Amor Sacrificado

nes nuevamente y se abalanzó sobre su espalda rodeándolo con los brazos por debajo del pecho, la inercia y la f

ás fuerte y rápido, en un abrir y cerrar de ojos se liberó, puso a Gabriel bajo el peso de su cuerpo y comenzaron a forcejear por todo el piso del salón, las armas en sus pechos y cinturas producían ruidos metálicos que se perdían detrás de las maldiciones que ambos se lanzaban. Por momentos eran co

os tras una nube de humo blanco con olor a whiske

ra de la pechera de piel como parte de su uniforme de combate, las pequeñas armas forjadas de plata brillaron en la oscuridad de la noche. Miguel, por su parte, empuño la espada que carga en la cintura, hecha de un material desconocido, tiene grabado el juramento celestial de la hermandad en uno de sus lados y en el otro,

con una 9mm., cargada y lista para disparar en la mano derecha, las armas de fuego no eran muy populares entre los arcángeles, pero igual que el mundo ha evolucionado, también lo ha hecho la guerra y sus enemigos cada vez usan armas mucho más sofisticadas. Detrás de ellos apareció Jofiel con Katana en mano,

earon el edificio en busca del origen del olor que comenzaba a picarles la nariz, unos metros más adelante, hallaron una puerta metálica entreabierta, a un lado e impidiendo que esta se cerrara por completo, estaba un viejo contenedor de basura oxidado, de ahí provenía el olor y a medida que se acercaban este se volvía más

penas si se podían distinguir los rasgos de su rostro detrás de la hinchazón por los golpes que había recibido. Pero lo peor de todo les fue revelado una vez que sacaron con exagerado cuidado el cuerpo de su hermano del contenedor. Los seis se mordieron la lengua para n

ó Gabriel golpeando su puño contra la puerta, exter

evémoslo a casa. -Agregó colocando una mano sobre la frente de su hermano s

estando furiosos,

idado y desplegaron sus alas formando un círculo alrededor de su hermano, un rayo luminoso que apenas duro un segundo fue

u hermano. Rafael se quitó la chaqueta de cuero y la pechera en la que cargaba un par de dagas que rara vez usaba, lavo sus manos y se puso a revisar las heridas en el cuerpo de su hermano. A través del ví

Gabriel notablemente desesperado. De

aún, ten

ué ha... ¡ Dios bendito de los cielos! -Exclamó cubriendo su b

rae los instrumentos de Rafael, va a necesitarlos

o un par de minutos después con un maletín negro de piel que llevaba sobre un carrito repleto de todo t

mayor parte de su vida en la tierra, mantenía en todo momento su forma humana, lo que lentamente fue deteriorando su esencia, dándole esa apariencia de hombre mayor, de baja estatura, cuerpo delgado, cabello gris y ojos cansados y castaños. Muchas veces Miguel le o

tió y se movió hacia el lado contrario de la camilla donde no entorpecería el trabajo de

mento, se colocó unos guantes de látex negros y comenzó a curar las heridas de Zadkiel comenzando por las que necesitaban puntos, y seguir después con las más pequeñas. Eso l

, Samuel golpeo la pared con el puño, Miguel maldijo en voz baja, Gabriel apretó las manos en puños y evito mirar a los demás, Uriel y Jofiel intercambiaron una mira