Ricardo Mendoza creía tenerlo todo: un puesto envidiable como ingeniero de software, un sueldo de seis cifras y una casa hermosa con su esposa Sofía y su hija Luna.
Pero detrás de esa fachada perfecta se escondía un secreto oscuro: Sofía, su esposa, había estado vaciando sus cuentas para financiar la vida parasitaria de su hermano, Miguel, sin importarle las necesidades de su propia familia.