Los Contratos Son Nulos

Los Contratos Son Nulos

Gavin

5.0
calificaciones
4
Vistas
11
Capítulo

El olor a salitre se desvaneció, reemplazado por el aire viciado de la residencia de estudiantes de Santiago. Abrí los ojos en la litera, y abajo, Carmen se maquillaba con su acento pijo de Madrid, mirándome por el espejo. «¿Qué, Sofía? ¿Otro fin de semana contando telarañas? Si no tienes ni para un café, no sé cómo piensas sobrevivir». Un escalofrío me recorrió. Este momento. Ya lo había vivido. El recuerdo me golpeó como una ola: la sonrisa de Carmen, el folleto de la "asesoría financiera", el préstamo de 5.000 euros sin leer. Las llamadas. Las amenazas. Los hombres que me esperaban a la salida de clase. El club de alterne donde me obligaron a trabajar para pagar una deuda que se multiplicaba sola. Y mi padre. La imagen de su cuerpo destrozado en las rocas, el mismo mar que le dio la vida y la miseria, se había lanzado por la vergüenza de mi "trabajo". Luego, mi propia muerte. Un cuchillo de cocina en la mano, la sorpresa en la cara de Carmen antes de que todo se volviera negro. ¿Cómo era posible? ¿Cómo había terminado su vida de un modo tan brutal y desesperado, y ahora estaba aquí, de nuevo? Pero ahora estaba viva. Y con una oportunidad. En esa oscuridad, en el umbral entre una vida y otra, había aprendido algo. Usura. La palabra resonaba en mi cabeza. En España, los préstamos con intereses abusivos son un delito. Los contratos son nulos. Miré a Carmen. El odio ardía en mí, pero lo apagué. Mi voz salió temblorosa, tal como ella esperaba. «¿De verdad? ¿Tu familia me podría prestar dinero?». Esta vez, el infierno no sería para mí. Sería para ellos.

Introducción

El olor a salitre se desvaneció, reemplazado por el aire viciado de la residencia de estudiantes de Santiago. Abrí los ojos en la litera, y abajo, Carmen se maquillaba con su acento pijo de Madrid, mirándome por el espejo.

«¿Qué, Sofía? ¿Otro fin de semana contando telarañas? Si no tienes ni para un café, no sé cómo piensas sobrevivir».

Un escalofrío me recorrió. Este momento. Ya lo había vivido. El recuerdo me golpeó como una ola: la sonrisa de Carmen, el folleto de la "asesoría financiera", el préstamo de 5.000 euros sin leer.

Las llamadas. Las amenazas. Los hombres que me esperaban a la salida de clase. El club de alterne donde me obligaron a trabajar para pagar una deuda que se multiplicaba sola.

Y mi padre. La imagen de su cuerpo destrozado en las rocas, el mismo mar que le dio la vida y la miseria, se había lanzado por la vergüenza de mi "trabajo".

Luego, mi propia muerte. Un cuchillo de cocina en la mano, la sorpresa en la cara de Carmen antes de que todo se volviera negro. ¿Cómo era posible? ¿Cómo había terminado su vida de un modo tan brutal y desesperado, y ahora estaba aquí, de nuevo?

Pero ahora estaba viva. Y con una oportunidad. En esa oscuridad, en el umbral entre una vida y otra, había aprendido algo. Usura. La palabra resonaba en mi cabeza. En España, los préstamos con intereses abusivos son un delito. Los contratos son nulos.

Miré a Carmen. El odio ardía en mí, pero lo apagué. Mi voz salió temblorosa, tal como ella esperaba. «¿De verdad? ¿Tu familia me podría prestar dinero?». Esta vez, el infierno no sería para mí. Sería para ellos.

Seguir leyendo

Otros libros de Gavin

Ver más
Después de que me dejó, me convertí en su madrastra

Después de que me dejó, me convertí en su madrastra

Urban romance

5.0

La tarde en que Ricardo regresó, el sol implacable bañaba los impecables jardines de la mansión Vargas, casi tan cegador como el traje de lino blanco que él vestía. Un deportivo, escandaloso y ostentoso como su dueño, derrapó sobre la grava, soltando a una mujer pálida y frágil, aferrada a él como si su vida dependiera de ello: Camila Soto, la influencer desaparecida. Los vi entrar por el ventanal, sin invitación, como si la casa aún les perteneciera, ignorando a una Lupe que intentaba detenerlos. "Vengo a verla a ella," dijo él, su sonrisa torcida, esa misma sonrisa de hace tres años cuando me dejó plantada en el altar, diciendo que buscaba su «espíritu» en un rancho. "Sofía," espetó, su voz cargada de una autoridad inexistente, "veo que sigues aquí, como una buena perra fiel esperando a su amo." Luego, Ricardo se desplomó en el sofá de cuero de Alejandro, su padre, y dijo: "Hemos vuelto para quedarnos." Mi corazón no tembló, solo una fría calma, la calma de quien espera una tormenta anunciada, porque sabía que él no era el rey, y yo ya no era la ingenua que él había abandonado. Él no sabía que, con Alejandro, había encontrado dignidad, un hogar y un amor profundo que sanó las heridas de su traición. Me di la vuelta para ir a la cocina, con sus miradas clavadas en mi espalda, pensando que yo seguía siendo la misma Sofía. Pero justo en ese momento, una pequeña figura se lanzó hacia mí, riendo a carcajadas. "¡Mami, te encontré!" Un niño de dos años, con el cabello oscuro y los ojos brillantes de Alejandro, se abrazó a mi pierna, ajeno a la gélida tensión que se cernió sobre el salón. "Mami," preguntó con su vocecita clara, "¿Quiénes son?"

Cariño, Te di 7 Oportunidades

Cariño, Te di 7 Oportunidades

Romance

5.0

Mi esposo, Mateo Vargas, me ha pedido el divorcio siete veces. Cada vez, la misma excusa: "Valentina ha regresado a México y la necesito" . Y cada vez, yo, Sofía Romero, su "esposa" que él desechaba como un pañuelo usado, firmaba los papeles. Siete humillaciones públicas, siete rondas de susurros a mis espaldas, siete colecciones de actas de divorcio que ya parecían cromos. Sacrifiqué mi carrera como diseñadora, mis sueños, mi dignidad, todo por ser la esposa perfecta que él nunca valoró. Pero esta octava vez, mientras él me sonreía perezosamente y prometía regresar en tres meses para volver a casarse, algo cambió dentro de mí. ¿Cómo pude ser tan ciega? ¿Tan desesperada por una migaja de su amor que no veía la toxicidad? La risa que solté fue amarga, sin alegría, como la historia de mi vida con él. "No te preocupes", le dije, mi voz con un filo helado que nunca antes había usado. "Esta vez, haré las cosas diferente yo también." No hubo lágrimas, no hubo gritos, solo una calma aterradora que lo descolocó por completo. "Cuando vuelvas, ya no estaré." Se que se siente aliviado, pensando que no habrá drama esta vez. Pero lo que no sabe es que esta vez, el juego ha cambiado. Porque en mi mente, un plan completamente diferente ya estaba en marcha, uno que no incluía ninguna boda, ninguna reconciliación. Uno que no lo incluía a él. Y esta vez, Sofía Romero no solo se irá, se levantará, se transformará. La venganza es un plato que se sirve frío, y yo sé esperar.

Quizás también le guste

Capítulo
Leer ahora
Descargar libro