Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey
Novia del Señor Millonario
Mi esposo millonario: Felices para siempre
El arrepentimiento de mi exesposo
Extraño, cásate con mi mamá
El dulce premio del caudillo
El réquiem de un corazón roto
Los Mellizos del CEO
Yo soy tuya y tú eres mío
El regreso de la esposa no deseada
¡Hoy va a ser un día fantástico! Es lo primero que pienso cuando suena la alarma a las siete de la mañana, hoy cumplo dieciocho años. Estoy emocionada, tengo muchos proyectos y sueños que quiero cumplir, pero primero tengo que levantarme de la cama y comenzar el día.
Aunque antes tengo que presentarme. Soy Sara, vivo con mis padres y mi hermano Alberto que es cinco años mayor que yo, no obstante, no os creáis que porque sea mayor es más responsable, al contrario. Físicamente, tampoco nos parecemos, ya que él es como mi madre, alto, delgado y con una vista privilegiada.
Yo salí a mi padre y no es que me queje, ni mucho menos, puesto que tengo unos ojos muy bonitos son verdes-azulados con unas motitas marrones y con unas maravillosas pestañas largas.
A mis doce años en plena etapa de crecimiento tuvieron que ponerme gafas, las cuales eran horribles, aunque eso cambió a mis diecisiete cuando conseguí que me compraran mis primeras lentillas. Desde entonces las llevo cada día.
Tengo un cuerpo hermoso como dice mi madre, aunque yo preferiría llamar menos la atención, puesto que tengo demasiado pecho. Y aunque me costó mucho tiempo, decidí que lo mejor era quererme por como soy y no quejarme por lo que me falta o me sobra.
En fin, como habéis comprobado, hablo mucho y me entretengo con cualquier cosa, pero ahora me voy al instituto, donde todas mis amigas me reciben con besos, abrazos y muchos buenos deseos. No soy una persona popular, al contrario, soy bastante tímida y mira que hablo mucho, sin embargo, a los chicos solo le importa saber, cuando te vas a abrir de piernas o si todavía eres virgen. ¡En fin!, que maduren un poco.
En el instituto el día pasa rápido entre exámenes. Y es que tengo que aprobar todo para seguir con mis planes de futuro. Yo quiero hacer una FP de administración de empresas. Claro, si consigo plaza, que por lo que he escuchado está bastante reñido.
Después del instituto voy a casa de mi abuela materna y a posteriori, a la casa de mi abuela paterna. Ambas me reciben con una ración de besos, abrazos, mucho cariño y los regalos. Son las cinco y media de la tarde cuando me marcho a casa de mis padres.
En cuanto llego, mi madre Teresa me felicita, me da un beso muy grande y junto con mi padre Antonio me dan un regalo de cumpleaños, es un viaje durante una semana para elegir dónde yo desee, ¡es una pasada!
Cuando llega mi hermano del trabajo me da su regalo de cumpleaños, unos pantalones vaqueros que se pegan como una segunda piel, junto con un top en color negro con brillantes. Para finalizar unos pendientes en color turquesa muy parecidos a mis ojos, sin duda unos regalos maravillosos que me encanta.
Lo que queda de jueves y viernes pasa a una velocidad asombrosa, y cuando me quiero dar cuenta, ya es sábado. Son las nueve de la mañana y tanto mi padre como mi hermano están trabajando; así que mi madre me levanta con la música a todo volumen, ¡menuda fiesta nos montamos!
Hoy vendrá toda la familia a comer para celebrar mi cumpleaños. Paso toda la mañana ayudando a mi madre en lo que me pide y cuando termino voy a prepararme ¡Hoy es mi día y quiero ponerme bella! Acabo me pongo guapa y estreno la ropa que mi abuela María me ha regalado.
La ropa que elijo es el regalo de mi abuela María. Ambas fuimos a comprarlo juntas y en cuanto los vi me enamoré del conjunto. La parte de arriba es un top rosa clarito, con un dibujo muy mono en el medio y en la parte de abajo es un pantalón negro de licra, que estiliza aún más mi figura. Añado una torera de punto blanca, porque aunque estamos a finales de mayo todavía hace fresco. Termino el conjunto con unos pendientes con piedrecitas negras que me regaló mi madre hace un tiempo.
Es cerca de la una cuando llegan mis tíos, mi primo Rubén «don perfecto» y mis abuelas. Cada uno se va a donde le sale de las narices. Mi tío junto con mi primo se van a ver la televisión. Mi tía va a la cocina a ponerle la cabeza del revés. Y mis abuelas, cada una me arrastran hasta el salón para preguntarme de todo.
