Cuando tenía ocho años, Dante Covarrubias me sacó del incendio que mató a mi familia. Durante diez años, el poderoso jefe del cártel fue mi protector y mi dios.
Entonces, anunció su compromiso con otra mujer para unir dos imperios criminales.
La trajo a casa y la nombró la futura señora de la familia Covarrubias.
Delante de todos, su prometida me obligó a ponerme un collar de metal barato alrededor del cuello, llamándome su mascota.
Dante sabía que era alérgica. Él solo observó, con sus ojos fríos, y me ordenó que lo aceptara.
Esa noche, escuché a través de las paredes cómo la llevaba a su cama.
Finalmente entendí que la promesa que me hizo de niña era una mentira. Yo no era su familia. Era su propiedad.
Después de una década de devoción, mi amor por él finalmente se convirtió en cenizas.
Así que en su cumpleaños, el día que celebraba su nuevo futuro, salí de su jaula dorada para siempre.
Un jet privado me esperaba para llevarme con mi verdadero padre: su mayor enemigo.
Capítulo 1
Punto de vista: Serafina
Supe que mi vida se había acabado el día que Dante Covarrubias anunció su compromiso con otra mujer.
No fue un susurro en los pasillos enormes y vacíos de la mansión Covarrubias. No fue una confesión silenciosa en la oscuridad de la noche. Fue un titular, crudo y negro en la pantalla de mi celular, una alerta de noticias que vibró sobre la cubierta de mármol como un insecto moribundo.
*Dante Covarrubias, Don de la Familia Más Poderosa de Ciudad de México, se Casará con Isabella Montemayor, Uniendo Dos Imperios Criminales.*
Las palabras se volvieron borrosas. Mi mundo se redujo al teléfono en mi mano, su peso frío se convirtió en un ancla repentina y brutal en un mar de incredulidad. Esto tenía que ser un error. Una jugada de poder. Una mentira diseñada para hacer salir a un enemigo. No podía ser real.
Porque Dante era mío.
Había sido mío desde que tenía ocho años. Recuerdo el fuego, el olor agrio a humo y el miedo que llenaba mis pulmones. La familia Garza, mi familia, estaba siendo destrozada, y yo solo era un daño colateral abandonado. Entonces él apareció entre las llamas, un muchacho de dieciséis años con ojos tan oscuros e implacables como el mundo que comandaba. Se arrojó sobre mí, protegiéndome del calor y de la sangre que salpicaba las paredes.
Me susurró contra el cabello, su voz áspera pero firme.
—Estás a salvo. Ahora eres una Covarrubias.
Durante diez años, esa promesa había sido mi religión. En esta jaula dorada de pisos de mármol y guardaespaldas silenciosos y vigilantes, Dante era mi dios. Él fue quien me compró una lamparita de noche cuando tenía diez años porque las pesadillas no paraban, un pequeño gato de cerámica que proyectaba un brillo suave e inquebrantable.
—Mantendrá a los monstruos alejados —dijo, su mano grande y gentil mientras la enchufaba.