—No me esperes hoy, voy a quedarme con July —avisó Matilde. Terminó de desayunar y fue por su mochila.
A sus quince años era una jovencita muy responsable y se había ganado el derecho de quedarse fuera, sobre todo cuando sus padres salían por negocios. Además, con July se conocían desde el jardín de niños, así que no había problemas. Estaría segura a su lado.
—Salúdame a sus padres —dijo Isabella, mientras respondía unos correos electrónicos.
Buscaba un ascenso y quería destacarse. Ya llevaba un buen tiempo siendo asesora financiera en el banco y ahora se había habilitado una plaza para la sub gerencia. Ese puesto sería suyo, como que se llamaba Isabella Crown.
—Sus padres se separaron, ya te lo había contado.
En su portafolios tenía a un destacado empresario que solicitaba un crédito, con muy buenos antecedentes financieros. Si lograba que finalmente lo pidiera con ella se anotaría unos puntos.
Matilde se la quedó mirando, tan concentrada en la pantalla.
—Da igual, nos vemos mañana.
—Espera, hija —Isabella dejó lo que hacía al ver de reojo lo que la muchacha llevaba— ¿Por qué llevas el bolso Pr4da?
Había sido su regalo de cumpleaños. Muy pocas quinceañeras podían jactarse de recibir un artículo tan exclusivo y costoso, que no era para lucir en cualquier parte.
—Quiero que July lo vea.
—El barrio en el que July vive no es de los mejores.
—Ma', no empieces con eso.
—Mételo en tu mochila y no lo saques hasta estar en su casa.
—¿Y de qué me sirve tenerlo si no puedo mostrarlo?
—Puedes mostrarlo cuando sales conmigo, no quiero que te lo roben.
—Hay ladrones en todas partes.
—Guárdalo o déjalo, tú decides.
Matilde lo guardó y se fue a clases.
En el banco, Isabella saludó a todo el mundo con una sonrisa, que se intensificó al ver a Jacob Swizz, asesor financiero igual que ella y su mayor rival. El hombre llevaba unos cuantos meses trabajando allí y en menos de uno había dejado de ser ejecutivo de cuentas. A ella le había tomado un año.
El hombre no era pariente del jefe ni de los dueños, eso ya lo había averiguado. Y había estudiado en la misma universidad que ella, sin más ni menos títulos. Había investigado hasta sus calificaciones y eran regulares. Su éxito posiblemente se debía a su personalidad, tan agradable y encantadora.
Swizz era paciente con los clientes, comprensivo, con mucho bla bla, un seductor nato. Y tenía una apariencia que ya se la quisiera un actor de cine, era un deleite para la vista, una oda a la belleza masculina. Era guapo, sí, pero nada que Oliver pudiera envidiarle, su esposo estaba para comérselo con los dedos y eso hacía ella cuando él estaba en casa, lo que no era mucho últimamente, pero no importaba. Su hija tenía un bolso Pr4da.
—Buenos días, Isabella. Luces radiante hoy —dijo viéndola sin pena de pies a cabeza.
—Luzco radiante siempre. Supe que postulaste a la plaza de sub gerente, creo que seremos rivales.
—Eso suena tan hostil. Considero esto un desafío y la lucha siempre será contra mí mismo. Espero que el puesto se lo quede alguno de nosotros y no alguien externo.
Isabella no podía decir lo mismo, no era tan amable. Si no lo conseguía ella, esperaba que lo hiciera cualquier otro menos él, lo detestaba. Y mientras más lo veía, más lo detestaba.
—Qué gane el mejor —dijo y entró a su oficina.
Con puerta y muros de cristal, le permitía una perfecta visión de Swizz en la oficina de en frente. Ocho horas a diario viéndolo derrochar su perfección eran una tortura, pero acabaría cuando fuera sub gerente y se mudara al tercer piso.