Es cuando me empiezan a preguntar por mis estudios cuando escucho reírse mi primo «don perfecto» hablar a su padre.
—Y todavía estará orgullosa —ríe—, mírala. —Se burla mi primo.
—Hijo, cállate, que no quiero problemas —le reprende mi tío Ramón.
Mi primo ignorando lo que su padre le dice continúa insistiendo.
—¿Tú escuchas todo lo que está diciendo? —continúa él alzando más la voz.
—¡Rubén, te he dicho que te calles! —Se impone por primera vez mi tío.
La verdad es que me alegro de que mi tío le dé un alto a mi primo, los tres desde hace tiempo no nos llevamos bien, y todo porque él se cree mejor que nosotros, ya que siempre lo hace todo perfecto. Él es el preferido de mi abuela María, aunque desde que escuchó lo que dijo de mi hermano y de mí, ya no lo es tanto.
Rubén desaparece del salón, hasta que llega mi hermano y descubre que está en su habitación, entonces se forma una bronca tremenda.
—¿Pero tú qué mierda haces aquí? —grita mi hermano al entrar en su habitación y yo me levanto inmediatamente.
—¿Qué pasa, que no puedo venir aquí? —responde «don perfecto»
Escucho responder mi primo a mi hermano al tiempo que llegamos a la puerta de su habitación.
—Te prohibí entrar en mi habitación ¿No tienes memoria? O solo es para lo que te interesa —exclama tajantemente mi hermano conteniéndose, ya que tiene las manos como puños.
—Va, ¿tanto te molestó?, ¡Sí es la verdad! —insiste mi primo poniéndose chulo.
—Mira, márchate antes de que te dé una hostia —zanja imponiéndose mi hermano.
—¡Eso sí que es bueno!, ¿tú me vas a dar una hostia? —continúa y en ese momento llega mi tío para llevárselo y hablar con él.
Unos minutos más tarde, estoy en la cocina cortando el pan, mientras que mi madre y mi tía se fuman un cigarrillo en la terraza cuando abre la puerta mi primo. Hace una señal a mi tía y ella va rápidamente dejando el cigarrillo casi a la mitad. Dos minutos más tarde vuelve a entrar para decir que mi primo Rubén se ha ido para no generar más problemas. Me rio interiormente, ya que sé que es mentira.
Una vez la mesa está puesta y mi padre dándose una ducha voy a contarle la novedad a mi hermano.
—¡Qué desgracia más grande! —exclama irónicamente mi hermano y ambos nos reímos.
Cuando nos sentamos en la mesa, mi tío Ramón empieza a preguntarle a mi hermano que qué tal el trabajo. Él tiene veintitrés años y hace dos años empezó a trabajar en una empresa de confección de ropa como mozo de almacén y había ascendido hasta ser el encargado.
Poco a poco se ganó el respeto y la confianza de mis padres, ya que era la oveja negra de la familia. Todo lo contrario a mi primo que para muchos era casi un superdotado. Según sus profesores o eso era lo que decían sus padres, su futuro en los estudios era prometedor, e incluso ya estaba pensando a lo que se iba a dedicar.
Todos sabían que gracias a él habíamos convencido a nuestros padres para cambiarme de instituto. El año pasado durante todo el verano estuve estudiando para que las tres asignaturas que me habían quedado las aprobara.
En septiembre tras unos exámenes que me costaron mucho más de lo que supuse pasaba a cuarto de la secundaria sin ninguna asignatura pendiente. Gracias a ello mis padres me pusieron internet en el ordenador de mi habitación.
Ahora me encuentro a las puertas de la formación profesional que es donde quiero terminar mis estudios. Ya que con ese título puedo dedicarme a lo que yo quiero.
Opinareis que tenía las ideas muy claras, pero eso había sido por el pacto que mi hermano y yo habíamos hecho, nuestra promesa. Ambos fuimos sinceros el uno con el otro, nos escuchamos y nos apoyamos. Después de esa charla histórica, que es como la califico mi hermano, sellamos el pacto con choque de manos y un documento firmado por parte de ambos con algunas consecuencias para ambos, en caso de no llegar a cumplirlo alguno de los dos.
Con las notas en la mano pude averiguar que todo el esfuerzo había merecido la pena, y con satisfacción comprobé que había aprobado todas. Mis padres se pusieron muy contentos y mi hermano declaró que gracias a ellas iba a ir con él de fiesta por la noche. Obviamente, mis padres se opusieron aunque no lograron nada, ya que mi hermano les aseguró que llegaríamos a una hora adecuada, no con el alba.