Muchas historias se entrelazan entre sí, muchas parejas se aman pero no siempre quedan juntas.
En el amor no hay barreras, son los sueños o es seguir a esa persona.
El dolor se apodera del corazón y aunque el amor lo cure, quedan cicatrices de por vida.
Nunca es tarde para arrepentirse, mientras sepas que es lo que quieres.
Que los secretos no hagan mal a nadie.
— Maya Briceño
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Iván Owen's
12 años
El calendario indica 27 de julio del 2030.
El sol aún se asoma por la ventana de mi habitación haciendo resaltar el color verde de las paredes y muebles, el reloj indica la 4 de la tarde, todo es paz y tranquilidad.
— ¿Has besado a alguien alguna vez? — esa pregunta me saca de quicio. Miro a la rubia teñida de 15 años sentada a unos cuantos metros de mi escritorio.
— ¿Viniste a preguntar o hacer tu parte del trabajo?
Aquella chica fue asignada como mi compañera de trabajo por la profesora, al parecer quería que yo hiciera amigos, algo que no funcionará.
Se preguntarán por qué estoy haciendo un trabajo con una adolescente, simple, fue una estúpida idea de la profesora Johnson y porque al final mi madre Maximiliana aceptó que yo estudiara con chicos más mayores por mi inteligencia.
Claro, después de que los profesores le insistieran en que debía estar en un grado más avanzado.
La rubia seguía preguntando y hablando, por mi parte la ignoraba sin quitar la mirada de mi laptop.
De repente deje de escucharla y empecé a agradecer al cielo y a los dioses por tan hermosa paz. Pero no fue como lo pensé, la rubia movió mi silla giratoria y se puso frente a mí, su maquillaje la hacía ver más fea y más aún que estaba más cerca de mi rostro.
— ¿Entonces nadie te ha besado? — trago saliva cuando empezó a acercarse, la puerta se cerró haciendo que alejara a la rubia teñida.
— ¿Sabes qué? Lárgate, deja que yo haga todo el trabajo, pero lárgate y nunca vuelvas a poner tus sucias manos en mí.
No quería sonar grosero... Quería sonar grosero y molesto, pero al parecer no me salió.
La chica casi chillando se va, me levanto de mi silla y tomo el antibacterial.
— Dios sabrá que tenía esa — sacudo mi cabeza y salgo de mi habitación encontrándome a Tory sentada a un lado de mi puerta.
— Tory... — trate de sonar amable, alzó la mirada y con esos ojos marrones brillando hizo que mi corazón latiera. Se levantó y pasó a mi habitación, cerré la puerta y entre hasta sentarme en la cama donde ella se encontraba.
— ¿Alguna novia? — pregunta, fruncí las cejas hasta que entendí.
— ¿Qué?, Que horror, no, ¿cómo puedes pensar que alguien como esa puede ser mi novia? Que gustos tan feos, no.