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El amor en la sociedad rusa de finales del siglo XX

Capítulo 9 Capitulo 9

Palabras:2050    |    Actualizado en: 19/05/2023

de francés. El chico leía volviéndose con frecuencia y tratando de arrancar de su vestido un botón a medio caer. La madre le hab

os quietas,

iniciado y sólo se ocupaba de ella en momentos de disgusto. Ahora

ada de su hermana nada le importaba, lo había preparado t

o de los personajes más importantes de San Petersburgo, una grande dame de capital. A esta circunstancia se d

la no he oído decir nunca nada malo y, por lo que a mí toc

había producido buena impresión; en su manera de vivir le había parecido d

«En consuelos, seguridades para el futuro y perdones cri

l dolor en el alma, no podía ocuparse de otra cosa. Sabía que no hablaría con Ana más que de aquello, y si por un lado le satisf

samente en el momento en que Ana llegó. No oyó, pues, el timbre, y cuando, percibiendo pasos ligeros y roce

í? –dijo, besando y a

mucho de ve

onrisa, tratando de averiguar por el rostro de

, viendo la expresión compasi

cuarto –continuó, procurando retra

Ana, besando al niño, sin dejar de mirar a Dolly y ru

de sus negros y rizados cabellos quedó prendido en

cha y de salud! –dijo D

na, dirigiéndose a la niña, que entraba corriendo. Y, tomándola en brazos, la bes

ino su edad, sus caracteres y hasta las enfermedades que h

–dijo–. Pero Vasia está

ya solas, en el salón, ante una taza de c

, mi hermano me

rases de falsa compasión,

ijo nada en a

derle ni consolarte. Es imposible. Sólo des

de su cuñada y le tomó la mano entre las suyas, pequeñas y enérgicas

. Después de lo pasado, todo es

e su rostro se suavizó. Ana besó la

hacer? Hay que pensar en lo mejor que pueda h

delo, es que no puedo dejarle; están los niños, las obligaciones, pero no p

tado todo, pero quisiera que me

rostro de Ana se pintaba un since

–y se interrumpió, rectificando–, pero Esteban Arkadievich no me contó nada. Aunque no me creas, yo imaginaba ser la única mujer que él había conocido... Así viví ocho años. No sólo no sospechaba que pudiera serme infiel, sino que lo consideraba imposible. Y, figúrate que en esta fe mía, me entero d

l rostro en él y prosigui

o engañarme arteramente, continuar siendo esposo m

lly, lo comprendo... –dij

l horror de mi situación? –siguió Dolly–

te–. Es digno también de compasión;

de arrepentimiento? – interrumpió D

aquello había de impresionar a Dolly más que nada) es que hay dos cosas que le atormentan: primero, la vergüenza que siente ante sus hijos, y después que, amándote como te ama... Sí, sí, te ama

aba ya a su cuñada y sól

situación es también te

causante de todo el daño. Pero ¿cómo perdonarle? ¿Cómo seguir siendo su mujer, después

zos ahoga

o si lo hiciera intencionadamente, la idea que

de sus hijos. Le he servido, consumiéndome en ello, y ahora a él le es más agradable una mujer joven, aunque sea

nimó de nue

eeré. Todo ha concluido, todo lo que me servía d

me, para qué trabajar? ¡Qué lástima que tengamos hijos! Es horrible, pero te aseguro que ahora, en vez de ternu

e pongas así. Te encuentras tan ofendida, ta

os permanecieron en s

resolverlo. Yo he pensado

orazón respondía francamente a cada palabra

o –e hizo un ademán señalando la frente–, la facilidad con que se entrega y con que lue

ó Dolly–. Pero ¿y yo? ¿Te olvidas

or de tu situación. Le vi sólo a él, comprendí que la familia estaba deshecha y le compadecí. P

prenda tus sufrimientos, ignoro, en cambio, el amor que puedas albergar por

Ana la interrumpió cogiéndole

í pecan contra su fidelidad, pero su mujer y su hogar son sagrados para ellos. Mujeres como esa institutriz son a sus ojos una cosa distinta, compatib

ero él la

a recordándote, cómo hablaba de ti continuamente, cuánta poesía ponía en t

ujer extraordinaria» . Tú eras para él una divinidad y sigues si

se re

creo

rías per

no puedo

onó un mome

yo me habría transformado en otra mujer, sí; pero le perdo

ón. Si se perdona, ha de ser por completo... En fin, voy a acompañarte a tu cuarto –añadió, levantándose y abraza

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