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La familia Amorielle fue iniciada en 1902 por Alero Amorielle, y conocida por su vasta historia criminal. Fue acusada de fraude bancario, tráfico de narcóticos y armas. Tuvo su lugar garantizado entre las grandes familias mafiosas que llegaron a los EE.UU. . Gran parte de los integrantes de la familia fueron muertos en los conflictos con otras familias y no se conocía el paradero de la familia Amorielle ...
Hasta hoy.
***
— Vittorio. - llamó a Marco Amorielle después de llamar a la puerta del cuarto de su hijo.
El señor de cabellos grises y ojos verdes abrió la puerta y se encontró con su hijo parado frente al espejo arreglando su corbata de moño mientras era observado por su acompañante, una bella mujer de cabello rubio vestida con un glamuroso vestido rojo.
— Oh, perdonadme. - Soltó a Marco de mala gana delante de la escena del hijo con su novia. — No sabía que Eleonora estaba aquí.
— No te preocupes, suegro. - Dijo la joven sonriente hacia el señor de sesenta años. Se alejó de su novio. — Sólo estaba ayudando a este niño a vestirse.
— ¿Niño? No me llamó así hace unos minutos. - Provocó al chico con una sonrisa maliciosa.
— Menos detalles, jóvenes, por favor. - Pidió Marco mientras gesticulaba con la mano. Él sonrió a la nuera y preguntó: — ¿Puedo tener un momento a solas con el cumpleañero?
— Sin duda, suegro. - Dijo Eleonora caminando en dirección a Marco. Ella tomó la mano de su suegro y besó el anillo dorado, con las iniciales de la familia Amorielle, dispuesto en el dedo meñique de Marco, al final él era nada menos que el Jefe de toda la mafia ítalo- americana. — Don Marco.
Él saludó en dirección a la joven que entonces salió del recinto dejando padre e hijo solos. Marco se acercó al hijo que aún luchaba con la corbata que estaba ligeramente torcida, muy diferente de la que llevaba su padre, perfecta.
— Déjame ayudarte. - Pidió el padre que ya ponía sus manos sobre la corbata de su hijo desatando el nudo. — Apuesto que todo eso es sólo nerviosismo. Resulta que no todos los días cumplimos treinta años...
— Y mucho menos en la celebración del aniversario de perlas de sus padres. - Completó Vittorio encarando al padre que no demostró tan entusiasmado como debería con el recuerdo. — ¿Está todo bien, papá?
— Sí, ¿por qué la pregunta? - Respondió Marco con otra pregunta mientras luchaba con la corbata de su hijo.
— Pensé que estarías más alegre con tu aniversario de boda... treinta años de casados no es para todos.
— Es... no lo es. - Marco estuvo de acuerdo sonriendo brevemente a Vittorio que conocía muy bien aquella sonrisa falsa de cuando algo está molestando a su padre.
— ¿Qué pasa, Don Marco? - preguntó Vittorio, en serio. Puso la mano sobre la de su padre impidiéndole seguir arreglando su corbata.
Marco Amorielle se enfrentó a su hijo, por más que lo intentó no podía fingir que todo estaba bien, pues Vittorio lo conocía muy bien. Lo único que le quedaba era decir la verdad.
— ¡Quiere decir que ustedes dos están aquí! - Dijo Antonietta Amorielle entrando en el cuarto, irritada. Ella se acercó a los dos, sosteniendo la cola de su vestido verde musgo, y luego se dio cuenta de que la cinta de su hijo estaba todavía por hacer, aumentando aún más su irritación. — ¿Por qué tu corbata sigue así?
—Hola, mamá. - Saludó Vittorio a su madre con una enorme sonrisa. Él encogió sus hombros conforme fue justificándose: — Mi corbata insistió en quedar torcida y entonces papá decidió ayudarme.
— ¿Tu padre? - Interrogó a Antonietta mientras miraba a Marco. Ella se volvió hacia su hijo sonriendo y entonces dijo: — Don Marco Amorielle puede ser genial en los negocios, pero cuando se trata de una pajarita es a mí , Antonietta Amorielle, a quien siempre recurrió.
— Pues lo es y vean como estoy. - Soltó a Marco apuntando a su corbata.
— Ven, cariño. Déjame hacerlo. - Pidió Antonietta colocarse en el lugar del marido que se alejó y entonces arregló la corbata del hijo con sus manos ágiles mientras decía: — Espero que esa sea la última vez que arreglo su corbata y que la próxima sea hecha por su esposa...
— Ahí viene la señora con ese asunto. Yo y Eleonora aún no estamos en ese grado en nuestra relación. - Explicó Vittorio, en serio. —Acabamos de hacer un año de novios, mamá.
