Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey
Mi esposo millonario: Felices para siempre
El arrepentimiento de mi exesposo
Novia del Señor Millonario
No me dejes, mi pareja
Extraño, cásate con mi mamá
Diamante disfrazado: Ahora mírame brillar
Destinada a mi gran cuñado
Renacida: me casé con el enemigo de mi ex-marido
El dulce premio del caudillo
POV General.
Eva Davies, la hija menor de una de las familias más poderosas de Barcelona y España, se casó con Adán García hace tres años. Un matrimonio concertado luego de que el padre de Eva los encontrase en su habitación evidenciando con sus propios ojos como su hija había consumado un acto sexual.
Para Eva oír que se casaría con quien fue desde siempre su primer amor, o su amor platónico, fue un sueño hecho realidad.
Más cuando sabía de sobra que el mismo matrimonio de los padres de Adán también había sido concertado y que mejoró gradualmente con el tiempo y con el nacimiento de su primer y único hijo.
Pero lentamente ese sueño se fue transformando en una pesadilla hasta el día en el que hoy vive.
-Adán. -dijo ella, en apenas un susurro-. Quisiera ir a ver al abuelo, ¿Quieres acompañarme?
-Vete y déjame dormir. -respondió su esposo.
Eva no se sorprende en lo absoluto por la respuesta de su esposo, no es para nadie en la familia extraño que Ethan, el abuelo de Eva, odiase el comportamiento de Adán hacia su nieta y como, con el paso de los años, el brillo en los ojos de su amada criatura se fue desvaneciendo.
Precisamente hoy es el cumpleaños número veintiuno de Eva y ella esperó celebrarlo con su esposo y el resto de su familia, pero también sabe que sería verdaderamente milagroso que eso sucediese.
Una risa se escapó de sus labios cuando se vio en el espejo del baño. Una risa que contenía demasiadas emociones, excepto alegría, o quizás sí, una alegría diferente, llena de melancolía y tristeza. En unas semanas sería su tercer aniversario de bodas con Adán, recordó.
-Quizás este año sea diferente. -se esperanzó hablándose al espejo.
Por algunos minutos imaginó lo que sería de su vida si por fin lograse que el amor de su vida le diese el amor y atención que esperó desde el día uno.
Aquellos pensamientos se esfumaron cuando escuchó los estruendosos golpes de su esposo contra los muebles. Salió rápidamente buscándole el traje que usaría hoy, escogiendo cuidadosamente el pañuelo y la corbata. Lo hacía cada mañana sin falta, pero eran muy pocas las ocasiones en que él usaba realmente lo que ella preparaba.
-¿Qué haces ahí parada? -preguntó con un tono tosco de voz.
Adán la ve y en su mirada solo se refleja el odio y resentimiento que siente por ella desde el momento en que su suegro los encontró. En su mente, claro que quería pertenecer a la familia Davies, sin embargo, no era Eva la dueña de su corazón, sino Victoria, la hija adoptiva de la familia.
Adán y Victoria mantuvieron una relación desde que ambos eran adolescentes y se prometieron pasar una vida juntos, pero las circunstancias y los hechos cambiaron, una celebración, algunas copas de alcohol y equivocarse de cuarto lo llevaron a terminar casado con la mujer equivocada y desde entonces solo le ha demostrado una y otra vez lo poco que le importa.
-Iba a usar el baño, pero puedes usarlo. -dijo Eva sonriendo.
-Usaré el del pasillo. -habló, respondiendo cortante.
Una punzada en el corazón de Eva se hizo presente, pero ella solo respiró profundo y siguió como si nada, era lo habitual.
Con el tiempo, si dios quería, él cambiaría o esas eran las esperanzas de Eva.
Eva bajó las escaleras y se encontró con Marie, la ama de llaves y con quién ella llevaba una muy buena relación desde que llegó a casa, más que nada, porque fue la mujer que la crio junto a sus abuelos. En la mesa de la cocina había un pastel de cumpleaños, por un instante, quizás, pasó por su mente que Adán lo había recordado, pero todas esas esperanzas se esfumaron cuando escuchó la puerta cerrarse.
-Feliz cumpleaños, señora. -dijo Marie.