar a mi padre. -Por supuesto, princesa. Su visita sin duda alegrará al rey -respondió la mujer, y con esas palabras, la tensión en el ambiente pareció

ar a Daeron a dar un paseo ―anunció, su voz cargada de determinación. La mirada de su hermano se volvió tensa. -No es una buena idea, Joff. Podrás hacerlo más tarde -advirtió con cautela. Ella acarició suavemente su rostro, una táctica que solía utilizar cuando intentaba persuadirlo. -Tranquilo, Luke. Solo qu

e su hermana allí. La mente de Joff volvió a su prometido. Estaba inmerso en una conversación con quien ella asumio que era Daeron, el príncipe con el parche en el ojo. No obstante, antes de poder alcanzarlos, alguien la empujó con un movimiento claramente intencional. Era el hermano mayor de los príncipes quien la golpeó con el hombro de manera provocadora. -Joffrey-murmuró a

ervar al verdadero Daeron de cerca. Y su decepción fue inminente. No pudo evitar que el calor subiera por sus mejillas cuando el príncipe de cabello largo la miró. Era... indescriptible. Alto y majestuoso, su presencia imponía una cierta intimación. Pero lo que más la afectó, nuevamente, fue su mirada, un e

a audacia de sus palabras. -Daeron-lo reprendió Aemond en voz baja. Su hermano carraspeo. -Quiero decir, mi... -Daeron la miró intensamente antes de continuar, sus palabras volviéndose más amargas-, la puta que eligieron para mí. Joffrine se quedó atón

tela del hombro de su vestido y la arrastró varios metros. Incapaz de reaccionar, Joff se dejó llevar por él, perpleja ante su actitud estoica y fría. Ella intentó pronunciar palabras, pero una vez más, Daeron alzó una mano para silenciarla antes de que pudiera expresarse. -No

o más opción que cubrirse con sus manos, sintiendo el estallido de vergüenza y humillación en su interior. -Eres ridícula, y me das vergüenza. Una bastarda vestida con atuendos lujosos, pero bajo todo eso, niñita, eres simplemente el resultado de los actos deshonrosos de tu madre. Era un hecho, las lágrimas se acumularon en sus ojos, y finalmente se derramaron por sus mejillas. -Soy

quería volver a escuchar palabras tan hirientes en su vida. Pero, sobre todo, quería volver a casa, lejos de esas personas. Estuvo a punto de cerrar la puerta del carruaje de un golpe cuando alguien llamó su nombre. -Joffrine -era la voz del príncipe, no Daeron, sino el otro que había estado a su lado, Aemond. -Por favor, no te burles de mi. Déjame en paz imploró, su voz quebrada, sosteniendo el pedazo roto de su vestido. Un abrigo cayó sobre su espalda, envolviéndola en su calidez. Al voltear la vista sobre su hombro, Joff descubrió que el príncipe de cabello largo, el que llevaba un parche en el ojo, estaba detrás de ella, habiéndose quitad

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