—Amelia, por favor…
—No Rámses, no puedo. Esto… es demasiado para mí...
—Prometiste no huir de mí.
—Y también prometimos no mentirnos… Prometiste nunca herirme.
Él se quedó sin palabras y solo me dolió más. Quería que me diese una explicación que me permitiera correr a sus brazos, pero no la tenía.
—¿Volverás?.
—Iré directo a Boston.
—Digo… si ¿volverás conmigo?.
—No lo sé—respondí con franqueza mientras mi pecho quemaba de dolor.
—Entonces… ¿me estás terminando?—su voz era apenas un murmullo y me costó escucharlo por el teléfono.
—Si… No… No lo sé, Rámses, Yo… necesito un tiempo.