Matrimonio relámpago
Autor: Rock La porte
GéneroRomance
Matrimonio relámpago
A Rhonda se le subió el corazón a la garganta.
No podía procesar la información, y la cabeza empezó a darle vueltas. Respiró hondo y consoló a su hermano: "No te preocupes, pronto transferiré unos diez mil a tu cuenta. Ocúpate de los trámites hospitalarios de la abuela, yo buscaré la manera de reunir dinero para los gastos de la operación".
Rhonda colgó el celular, calculó todo el dinero que tenía ahorrado y se lo transfirió a su hermano de inmediato.
La abuela de Rhonda los había criado a ella y a su hermano sin ayuda de nadie. Se enfrentó a muchas dificultades a lo largo de los años, y ahora a la pobre mujer le diagnosticaron cáncer.
La muchacha quería salvar a su amada abuela a toda costa, pero no tenía idea de cómo recaudar el dinero en tan poco tiempo. Aunque intentara vender el apartamento, no encontraría comprador tan pronto, por lo que pensó en pedirles prestado a otros.
Empezó a llamar uno tras otro a sus amigos del instituto y de la universidad, pero eso no ayudó mucho. Hizo varias llamadas, pero no consiguió reunir el dinero suficiente. Algunos de sus compañeros ni siquiera se molestaron en responder a sus llamadas.
En plena desesperación, un anuncio matrimonial en Internet llamó su atención.
Los detalles parecían simples:
el hombre era un empleado de una empresa de renombre, y buscaba a una chica joven y amable con la que casarse. Estaba dispuesto a ofrecer quinientos mil dólares a su novia, y la única condición era que su pareja cuidara de su abuelo durante seis meses.
El corazón de Rhonda se estremeció al ver la cantidad de dinero, y ni siquiera se dio el tiempo de pensar si era legítimo o no, pues enseguida llenó el cuestionario. Diez minutos más tarde, marcó el número que aparecía en el anuncio.
La línea estuvo ocupada por mucho rato, y a Rhonda se le revolvió el estómago de ansiedad, porque le preocupaba que alguien más se llevara los quinientos mil dólares antes que ella.
Por fin, la llamada conectó, pero la línea estaba en silencio, nadie hablaba.
Pensando que debía de tratarse de una estafa, ella colgó.
Al ver que la chica había colgado el celular porque su nieto no dijo nada, Richard Sloan se puso ansioso, y le dio un fuerte golpe al muchacho con su bastón, ordenándole que devolviera la llamada de inmediato.
El celular de Rhonda volvió a sonar. Tras dudar un momento, contestó.
Esta vez, oyó una voz profunda al otro lado de la línea.
"Lo siento, la señal no está muy bien...".
"No importa".
"De acuerdo, empezaré hablándote de mí.
Me llamo Eliam Sloan, y tengo veintiocho años. Trabajo en una empresa de informática como programador. Gano treinta mil dólares al mes, sin contar la prima de fin de año. Tengo casa y auto. No tengo malos hábitos".
Luego de una pausa, Eliam destacó: "Mi abuelo está enfermo y necesita cuidados, así que viviré con él después de casarme. Espero que puedas ser ama de casa. Te daré todo mi sueldo. Por supuesto, tienes derecho a trabajar siempre que tengas tiempo para cuidar de él. ¿Estás dispuesta a aceptar todo esto?".
Rhonda dudó un poco. Al margen de que tendría que renunciar a su trabajo para cuidar del abuelo de aquel hombre, la oferta le parecía bastante tentadora.
Además, él no la obligaba a ser ama de casa. Sería un poco difícil equilibrar su vida y ese trabajo; sin embargo, viéndolo desde ese punto de vista, sus condiciones parecían razonables.
Entonces, tras pensarlo un momento, aceptó.
"Te daré quinientos mil dólares. ¿Tienes alguna otra petición?".
"No", respondió ella con decisión.
Sintiendo que era demasiado bueno para ser verdad, Eliam preguntó con suspicacia: "¿En serio? Quiero decir, por ejemplo, ¿quieres tu nombre en la escritura de concesión?, o...".
"No es necesario. Tu propiedad es tuya y la mía me pertenece a mí".
Eliam volvió a quedarse en silencio.
Justo cuando Rhonda pensó que la señal era débil, escuchó su voz profunda de nuevo.
"De acuerdo. Trae tu identificación y ven al registro civil mañana por la mañana. Nos encontraremos allí a las nueve". Y colgó el celular.
La muchacha no podía creer que fueran a registrar su matrimonio tan pronto. Todo sucedía demasiado deprisa y no podía hacerse a la idea.
Rhonda no tuvo ocasión de preguntarle cuándo le daría los quinientos mil dólares.
Su hermano volvió a llamar y le dijo que la operación de su abuela costaría al menos un millón, lo que la hizo sospechar que alguien quería estafar a su hermano para conseguir el dinero; pero cuando fue al hospital y vio al médico, aceptó la cruel realidad.
