Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey
Mi esposo millonario: Felices para siempre
El arrepentimiento de mi exesposo
Novia del Señor Millonario
Extraño, cásate con mi mamá
El réquiem de un corazón roto
No me dejes, mi pareja
El dulce premio del caudillo
Renacida: me casé con el enemigo de mi ex-marido
Los Mellizos del CEO
Después de unas horas finciendo amor frente a su jefe y de un pico después de decir "acepto", la noche pasó sin ningún otro contratiempo. Se marcharon en un Ford descapotable de los años sesenta y finalmente llegaron a la casa de Lionel. Tan pronto como pisaron el suelo, él la observó con aburrimiento y se giró para irse a dormir. No le gustaba estar rodeado de personas, a menos que fueran bailarinas en poca ropa.
-¡Oye! -protestó Alexa, pero él no se giró para seguir avanzando-. Se supone que estamos casados -murmuró temblorosa.
Finalmente, él se detuvo y Alexa se acercó a pasos firmes, rodeándolo. Lionel bajó la vista para fijarla en ella. Le resultó... ¿Bonita? Supuso que ese era un adjetivo acorde a esa mujer, aunque le parecía insoportable y aquello restaba la belleza que poseía.
-¿Qué? ¿Quieres acompañarme? -preguntó él. Ella levantó una ceja para negar, pero ya era tarde. Lionel la tomó entre sus brazos y la recostó sobre la pared. Una mano detrás de su cintura cayó hasta sus glúteos y los presionados.
Alexa rodó los ojos para darle un empujón.
-Al cabo que ni quería... puedo cogerme mujeres de verdad -se burló, pero no esperaba recibir un cachetazo de la dama.
Alexa observó sorprendida la mejilla roja de su ahora esposo. Su piel se volvió más pálida de lo normal y retrocedió un paso, luego otro. Lionel se limpió un hilo de sangre que caía en la comisura de sus labios y la vigilaba furioso.
Era raro verlo así. Corrió a su lado y la tomó del cuello con brusquedad. Poco a poco, Alexa pudo sentir que el oxígeno no pasaba por su garganta y que estaba quedándose sin aire.
-P-por favor... -suplicó, pero Lionel siguió presionando hasta que la soltó arrojándola al suelo. Se limpió el saco, como si ella lo hubiera ensuciado, y se dio la vuelta. Alexa, perpleja por haber sido estrangulada por su esposo, se levantó.
-¡Soy tu esposa! ¡Te gusta o no! -gritó a todo pulmón. Lionel se giró, buscó algo en su bolsillo y dijo:
-Bien. Diez, son diez mil dólares. El próximo mes te daré más, ahora vete. No me interesa tenerte en esta casa.
-Somos marido y mujer. Merezco y debo estar aquí -susurró con la voz quebrada y los ojos llenos de sufrimiento. Él le lanzó una sonrisa ladina mientras avanzaba, pero ella, a pesar de temblar por ese hombre, no se dejó intimidar.
-Entonces... -comentó mientras bajaba el cierre de su pantalón, sacando su enorme miembro frente a ella-... mételo en tu boca... -canturreó divertido. Lionel se río de la desgracia de aquella mujer. Y ella lo sabía. Una semana antes...
-Señorita Dominicke, necesito que me haga una encomienda urgente –murmura Lionel observando a su asistente, como siempre cabizbaja.
-Dígame señor... -susurró en un tono sumamente bajo. Aunque hay un volumen suficiente para que su jefe asintiera.
-Necesito una esposa –canturreó, mientras se acercaba a la chica. Alexa, lo observó perpleja sin comprender aquel pedido del todo.
"¿Una esposa?", se preguntó confusa.
-Q-qué? –preguntó, y en ese instante la capacidad para pensar, se había dispersado.