Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey
Mi esposo millonario: Felices para siempre
El arrepentimiento de mi exesposo
Novia del Señor Millonario
No me dejes, mi pareja
Destinada a mi gran cuñado
Extraño, cásate con mi mamá
Diamante disfrazado: Ahora mírame brillar
Renacida: me casé con el enemigo de mi ex-marido
Regreso de la heredera mafiosa: Es más de lo que crees
Querido desconocido:
Algo que muchos no saben, y lo que muchos no sabrán, es lo que sucede cuando nos vamos de este mundo.
Te diré algo muy importante, mi querido lector. No busques volver, pues las consecuencias pueden ser muy graves.
¿Por qué es esto? Verás, los guardianes que se encargan de dirigirnos a nuestro destino, solo conocen los asuntos del mundo de los no vivos, no del mundo de los no muertos, por lo que, si los convences de ir al mundo que ya no te corresponde, te atienes a grandes riesgos.
Si no crees en mis palabras, o si no puedes imaginar lo que puede pasar, te invito a que sigas leyendo, pues te contaré la historia de un hombre que quiso regresar.
Antes de comenzar, quiero que sepas que nadie puede ser una persona viva nuevamente. Si vuelves al mundo de los no muertos, solo es tu alma la que está consciente, y nadie puede verte. Pueden sentir tu presencia, pero nunca podrán tocarla ni escucharla.
Dejando esto aclarado, comenzaré el relato.
El hombre del que hablo, murió en un accidente de tráfico, como muchos hacen, y fue su turno de ir al mundo de los no vivos. Sin embargo, pidió a guardián que lo dejará regresar «sea como sea», para poder ver a su hija crecer, hasta que ella por sí misma pudiera valerse.
El guardián, que solamente sabía guiar entre mundos, le concedió su ambiguo deseo.
Un alma en el mundo de los no muertos tiene muchas limitantes. Sin un cuerpo que la mantenga, no tiene más remedio que hallar un recipiente. En el caso de este hombre, su alma llegó al lugar que nunca imaginó.
En la habitación de su pequeña niña, había un gran espejo, donde era visible casi todo el lugar donde ella dormía. Su alma, entonces, se guardaría ahí, hasta el día en que ella fuera una adulta.
Él la vio durante muchos años. De ser una infante que apenas había dejado los pañales, pasó a ser una niña que iba todos los días a la escuela. Vio sus días felices, como cuando tuvo ella su primer recital de danza, y vio también sus días más desdichados, como cuando llegaba a casa llorando por culpa de sus compañeros maleducados.
La vio reír, la vio enojarse, la vio sollozar. Logró observarla hasta que ella fue una adolescente, y creyó que podría presenciar su vida durante mucho tiempo más.
Sin embargo, estaba muy equivocado.