Era de noche nuevamente en Salamanca, España, la gente de aquel lugar estaba preparada para atender a los hombres que llegaban a satisfacer los deseos carnales con las bailarinas que se ofrecían al mejor postor, Melissa Sandoval, una chica rubia de ojos azules, de 25 años de edad, estaba en aquel asqueroso sitio a causa de una trampa que le fue tendida por su ex novio, estaba lleno de millonarios que solo buscaban complacerse con ella, era la más solicitada por su exorbitante belleza.
La vida de esta joven era muy difícil desde hace ya años atrás, donde con engaños fue llevada a otra ciudad por quien creía era el amor que siempre deseo y por el cual daría su todo, pero estaba muy equivocada.
Sus lágrimas no paraban al recordar lo feliz que era cuando era una chica libre en su ciudad, con la mayor motivación de culminar sus estudios de Psicología.
Estaba nostálgica de solo recordar aquella conversación con el mejor de sus maestros.
―Nada de lo que dijo se cumplió Profesor, soy solo una vergüenza para mis padres.
Solo saber que confiar en un mal tipo la llevo a lo más bajo la deprimía demasiado, más el saber que allí la trataban de la peor manera.
Pero solo deseaba luchar por una sola persona y ese era su pequeño hijo.
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Flashback
Cinco años atrás en Madrid.
La alarma de su despertador sonó fuerte como siempre, su madre la esperaba abajo para el desayuno.
Pero la pereza no quería dejarla salir de su cama.
― Melissa por favor, se te hará muy tarde para ir a la universidad.
― ¡Ya voy mamá! ―Grito aun dentro de las cobijas.
― Recuerda que hoy es el último día y debes presentar esos exámenes para que encuentres trabajo rápidamente. ― Dijo su padre bajando al comedor.
De un brinco reacciono y se metió a bañar, no sin antes saludar a su madre y comer un delicioso bocado de su desayuno.
La rubia era hija única de Marcela y Eduardo Martínez, respetados por toda la sociedad de Madrid.
― Tengo que irme o se me hará muy tarde, los quiero Papá y Mamá. ― Dijo besándolos rápidamente a ambos.
Ya en la escuela de psicología de la universidad estaba muy nerviosa contestando todas las preguntas de su examen.
― Espero que todo esto esté correcto, lograre mi objetivo de ayudar a mis padres y ser su orgullo. ―Beso la hoja y se levantó llevándoselo a su maestro.
― Espero buenos resultados señorita. ―Profesor Hugo Ruiz.
―Desde luego que los vera profesor. ― Sonrió un poco llena de nerviosismo.
― Sabes que siempre te di mi confianza y quiero verte dando el discurso de graduación.
― Así será. ― sonrió y se marchó.
después de haber salido de sus exámenes estaba en la cafetería de su amigo Andrés esperando a su novio.
― Dime ¿Cómo crees que te fue Melissa? ―Andrés llego sirviendo una taza de chocolate con un plato de sus galletas predilectas.
― Siendo sincera Andrés, creo que muy bien, estudie cada día con dedicación desde el inicio y sé que es un resultado excelente. ―Melissa suspiro llena de felicidad.
― Me alegra mucho. ―Andrés sonrió y ella también.
― Iré a llevar los pedidos a otras mesas, si necesitas algo me dados.
― Claro―Melissa comenzó a comer esas ricas galletas con tanta emoción.
Un instante después la rubia estaba revisando algunos apuntes para saber si había acertado, al parecer por su risa así era.
Un apuesto joven castaño entro a la cafetería divisándola feliz, Andrés lo noto y se puso serio, jamás en su vida lo había visto.
Se sorprendió demasiado de ver que este se le acercaba a su amiga con un beso despampanante y sin vergüenza que lo vieran los demás.
― ¡Santiago amor mío! ―Melissa lo abrazo.
― ¡Mi amada Melissa! ―Santiago la abrazo besándola nuevamente.
―Creí que no vendrías―Dijo con mirada de amor y cariño.
― ¿Cómo no vendría? si es tu día importante. ― Santiago le beso sus manos.
El chico no podía creer que su amiga tuviera novio, siempre era una chica inteligente y dedicada al estudio.
― Andrés. ¿podrías llevar unos pastelillos a mi mesa? ― Melissa dijo acercándose a la estancia.
―No sabía que tuvieras novio. ―Andrés estaba serio.
―Perdón por no contártelo, ni siquiera papá y mamá lo saben. ― La chica estaba avergonzada.
― ¿Cuánto llevas con él? ―Se acercó susurrándole serio.
― Poco más de tres años. ―Melissa estaba sonrojada.
― ¿Que? ―Andrés se exalto.
― Lo sé, pero debería seguir una vida normal, no podía llegar a decirle a mis padres, él aun no quiere porque primero debe encontrar un gran trabajo como solista. ―Melissa miro de reojo a Santiago avergonzada.
