Dixon
El rostro de esa bola de rizos azabaches le vino a la mente en cuanto su hermano mencionó su nombre: Chantal Robinson. El desagradable apellido le hizo mella en los agrios recuerdos que guardaba. Todo el personal de “Luxury Voices” aplaudía ante la noticia que Derek esparcía con entusiasmo en la oficina. Les contagiaba esa energía pura y luminosa que solamente él era capaz de desprender. La gran noticia era motivo de ovación y señal de que era hora de poner manos a la obra. Pronto se lanzaría la revista y ese proyecto por el que habían trabajado tanto cobraría vida.
–Demás está decir que todo tiene que estar impecable para el lanzamiento del primer número –explicó el rubio a todos los trabajadores–. Revisaré los avances de cada departamento personalmente –todos asintieron–. Pueden retirarse.
La oficina quedó vacía y en silencio. Derek lo observó por unos instantes y cambió la vista de forma desinteresada. Él se puso de pie y comenzó a caminar por la habitación como fiera enjaula delatando la impaciencia que crecía dentro de él. Negó y volvió a mirar al rubio que le sonreía con complacencia.
–¿No crees que la suerte está de nuestro lado? –dijo Derek abriendo los brazos–. Al fin el personal estará completo.
Sí, estaba completo, y debería sentirse feliz al respecto, pero no podía. El hecho de que precisamente ella fuera el eslabón que completaría la cadena, le hacía hervir la sangre.
–No, sabes que detesto la idea –espetó sin mucho cuidado con tono hastío.
–Lo que tú detestas no tiene nada que ver con la chiquilla, hermano –rodó los ojos–. Además, qué quieres que haga. Ella fue la ganadora del concurso.
–¡Que la mantengas alejada! Eso es lo que quiero que hagas –volvió a denigrar con impaciencia–. No veo la necesidad de tenerla rondando por aquí.