Prólogo
El piano resonaba suavemente en la habitación silenciosa, una melodía que Lucía había aprendido a sentir más que a oír. Sus dedos bailaban sobre las teclas, sus ojos cerrados y su mente en calma. Desde pequeña, la música había sido su refugio, su manera de decir al mundo todo lo que no podía expresar con palabras. No necesitaba oír el sonido; la vibración que recorría su cuerpo le era suficiente.