De pronto, parte de la ventana de vidrio se hizo añicos. Ráfagas de viento frío y lluvia entraron en la habitación y humedecieron el suelo.

Eliam trató de tapar la ventana con la cortina, sin éxito. Otras habitaciones de la posada también sufrieron diversos grados de daño y con cada minuto que pasaba, la situación empeoraba más.

Eliam tiró de Rhonda con fuerza debajo del edredón, porque era la única forma en que podían mantener el calor.

En la oscuridad, Rhonda apoyó la cabeza en el hombro de Eliam y justo cuando estaba a punto de quedarse dormida, escuchó su voz que preguntaba: "¿Tienes sueño?".

"Sí. ¿Y tú?".

La nuez de Adán de Eliam subió y bajó y dijo: "Yo también".

Rhonda sintió que la respiración del joven se había acelerado y, pensando que tenía frío, levantó más el edredón.

"No, me siento un poco caliente", dijo Eliam con voz ronca.

La habitación estaba helada y no había manera de que pudiera sentir calor, por lo que Rhonda temió que tuviera fiebre.

Tocó con preocupación la frente de Eliam y respiró aliviada al darse cuenta de que estaba bien.

Eliam volvió a meter la mano de Rhonda debajo del edredón y pidió: