Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey
Destinada a mi gran cuñado
Enamorarme de nuevo de mi esposa no deseada
Demasiado tarde para arrepentirse: La heredera genio brilla
Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón
Novia del Señor Millonario
Una esposa para mi hermano
Mi esposo millonario: Felices para siempre
La heredera fantasma: renacer en la sombra
No me dejes, mi pareja
Era un viernes por la tarde, y el sol comenzaba a declinar, tiñendo el cielo con matices dorados. Andreina se encontraba en su habitación, ultimando los detalles de su atuendo para la noche. La vida le sonreía de manera radiante; en unos días, ella se casaría con el amor de su vida. Los preparativos para la boda habían sido intensos, y sentía que una noche de diversión era justo lo que necesitaba para relajar el estrés acumulado.
El sonido del teléfono interrumpió sus pensamientos. Miró la pantalla y vio el nombre "Dai" parpadeando en ella. Con una mezcla de curiosidad y emoción, deslizó el dedo para contestar.
-¿Amiga? -preguntó, sorprendida al escuchar la voz alegre de Dai.
-Hola, Andreina. ¡Te invito a tomar algo! Es viernes y el cuerpo lo sabe y lo necesita. -Dai rió, como si la idea de la salida nocturna fuera lo más natural del mundo. -Y muy pronto te vas a poner la soga al cuello en unos días y no podremos ir a mover el bote. ¿Qué me dices? ¿Aceptas salir esta noche?
Andreina sintió una oleada de felicidad ante la propuesta. La idea de relajarse con amigos antes del gran día la animaba mucho. -Nos vemos en el bar "El Búfalo" en una hora -respondió Andre, con una sonrisa que se dibujaba en su rostro.
Se apresuró a prepararse, eligiendo un elegante vestido que resaltaba su figura y unos tacones que hacían juego. Sabía que esa noche sería especial, un respiro antes del gran cambio en su vida. Mientras se maquillaba, su prima Ana llegó a la casa. Ana era su confidente y su compañera de locuras. Andreina la miró con complicidad.
-¡Ana! ¿Qué haces aquí? -exclamó Andreina con sorpresa y alegría.
-Vine a ver qué haces y a invitarte a salir. También quiero celebrar tu futura boda -dijo Ana con una risa contagiosa-. ¿Nos vamos al bar juntas?
-¡Perfecto! -dijo Andreina-. No puedo pedir una mejor compañía. Vamos.
Las dos primas se dirigieron al bar "El Búfalo", un lugar conocido en la ciudad por su ambiente vibrante y su excelente música. Al llegar, el bar estaba lleno de gente disfrutando de la noche. La música sonaba animada, y la iluminación, suave pero acogedora, creaba una atmósfera perfecta para relajarse.
Dai ya las esperaba en una mesa cerca de la barra. La saludaron con efusión, y pronto se encontraron rodeadas de copas y risas. El tiempo pasaba volando mientras las chicas disfrutaban de la compañía y los brindis. Dai levantó su copa con entusiasmo.
-Por Andreina, por su boda y por todas las noches como esta que nos quedan por disfrutar -brindó Dai, y todas levantaron sus copas en señal de celebración.
-¡Salud! -exclamó Andreina, sintiéndose más feliz que nunca.
Mientras la noche avanzaba, un camarero se acercó con una pequeña bandeja de chupitos. -¿Alguien quiere probar esto? Es una nueva bebida que estamos ofreciendo, dicen que tiene efectos sorprendentes -dijo el camarero con una sonrisa.
Dai, siempre aventurera, tomó uno sin pensarlo. -¡Vamos a probarlo! -animó a las demás.
Andreina, aunque con un poco de desconfianza, no quiso quedarse afuera y aceptó el chupito. No pasaron muchos minutos antes de que sintiera un calor inesperado recorrer su cuerpo. Pensó que era simplemente el efecto del alcohol, pero a medida que avanzaba la noche, ese calor se convertía en algo más intenso y casi desesperante.
Ana, que estaba en medio de una conversación animada, notó que Andreina se veía incómoda. -¿Todo bien, Andre? -preguntó, preocupada.
-Sí, solo... un poco... rara -respondió Andreina, tratando de mantener la calma mientras la sensación de calor se intensificó.
Cuando el reloj marcó la medianoche, Andreina decidió que era mejor irse a casa. Se despidió de sus amigas, con la esperanza de que el calor pasaría pronto. Al salir del bar, tropezó con la acera, sintiendo una creciente sensación de agitación.
-Debo irme a casa -murmuró, mientras intentaba caminar de manera estable.