― ¡Creo que mentirles a tus padres está muy mal! ―Andrés la miro con enojo tomándole la mano.
― ¡Lo sé, pero lo amo y no lo cambio por nada! ― Le sonrió tomando la orden llevándola a su mesa.
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En esos mismos años, en un lugar de Salamanca un chico de cabello negro, ojos azules, excelente estado físico muy guapo, su nombre era Miguel Duarte, recién llegaba a su nueva casa en Salamanca, era una hermosa propiedad cercana a la playa.
El joven de 19 años de edad decidió independizarse de su familia al finalmente culminar su carrera de abogado y aunque su padre tenía un prestigiado bufete prefirió comenzar por su cuenta, ya que no quería ser reconocido por los logros de su padre.
Además su vida habia tenido un rechazo rechazo amoroso que lo hizo dejar susu verdadera vocación de cantante.
― ¿Bien amigo aquí comienza la loca aventura sin el apoyo de tus padres? ―Jake, un chico ingles de cabello platinado y ojos verde esmeralda, primo lejano de Miguel.
― ¡No empieces con eso! sabes que vine a Salamanca para que él no sea mi competencia y vea que soy bueno en esto.
― Miguel dijo algo cansado al llevar la última caja de sus cosas a la sala de estar.
― ¡Tampoco te enojes, te acompañare en esto amigo! ― Jake le dio la mano sonriente.
Los dos chicos terminaron de organizar su nueva casa para después ir a festejar con su nuevo amigo Erick. Los dos chicos que lo acompañaban eran sus primos lejanos, se llevaban demasiado bien.
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Días después a Melissa le llegó una carta en la que le decían qué había pasado sus notas, su carrera con un promedio excelente, esto la puso demasiado feliz ya que su sueño se había cumplido.
Era la más hermosa en su graduación más aun dando el discurso que su profesor con orgullo le había dicho, al finalizar todos aplaudieron con mucho orgullo de verla tan radiante y que ese sería su último día feliz después de que su Supuesto amor le propusiera algo.
― ¿Por qué no vienes conmigo a Salamanca? Hay alguien a quien podría interesarle tu excelente trabajo y promedio. ―Santiago.
―Pero. ¿Qué le diré a mis padres? No puedo llegar y decirles que tengo novio. ― Tenia nervios.
―Pero cariño no es necesario que le digas, podemos ir y probar si entras en su empresa, si no te prometo que yo iré a tu casa a pedir tu mano.
―Melissa estaba totalmente estupefacta cuando escucho aquella propuesta ni siquiera sabía qué decir.
― ¿Tu? ―Lo miro fijamente feliz.
―Sí cariño, quiero estar contigo todos los días de mi vida, por eso quiero que aceptes ir conmigo. ―Le beso sus manos.
―Santiago yo… ¡claro que acepto! ―Melissa lo abrazo feliz
El chico estaba más que complacido con su respuesta, comenzó a besarla y a desabotonar la blusa de esta, por un momento pasión los sedujo, pero después Melissa se alejó muy asustada.
― Por favor perdóname no estoy preparada para algo así. ―Melissa estaba más que avergonzada.
―No te preocupes cariño Llegará el momento en que puedas estar conmigo.
Melissa lo abrazó agradeciendo, pero esta se sintió algo enfadado ante su actitud.
Unos días después le conto a sus padres que iría a Salamanca por una propuesta de trabajo y que no se preocuparan que todo saldría bien.
Al llegar a Salamanca el chico la llevó a un hermoso departamento en el que compartirían juntos, si se quedaban allí, Melissa no entendía como tenía ese lugar si se supone que apenas estaba iniciando, él le dijo que un amigo suyo lo había ayudado y que también la podría ayudar, aceptó ir a buscarlo, aunque sea mientras se buscaba un trabajo estable no quería regresar a casa sin nada.
Al entrar a aquel lugar se encontró con que no era lo que ella esperaba sino un bar de reputación.
Estaba totalmente asustada, fue cuando unos tipos la atraparon llevándola a la fuerza hasta donde se encontraba un hombre qué le desgracio la vida para siempre.
Atada en la cama aquel hombre la comenzó a acariciar en todo su cuerpo, quería gritar, pero tapo su boca.
― Ahora entiendo porque quería el dinero Santiago, si es que eres una verdadera diosa.
Melissa trataba de alejarse, pero este le rompió aquella ropa que no le dejaba apreciar la belleza de su mercancía nueva.
Gritaba, pero nadie le ayudaba, se fue encima de ella; sin esperarlo la penetro tan fuerte que no soporto el dolor y comenzó a llorar.
― Si me gustas preciosa, Santiago es un buen negociador.
Melissa escuchaba esto y no lo podía creer, su más grande amor era un ser perverso y desquiciado.
Desde aquel momento juro odiar para siempre a todo hombre que se le acercara con intenciones amorosas, ya no deseaba entregar su corazón a nadie.
El amor que profeso a Santiago desapareció, dejando a una mujer envuelta en hielo.