Novia del Señor Millonario
Los Mellizos del CEO
Yo soy tuya y tú eres mío
Extraño, cásate con mi mamá
El dulce premio del caudillo
Ya no te amo, Sr. Exesposo
El regreso de la esposa no deseada
Mi encuentro con un misterioso magnate
El gran regreso de la heredera despechada
¡Ayuda, mi esposo magnate se niega a divorciarse!
Punto de vista de Jennie Wilson:
"Jennie, Jennie".
"¡Hay que tomarle el pedido a la mesa cuatro! Los cafés de la mesa siete ya están listos", gritó Lisa.
"Ya voy", le respondí.
Lisa era mi mejor amiga y su mamá, quien era la dueña de la pequeña cafetería donde yo trabajaba, siempre había sido como mi segunda madre. Hacía casi un año que estaba trabajando allí a tiempo parcial.
Ella me ayudaba de vez en cuando. Yo estaba ahorrando dinero para pagar la matrícula de la universidad en la que quería estudiar, la Universidad de Hunsberg.
Siempre soñé con ir allí, pues se decía que era una de los mejores centros de su tipo en el mundo. Sin embargo, mi familia no podía sufragar los gastos.
Nuestra situación financiera era muy precaria. Por supuesto, yo no me quejaba... pero mamá y yo dependíamos mucho de mi padre, quien nos mantenía económicamente.
Mi papá trabajaba en una fábrica de acero y se esforzaba mucho a diario para que yo pudiera tener un buen futuro, pero yo detestaba ser una carga para él.
Su salario no era suficiente para llevar una vida fastuosa, pero éramos una familia feliz sin importar nuestra condición. Siempre le dimos gracias a Dios y nunca nos quejamos de nuestra suerte.
Yo amaba mucho a mi padre. Él era un buen hombre, sin vicios, temeroso de Dios, una persona alegre, un esposo muy amoroso y un padre cariñoso. Sin dudas, mi familia era mi mayor tesoro.
Cuando mi madre se enfermó del corazón y los médicos dijeron que debía someterse a una operación, todos luchamos por su vida. Gastamos todos nuestros ahorros y hasta perdimos nuestra casa para poder cubrir los gastos de medicamentos y la cirugía, por supuesto.
Por la gracia de Dios, ella sobrevivió. Un dolor leve la aquejaba, aún después de la intervención quirúrgica. Entonces, su médico le aconsejó que evitara realizar actividades extenuantes. Por ello, nunca la dejamos trabajar afuera, así que tuve que buscar un trabajo de medio tiempo para ayudar a mi familia.
La madre de Lisa me pagaba bien, no era mucho dinero, pero me alcanzaba para cubrir mis gastos diarios y ahorrar algo para pagar las cuotas de inscripción de la universidad.
Lisa y yo asistimos a la misma escuela y terminamos la secundaria juntas. Cumplimos dieciocho este año, lo que significaba que ya estábamos listas para ir a la universidad. ¡Hurra!
Mi amiga y yo hicimos el examen de ingreso juntas con la esperanza de ganar una beca.
En honor a la verdad... yo era un poco empollona. Bueno, no podía evitarlo, tuve que estudiar mucho para lograr mi sueño. Debía trabajar muy duro ya que muchos aspiraban a ingresar en la famosa Universidad de Hunsberg.
Una vez que obtuviera mi diploma, la situación de mi familia mejoraría y podría cuidar mejor de mis padres si conseguía un trabajo decente. Esa era la razón principal por la que quería estudiar en ese prestigioso centro.
Estaba recogiendo algunos platos y las propinas que dejó un cliente cuando, de repente, Lisa se paró delante de mí. Se veía hermosa con su atavío.
"Espera, ¿por qué llevas puesto ese vestido?", pregunté con las cejas levantadas.
"Oh... Lo siento, no te lo dije, bueno, es tu culpa. Estabas tan ocupada aquí que me ignoraste por completo", contestó haciendo un puchero.
"Bien, dímelo ahora".
"Mamá y yo vamos a un baile, el hermano de mi mamá nos ha invitado así que...".
"Ya veo... ¿Entonces…?".
"Así que saldremos más temprano... lo siento, lo siento, tienes tanto trabajo que hacer…", dijo con un suspiro y cerró los ojos.
"Oh, vamos, yo me encargo de todo, niña. Ve a disfrutar de la fiesta", la tranquilicé y esbocé una sonrisa.
"¿Estás segu…?".
"Sí, Lisa, vete. Mañana tenemos el día libre", la interrumpí.
"Está bien, solo ten cuidado cuando vayas de regreso a casa", me advirtió y luego me abrazó con fuerza.
"Adiós, Jennie, ten cuidado", la escuché gritar desde afuera.
Acto seguido, mi amiga entró en su coche y se marchó. Yo agarré los platos, los llevé al fregadero y me dispuse a lavar la vajilla. Eran ya las once de la noche. De repente, escuché el tintineo de la campanilla que estaba en la entrada, anunciando la llegada de más clientes.
El café se quedó en silencio.
¿Qué detuvo de súbito el ajetreo y el bullicio que había en el lugar?
¡Espera! ¿Los clientes llegan o se van?
Me volví de repente y di un grito ahogado al ver que había un hombre frente a mí. No era tan mayor sino que parecía un estudiante universitario.
Me estaba mirando fijamente como si me estuviera desnudando con los ojos. Cuando yo retrocedí, él dio un paso adelante.
En ese momento, sentí que mi corazón martilleaba en mi pecho.
"¿Puedo... ayudarlo… en algo, señor?", musité con la voz entrecortada pues estaba muy nerviosa.
Entré en pánico cuando sentí sus grandes manos en mis brazos y me acercó a su cuerpo.
"¿Cómo pudiste hacerme esto, Eva?", preguntó en un tono peligroso.
Me estremecí al escuchar su voz áspera y ronca. Mi cerebro dejó de funcionar en ese mismo instante.