—Aun así, creo que es tiempo suficiente. Tu padre y yo nos casamos en un mes. - Argumentó Antonietta que terminó de arreglar la corbata del hijo que ahora estaba perfecta tal cual de Marco. — Y mira donde estamos...
—Treinta años de matrimonio. - Finalizó Marco antes de respirar hondo, gesto que tampoco pasó desapercibido por la esposa que lo fusiló con sus ojos verdes.
Había algo en el aire entre la pareja que incluso Vittorio se dio cuenta. Conociendo a sus padres, él apostaba que su madre debe haber exagerado en algún punto del evento de hoy y disgustó a su padre, o lo contrario. Al final, los dos siempre pecaron por el exceso y acabaron reprendiéndose entre sí. Vittorio ya había presenciado aquella guerra fría entre ellos, que a pesar de no discutir delante de su hijo, nunca consiguieron disfrazar que algo sucedía.
— Estamos aquí en el cuarto de nuestro único hijo muy amado. - Continuó Antonietta mientras golpeaba levemente el pectoral de su hijo. — Y futuro jefe de esta familia.
— Es hora de irnos. - Interrumpió a Don Marco mientras observaba su reloj. — Eleonora ya debe estar convirtiéndose en una estatua allá afuera.
— Tienes razón, papá. - Estuvo de acuerdo Vittorio que caminó hacia su armario y entonces abrió uno de sus cajones, atrayendo atención de su madre.— No estoy cogiendo un anillo de compromiso, sólo mi reloj, Lady Amorielle.
— No cuesta soñar. - Murmuró Antonietta mientras movía los hombros, brevemente.
***
Los invitados conversaban animados cuando se anunció la presencia de la familia Amorielle que ahora aparecía en la cima de la escalera de mármol: Eleonora sostenía en el brazo de su suegro mientras Vittorio concedía su brazo a Antonietta.
En ese momento eran vistos como la realeza entre todas las familias allí presentes.
Marco inclinó la cabeza a cabeza hacia su empleado que golpeó dos palmas haciendo que los invitados se callaran:
— Bienvenidos, amigos míos. Bienvenidos a otra celebración de Amorielle. Hoy tenemos la alegría de festejar el cumpleaños de mi hijo, Vittorio Amorielle. - Comenzó Marco sonriendo hacia el hijo que lo encaraba, feliz. Don Marco cogió su copa entregada por el camarero que continuaba entregando a sus familiares y entonces continuó su discurso: — ¡Entonces, un aplauso para Vittorio Amorielle, pues hoy es a él a quien celebraremos!
Los invitados aplaudían al chico que ahora miraba a su madre que le sonreía mientras lo aplaudía. Se acercó su rostro al oído de su madre como si estuviera besando su rostro y preguntó:
—¿Qué pasa entre ustedes?
— Hijo mío, te prometo que más tarde lo sabrás. - Aseguró su madre que mantenía la sonrisa en los labios, pero lágrimas en los rabillos de los ojos.
***
La fiesta estaba animada, pero Vittorio ansiaba su fin. Él solo conseguía pensar en las palabras de su madre. El heredero de Marco se mantuvo sentado en la mesa mientras observaba a los padres que a pesar de la interacción entre ellos, había notado que no se tocaban ni por fuerza del hábito. Ellos tampoco habían bailado, algo muy inusual tratándose de la pareja que amaba una pista de baile. Quiero decir, ellos ni siquiera habían bailado entre sí, pero tanto Don Marco como Antonietta cayeron en la pista con otras personas. Antonietta eligió a Giuseppe, Consegliere de Marco , como compañero de baile, mientras que Eleonora se encargó de ser la compañera de Marco. Por más que Vittorio no quisiera pensar, la única hipótesis que venía en su mente es que sus padres se estaban divorciando. Sin embargo, aquello era algo imposible en la mafia, aún más cuando se trataba del Capo di tutti Capi ( el jefe de todos los jefes) y su esposa. No es que existiera una ley sobre el divorcio, pero todos seguían lo que la iglesia católica determinaba: hasta que la muerte nos separe. Tu padre no sería capaz de ir en contra de eso, ¿verdad?
—Vittorio. - Llamaste a tu padre del medio de la pista. - Ven , es hora de entregar tu regalo.
Vittorio se levantó y caminó hacia su padre que se reía con Eleonora. Don Marco conduce la mano de la joven hacia su hijo y luego dijo:
—Ve por ella.
—Ese regalo ya lo conquisté. - Bromeó Vittorio sosteniendo a Eleonora por la cintura.