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Novia del Señor Millonario
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El dulce premio del caudillo
El réquiem de un corazón roto
Los Mellizos del CEO
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El gran regreso de la heredera despechada
Según la leyenda de Orión. Un chico llamado André era un pescador, su piel estaba quemada con el sol, aquellos risos despeinados estaban alborotados en su cabeza; aquella delgada silueta se mantenía en las playas cercanas. Durante el día pescaba peces o tiburones. Por las noches salía a buscar de los más esquicitos y famosos cangrejos azules que solos los podían encontrar durante la noche, ya que a través de la luna estos cangrejos emitían luz azul por el reflejo del brillo.
Antes de ir a pescar bajo las estrellas y la luz de la luna, iba a buscar a su novia Lía, quien continuamente lo acompañaba en su pequeña canoa verde llamada: Orión.
Mientras pescaban, el agua cayó sobre ellos, la marea estaba tan alta que volcó la pequeña canoa, el pie de Lía se enredó en el anzuelo que usaba André para atrapar los peces más grandes; ambos lucharon con no ahogarse, pero las olas eran demasiado bruscas y enormes que lograron lanzar la pequeña canoa sobre sus cuerpos. Un fuerte golpe causó una enorme herida en la cabeza de Lía. Ella quedó inconsciente cayendo en lo profundo del mar. El joven pescador logró tomar de su brazo impidiendo que se hundiera en las profundidades del océano.
Al llegar a la orilla logró llevarla hasta un doctor, por suerte no murió, pero tampoco despertó, estaba en un profundo sueño del cual no podía despertar. Aquella terrible tormenta había dañado a su querida novia. El golpe en su cabeza dañó completamente su cerebro causándole una hemorragia interna. La chica moría lentamente. Todas las noches le pedía al cielo para que ella despertara. Un viejo de la isla le dijo que sí pedía un deseo a la estrella de orión este se le cumpliría, pero la estrella era muy difícil de encontrar, solo aparecía si él lo deseaba con el corazón. André, desesperadamente iba continuamente a pescar, mirando al cielo, deseando con el corazón que su amada despertara y al fin pudieran ser como antes. Los días pasaron y la estrella nunca apareció… Imploró con lágrimas por ella, pero la dichosa estrella parecía alejarse más y más de él.
Una noche alguien corrió hasta la orilla de la playa y le advirtió que su novia estaba muriendo, el no hizo caso y esperó bajo el cielo que la estrella apareciera y cuando se dio por vencido. Miró en el agua un reflejo en el cielo, el cual nunca había visto en toda su vida, ninguna estrella podía compararse con ella. Rápidamente deseó que su amada Lía se sanara y al final pudiera estar con el cómo lo hacía siempre. Un colgante apareció en la orilla del mar, era tan deslumbrante y brillante que el joven André se acercó hasta él y lo tomó, en aquel colgante de oro con forma de corazón derretido brillaba como espejo. Al reverso tenía unas letras grabadas que decía: Vida por vida. Regalo del universo que puede volverse tu error. El chico no supo descifrar lo que aquellas letras significaban sin embargo corrió por toda la playa para poder ver si su amada había logrado obtener el milagro de la estrella.
Esa leyenda era muy popular aquí en la ciudad, pero nadie sabía si fue real o no. Por mi parte no conocía a nadie que hubiese visto a la estrella de Orión, para mí solo era una mentira que alguien escribió. Los hombres de hoy en día eran muy diferentes a ese chico pescador, en fin, debería estar estudiando para mis exámenes que leyendo historias sobre absurda magia de fantasía.
No sé si realmente quería aventurarme en esta vida de adolescentes. No tenía opción. No me quería enamorar de cualquier chico, a decir verdad, los hombres de ahora eran unos idiotas. Soy Jade, tengo 17 años, no sé si realmente quiero ser mayor de edad, de pequeña es lo que siempre quise, ahora quiero detener el tiempo y quedarme justo aquí. Mi cuerpo no es para morirse, no poseo de un cuerpo perfecto, más bien tengo una silueta delgada ojos cafés claro, cabello a la altura de los hombros, piel bronceada y mido un metro sesenta. Y ahora me encontraba en una de las mesas rojas de aquel frio y bonito cafetín donde a menudo venia con mis dos mejores amigas a comer y a chismear un poco de nuestros amores.
—Mina, Jack es un tonto, a un no entiendo cómo es que andas con él —Comenté un poco irritada.
—Tu no lo conoces tanto como yo, sé que para el soy la única —Se defendió.
Los argumentos de Mina me tenían un poco molesta, no podía creer que le creyese todas las mentiras que a diario le decía su novio Jack, era obvio que se la pasaba coqueteando con mujeres incluso mayores que él, sin contar las veces que salía de noche a beber, y en ocasiones se drogaba ósea no era un buen chico. Era un vago, alcohólico y mujeriego sin contar lo machista y mentiroso que era.
—Cariño, apuesto que se lo dice a todas. Despierta y termina con él.
—¿Cuál es tu problema? De todas formas, soy yo su novia, así que no te metas en mi vida —Agregó.
—Soy tu amiga y lo único que quiero es que no salgas lastimada.
—Jack no es como Queensland.
Genial, quería por una vez dejar de pensar en Queensland y justo lo trae a la mente. Queensland era un idiota, lo odiaba desde hace años, había una larga historia detrás de aquel rostro bonito y cautivador; al principio pensé que era un buen chico, pero definitivamente no lo era.
Esta conversación se estaba tornando un poco hiriente y fría. Al rescate llegó Agra mi otra amiga, ella era la más alta de estatura y mucho más mayor que ambas, su piel era morena y su cabello era afro, admiraba sus ojos marrones y labios carnosos, su figura era mucho mejor que la mía, yo a su lado parecía una tabla.
—¿Qué pasa? ¿peleando de nuevo? Mina, tu novio está afuera. Yo que tú le diría que se largara —Mencionó mientras tomaba una papa frita que estaban en un canasto sobre la mesa.