Novia del Señor Millonario
Cariño, déjalo y ven conmigo
El regreso de la esposa no deseada
Yo soy tuya y tú eres mío
Tesoro de CEO
La segunda oportunidad en el amor
Mi encuentro con un misterioso magnate
La venganza de la heredera genio oculta bajo la máscara
Mimada por el despiadado jefe clandestino
No me dejes, mi querida mentirosa
"Rachel, me das asco. ¡Vete al infierno ahora!".
En la cama tamaño king, el rostro del hombre era una máscara de furia absoluta, y sus ojos negros estaban ardiendo de odio puro. Las venas sobresalían en su frente y sus brazos mientras seguía retorciendo el esbelto cuello de la mujer.
Esta última aún estaba medio dormida, pero podía sentir que algo andaba mal, dado que, ¡no podía respirar!
En ese momento, Rachel Bennet abrió los ojos de par en par, todavía algo atontada por el sueño. Entonces, sintió un par de manos en su cuello, las cuales la estaban asfixiando. Debido a ello, se sintió confundida y consumida por el miedo y el pánico.
Una vez que sus pulmones comenzaron a implorarle aire, su instinto de supervivencia se activó. De inmediato, se llevó las manos a la garganta, tratando de defenderse de su atacante.
Sin embargo, el hombre no se apartó ni un centímetro. En lugar de eso, él apretó el agarre en su cuello, haciendo que la cara de la mujer se pusiera de un rojo intenso, y su visión se nublara.
¡Bam!
De repente, la puerta se abrió de par en par y el mayordomo entró corriendo. Su rostro palideció ante la escena que se estaba desarrollando frente a él, pero no perdió un segundo. Se apresuró a acercarse a la cama y agarró el brazo del hombre, gritando: "¡Señor Sullivan! ¡Señor Sullivan! ¡Por favor, suéltela ahora! ¡La está matando!".
"¡Ella merece morir!", exclamó el hombre, quien tenía una mirada desquiciada en sus ojos y apretaba los dientes con odio.
El mayordomo sabía muy bien que él no era capaz de detener al hombre físicamente, así que se arrodilló junto a la cama y comenzó a rogar por la vida de Rachel. "Señor Sullivan, ¡por favor! Si realmente la mata, su abuela se revolcará en su tumba. ¡Ella no podrá descansar nunca en paz!".
¿Abuela?
Al escuchar las palabras del mayordomo, Victor Sullivan finalmente aflojó un poco su agarre.
Así, Rachel aprovechó la oportunidad para escapar de sus manos, y se alejó arrastrándose rápidamente. Su espalda golpeó con fuerza contra la cabecera y se quedó allí acurrucada, mirando a Victor con los ojos muy abiertos y temerosos.
El mayordomo tomó el cambio de actitud del hombre como una señal para seguir persuadiéndolo, así que le dijo: "Señor Sullivan, ¡debe tener paciencia! Hoy su divorcio finalmente se hará oficial, ¡por lo que nunca tendrá que volver a verla! Pero por ahora, perdone su vida por el bien de su madre, ya que fue ella quien salvó a su abuela en una oportunidad, ¿lo recuerda? ¡Por favor, debe tranquilizarse!".
Victor pareció ver la razón que tenían las palabras de su mayordomo, pues de inmediato se levantó de la cama y se puso el pijama en silencio. Apenas terminó de hacerlo, se dio la vuelta y habló, con una voz tan fría como el hielo.
"Le diré a Ivan que traiga los papeles del divorcio hasta aquí. Fírmalos, y después de eso, lárgate. No quiero volver a ver tu cara nunca más en mi vida".
Así, con una última mirada llena de odio, salió de la habitación, seguido por el mayordomo.
Al instante, la puerta se cerró de golpe detrás de él, y el sonido lastimó los oídos de Rachel. Ella se cubrió con las sábanas, todavía en completo estado de impacto. Su rostro se encontraba mortalmente pálido, y su corazón latía con mucha fuerza en su pecho.
Entonces, bajó la cabeza y miró su cuerpo. De esa manera, se dio cuenta de que estaba completamente desnuda y moretones oscuros estropeaban su piel, la cual solía ser impecable.
La adrenalina que corría por sus venas había logrado mitigar el dolor hasta ese momento, pero cuando ya lo peor había pasado, Rachel sintió que le dolía todo el cuerpo. Tenía heridas por todas partes.
Ella no pudo encontrar ninguna ropa de mujer en el armario. Este contenía tan solo camisas de hombre y trajes negros.
Sin pensarlo más, ella tomó una camisa, junto con un par de pantalones de traje y se los puso. Los pantalones eran, en realidad, ridículamente grandes para ella, y se arrastraban por el piso.
Además de todo el malestar que ya tenía, podía sentir que se avecinaba un terrible dolor de cabeza. Luego, gimiendo, caminó hacia el sofá y se sentó. Una vez allí, inclinó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos. De inmediato, recuerdos que no le pertenecían comenzaron a inundar sus sentidos.
Unos segundos después, abrió los ojos de nuevo. Aquellos recuerdos le pertenecían a la antigua dueña de ese cuerpo, la mujer llamada Rachel. Después de ordenar las cosas en su mente, en completo silencio, finalmente llegó a dos conclusiones.
La primera era que había renacido, de Shelia Davis a Rachel Bennet.
Y la segunda fue quien había habitado ese cuerpo antes de ella era una chica cobarde que estaba locamente enamorada de Victor. Su madre se había enfermado y muerto algún tiempo atrás, y su padre no era más que un patético imbécil.
De repente, se escuchó un golpe en la puerta.
El sonido logró sacar a Rachel de su ensimismamiento. Entonces, una voz fría resonó del otro lado de la puerta. "¿Puedo pasar?", preguntó él.