“El amor es eso: cuando alguien, aún conociendo tus cicatrices, se queda para besarlas”.
Benjamín Griss.
2003
La pequeña Lilly Beth Jones, hacía malabares arriba de dos banquitos apilados, trataba de alcanzar la mesada de la cocina para poder subir en ella y de esa manera llegar a los estantes de la despensa. Su mamá había salido muy temprano, o tal vez la noche anterior, Lilly no podía estar segura, su madre solía desaparecer sin decirle nada y volver con una sonrisa y las manos repletas de regalos, pero para eso pasaban horas, a veces días.
Su madre no era como la señora Davies, siempre atenta de sus necesidades, claro que ella no podía saber cuándo Lilly estaba sola de inmediato, dado que era la vecina y tenía a sus propios hijos a quien cuidar. Cuando las agujas del reloj daban una vuelta completa y su madre no había regresado, Lilly colocaba su banquito frente a la puerta y giraba la llave, salía al pasillo oscuro y tocaba a la puerta de la soñara Davies, ella siempre abría, la hacía entrar , le daba de comer algo caliente y sabroso, y luego la hacía dormir junto a Jean, un niño de cabello casi blanco y de enormes ojos celestes, él también era amable.
Muchas veces pasaban días hasta que su madre aparecía y la buscaba en casa de la vecina; para entonces Lilly estaba feliz imaginando que era la hermana de jean, que su amorosa madre era la suya y que viviría con ellos para siempre. Entonces Cassandra Jones volvía y rompía todos sus sueños, la arrastraba hasta el departamento y luego la consolaba con muchos regalos, y promesas; sobre todo promesas, ella era experta en eso, además de una gran mentirosa.
Los días en que Cassandra estaba con Lilly, los dedicaba a lo que ella le llamaba “adiestramiento", pero que Lilly entendía como otra cosa. La señora Davies le había explicado lo que era bueno y lo que era malo, y su madre siempre le enseñaba lo malo, su adiestramiento era eso: un entrenamiento para hacer cosas malas. Lilly no entendía por qué su madre no podía ser diferente, incluso una vez le pregunto: -¿Mamá por qué no eres como la señora Davies?- , a lo que Cassandra le contesto: -Por qué tu madre no es una tonta. Si no, estaría igual que ella, llena de niños y arruinada.-
Lilly no logro comprender la respuesta, para ella la señora Davies tenía una vida perfecta, un marido que no dejaba de besarla, unos hijos que la adoraban. La señora Davies tenía lo que Lilly quería, por lo que en otra ocasión en la que su madre se ausento más de lo normal, fue a casa de la señora Davies y cuando Cassandra volvió por ella, le pidió que la dejara allí, le suplico que no regresará por ella, le dijo que quería que esa fuera su familia, le aseguro que allí la amaban.
Pero cómo siempre Cassandra rompió sus sueños, le dijo que la señora Davies solo hacía caridad con ella, que no la quería , si no que le tenía lastima. Ese día Cassandra le explicó algo que jamás olvidaría.
Escúchame bien Lilly Beth, las personas no son lo que parecen, debes aprender a juzgar sus intenciones, nadie le da a nadie algo sin pedir otra cosa a cambio. La señora Davies recibe un pago por cuidar de ti cuando yo no estoy, ella no te ama, tu eres un negocio para ella, sin ti , ella no podría alimentar a tantos niños; el pago se lo doy yo y cambio ella te da su caridad.-
Luego Cassandra se arrodilló para mirar a Lilly a los ojos y sujetándola por los pequeños hombros le dijo:
El amor no es algo que quieras en tu vida, solo va a traerte problemas y mucho dolor. Quiero que comprendas que lo que yo te enseño es lo mejor que vas a tener, yo te ayudo a enfrentar al mundo, y tú Lilly Beth vas a conquistarlo.-
Luego de eso Cassandra se llevó a Lilly, se mudaron a otra ciudad, y en los años venideros Lilly aprendería que no tenía un lugar al cual llamar hogar, que solo se tenía a sí misma y que nadie más que ella podría amarla.