Su mente estaba hecha un lío y pasó la noche en vela.
A la mañana siguiente, salió. Lucía pálida, y unas ojeras rodeaban sus ojos cansados.
Llegó al registro civil a las nueve en punto.
Las vacaciones acababan de terminar, por lo que había mucha gente afuera que, cosa curiosa, también habían ido a casarse.
Rhonda se fijó en un hombre entre la multitud. Él vestía un traje azul oscuro bien planchado. El botón superior de la camisa estaba abierto, dejando al descubierto su nuez de Adán, y no llevaba más accesorios que su reloj. Su apariencia era cuidada y elegante.
El fino flequillo de su frente, que brillaba como el ámbar a la luz de la mañana, se curvaba ligeramente a cada paso, y las largas y espesas pestañas que tenía parecían ocultar sus emociones.
Rhonda miró al hombre y luego la foto en su celular. Cuando se preguntaba si aquel hombre apuesto sería su futuro esposo, este se le acercó.
Los dos se saludaron con educación y entraron juntos al edificio.
Eliam consiguió un número, y ambos buscaron sillas para sentarse y esperar.
Rhonda, tras dudar durante un largo rato, finalmente habló: "Señor Sloan, lo siento. Antes de registrar el matrimonio, ¿puedo hacerte una pequeña petición?".
Eliam asintió. "Adelante".
"Además del dinero que me prometió, ¿puedes prestarme otros quinientos mil?", preguntó cautelosa.
Eliam se giró y estudió su rostro con evidente disgusto, y recordó lo que dijo su abuelo cuando estaban revisando el perfil de esta mujer ayer.
"Esta chica estudió enfermería, y viene de una familia sencilla. Además, es muy bonita y parece encantadora. Por lo que veo, creo que es una mujer sincera".
Ahora todo parecía engañoso.
"Necesito el dinero con urgencia", se apresuró a explicar Rhonda. "Pagaré la deuda en cuanto venda mi apartamento. Si quieres, incluso puedo pagar con intereses".
"¿Por qué no lo mencionaste ayer mientras hablábamos?". Eliam se levantó de un salto y se marchó a toda prisa. Se sentía engañado.
Casi llegando a la puerta, recibió una llamada de Richard.
"¿Ya registraste tu matrimonio?".
En ese momento, Rhonda lo alcanzó. Ella subrayó que estaba realmente en apuros y que no era una mentirosa.
Al oír la emoción y la expectación en la voz de su abuelo, Eliam se comprometió al final.
La enfermedad del mayor era incurable, y solo podría vivir seis meses más. Su único deseo era verlo a él casarse y tener hijos.
Eliam colgó y examinó el rostro de Rhonda. "En primer lugar, no es una cantidad pequeña. Te prometo que haré todo lo posible para conseguirla. Segundo, cuando consigas dinero, debes devolvérmelo enseguida. Tercero, ¡no esperes que vuelva a ayudarte!".
Rhonda asintió con sinceridad. "Te devolveré el dinero en cuanto venda mi apartamento, ¡lo prometo! Y no volveré a pedirte dinero prestado, puedes confiar en mí".
Eliam giró y volvió a entrar sin decir una palabra.
Pronto les llegó el turno de cumplir con las formalidades. Él estuvo enviando mensajes todo el tiempo. Ella no tenía ni idea de lo que hacía.
Tras terminar todos los trámites y registrar su matrimonio, Eliam dijo que tenía que volver a la empresa, y le pidió a su ahora esposa que fuera a casa, empacara sus pertenencias y se mudara a su casa mañana por la noche.
Luego, el chico tomó un taxi y se marchó.
Rhonda no pudo evitar preguntarse si había ido demasiado lejos. Él le había prometido darle quinientos mil, pero ella le pidió prestados otros quinientos mil. No le sorprendía que la tratara con frialdad.
Sin embargo, ella no tuvo elección.
Mientras tanto, Eliam se bajó del taxi en el siguiente cruce y se dirigió hacia un Bentley negro aparcado a un lado de la carretera.
Llamó al mayordomo por el camino y le pidió que retirara todos los muebles y adornos valiosos de la casa de su abuelo y los sustituyera por otros de segunda mano.
También le pidió que le comprara un coche de segunda mano de cien mil dólares.
Se subió al Bentley negro y se quitó el reloj de diamantes que usaba, valorado en diez millones.
Después, volvió a inspeccionarse.
Luego de asegurarse de que no tenía objetos de lujo, excepto su traje y su celular, respiró aliviado.
Rhonda, por supuesto, no tenía ni idea de que acababa de casarse con un multimillonario.
Ella fue a una agencia inmobiliaria, puso su apartamento a la venta en Internet y se apresuró a ir a la empresa.
En cuanto entró en la compañía, vio a Cristina quejándose de ella con la recepcionista.