“Era la noche de fin de año—lo recordaría bien para toda la vida— porque fue en esa noche en que nació mi inquietud...”.
Noche de fin de año
Había euforia en el ambiente como en toda noche trascendental, era un cambio de año y siempre se reunían en esos momentos muchas emociones; podía ver como se ultimaban detalles para la celebración en las calles de New York, los locales estaban de fiesta con novedosas promociones para recibir el año; en las calles las personas usaban ropas llenas de brillos, adornos locos en las cabezas; muchos de ellos caminaban a reunirse en el Times Square, para participar del evento del lanzamiento de los fuegos artificiales. Otros iban hacia Central Park para tener un buen sitio de visualización y recibir el año como se merece: con un conteo que helaba la sangre de emoción y después todos fundiéndose en gritos, abrazos y besos con desconocidos.
La noche de fin de año, para la familia Serrano, venía matizada con elementos cabalísticos que la convertían en un ritual para atraer cosas buenas... Como muchos seres humanos lo habían hecho desde tiempos inmemoriales, ya había probado un poco de cada cosa para atraer a la tan esquiva “Suerte”; es así, que habían desfilado por su vida toda clase de cábalas como los exóticos baños con innumerables hiervas; esencias de nombres variados y hasta insólitos; las prendas de colores también formaron parte de su ajuar, como imanes de lo bueno y encendió velas mágicas e inciensos misteriosos. Tiró monedas y billetes para “atraer” mucho dinero en el futuro; se atragantó con las doce uvas. Evitó vestirse de rojo, blanco o colores evidentes que dieran a entender que buscaba hombre desesperadamente.
Otra tradición especial, que ahora añoraba, era literalmente ver las calles arder con los sin números de monigotes que se hacían como señal de quemar lo malo que el año que se iba había dejado; un amigo decía que era hacer una ofrenda al nuevo año. Todos esos rituales estaban cargados de nostalgia y excitación… ella extrañaba aquello a rabiar.
Felicia Serrano estaba sentada en el borde de su cama, esperando que llegue el ansiado cambio de año, nada la motivaba... este sería otro año igual, sin ninguna emoción que lo diferenciase.
Les contaré un poco de su vida: Había emigrado junto a su madre, de Guayaquil—Ecuador y se radicaron en la ciudad de New York desde hacía 15 años; vivía en un hermoso departamento, una vida tranquila y solas.
— Felicia hija, ¿estás lista?
La voz de su madre la sacó de su zona de lástima.
—No, no voy a salir.
— Pero es tradición ir a Central Park y ver los fuegos artificiales.
Una tradición que se habían impuesto las dos como terapia para adaptarse al cambio de vida, entonces solo dijo:
— Podemos verlos por la televisión.
Su madre se asomó y la vio desmotivada:
— Hija… ¿Qué pasa?
— Me siento vieja.
Felicia era una joven de 29 años, soltera y virgen y eso comenzaba a inquietarla, nada bueno pasaba en su vida: ni un romance, ni emoción, nada más una penosa insatisfacción. Tenía una amiga en Ecuador que estaba de novia de siete años con el mismo sujeto y no salía de ser la novia eterna; sin embargo, había alguien en su vida y eso era mejor que nada.
Se cambió y usó un vestido negro, su madre al verla se asustó:
— ¿Negro para recibir el año?
Olvidaba decir que su familia tenía ciertas tradiciones y una de ellas era no usar los colores prohibidos ¿Ignoraban que existían colores prohibidos? Pues los había para la familia Serrano y se los voy a enumerar: Una adolescente debía evitar vestirse de fucsia, lila o morado, según la vieja creencia la joven que se vestía de estos colores ¡JAMÁS! Se casaba. Benditas tradiciones de su pueblo.
El rojo fue otro color vetado en su familia; ya que la joven que lo utilizase denotaba deseo de tener sexo o poseía mucha desvergüenza en la cara. El negro solo en duelo y para fin de año emplearlo era pecado, pues traía mala suerte durante el año y duelo familiar; el blanco era exclusivo para las que querían casarse pronto.
Cuando su madre la vio exclamó:
— ¡Negro! No hija, ese vestido no—conocía ese tono de voz.
Su madre como toda buena madre expuso su punto de vista y comentó:
Ese vestido no me gusta, te ves fúnebre. Creo que debes cambiarte.
¿Han notado la sutileza de algunas personas para disfrazar una orden? Parecen “sugerir” ordenándote algo. Le tocaba refutar su argumento:
— Lo siento... Me costó decidirme y no pienso pasar por esto de nuevo.
Recibió la notificación de una videollamada de Talía, su mejor amiga en Ecuador y estaba vestida de blanco, parecía una novia en espera de un novio que la sacara de apuros...
— Hola Felicia...
Conocía a Talía de toda la vida, eran contemporáneas en edad y se comprendían bastante bien, la saludó:
— ¿Sigues la tradición del blanco?
— Dicen que si me visto de blanco me casaré...
— ¿Con Jorge?
— Con quien sea...—sonrió con nostalgia y añadió— Creo que se acabó Felicia, lo mío con Jorge se acabó.
El mentado Jorge era un buen tipo cuyo mayor mal era tenerle miedo al compromiso:
— Lo siento tanto amiga...