Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey
Destinada a mi gran cuñado
Demasiado tarde para arrepentirse: La heredera genio brilla
Enamorarme de nuevo de mi esposa no deseada
Novia del Señor Millonario
Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón
Mi esposo millonario: Felices para siempre
Regreso de la heredera mafiosa: Es más de lo que crees
No me dejes, mi pareja
Una esposa para mi hermano
El evento de la noche era el centro de todas las miradas. Empresarios, inversores y prensa se reunían en el lujoso salón del Hotel Beaumont, donde la élite financiera celebraba una nueva fusión corporativa. Mesas decoradas con flores blancas, copas de cristal fino repletas de champagne y un sinfín de sonrisas calculadas daban el ambiente perfecto para cerrar tratos y fortalecer alianzas.
Ethan Lancaster, CEO de Lancaster Holdings, se movía por la sala con la seguridad de un hombre que sabía que pertenecía a la cima del mundo. Su traje negro hecho a medida caía sobre su cuerpo con perfección, y su mirada afilada escaneaba a los presentes con un aire de indiferencia. Sabía que todos querían hablar con él, convencerlo de sus propuestas, y él, con su eterna paciencia limitada, fingía interés mientras su asistente le susurraba nombres y detalles al oído.
Sin embargo, lo que realmente mantenía su atención no estaba en las negociaciones que lo rodeaban.
A unos metros de distancia, rodeado de un pequeño grupo de empresarios, estaba Adrien Moreau, el CEO de Moreau Enterprises, su mayor rival. Cada vez que coincidían en un evento, la atmósfera se cargaba de tensión. Ethan no podía evitar que su mandíbula se tensara al verlo sonreír con esa arrogancia característica, con ese aire de superioridad que tanto lo irritaba. Adrien estaba vestido con un elegante traje azul marino, su postura relajada y segura, con una copa de vino en la mano mientras conversaba con naturalidad.
Se detestaban. O al menos, eso era lo que le mostraban al mundo.
-Parece que Moreau no pierde oportunidad de llamar la atención -murmuró su asistente, observando la escena con el mismo desdén que Ethan.
-Es lo único en lo que es bueno -respondió Ethan, con una media sonrisa sarcástica.
En el fondo, sabía que eso no era cierto. Adrien era brillante, tan astuto como despiadado en los negocios, y cada victoria que obtenía era bien merecida. Pero admitirlo en voz alta sería un error.
Antes de poder ignorarlo por completo, Adrien giró la cabeza y sus miradas se encontraron. Fue un instante fugaz, pero cargado de significado. Ethan vio la ligera elevación de la ceja de Adrien, ese gesto que solo usaba con él, acompañado de una sonrisa sutilmente provocadora. Era un desafío silencioso.
Ethan desvió la mirada, pero su corazón latió con un ritmo molesto.
⸻***
Horas después, el evento había terminado, pero ni Ethan ni Adrien se habían marchado con los demás invitados. En la planta más alta del hotel, en una suite que ninguno debería haber reservado, la atmósfera era completamente distinta.
Ethan estaba contra la pared, atrapado entre los brazos de Adrien, el calor entre ellos sofocante. Sus bocas se buscaban con desesperación, con rabia contenida, con el deseo acumulado de semanas de encuentros robados.
-Eres insoportable -murmuró Ethan contra sus labios, su voz ronca de deseo y frustración.
Adrien sonrió, deslizando sus dedos por el cuello de su rival antes de apretarlo ligeramente, como si estuviera tentado de hacerle perder el control.
-Y aun así, no puedes mantenerte alejado de mí -susurró, con esa confianza que lo volvía aún más insoportable.
No lo admitiría. Nunca.
Porque en cuanto salieran de esa habitación, en cuanto volvieran al mundo real, serían nuevamente Ethan Lancaster y Adrien Moreau, los dos CEOs que se odiaban públicamente.
Y nadie podía saber la verdad.
El aire en la suite estaba cargado de una electricidad que Ethan conocía demasiado bien. No era la primera vez que se encontraba en esta situación, con Adrien presionándolo contra una superficie, con la piel ardiendo bajo sus caricias. No era la primera vez que se juraba a sí mismo que sería la última.
Pero como siempre, estaba aquí otra vez.
Las manos de Adrien se deslizaron bajo su camisa, los dedos rozando su piel con una familiaridad peligrosa. Ethan cerró los ojos por un segundo, tratando de recordar por qué esto era una mala idea. Pero cuando sintió los labios de Adrien recorrer la línea de su mandíbula, la razón quedó en un segundo plano.
-Eres un maldito imbécil -susurró Ethan, su voz apenas un gruñido.
Adrien soltó una risa baja, su aliento cálido contra su piel.
-¿Y eso te detiene?
Ethan no respondió. No podía. Porque la respuesta era no.
⸻***
Horas después, la habitación estaba en penumbras. Ethan yacía en la cama, con la sábana apenas cubriendo su cintura, observando el techo mientras su mente procesaba lo que acababa de ocurrir... otra vez. A su lado, Adrien se incorporó con una tranquilidad irritante, como si no tuvieran una guerra no declarada cada vez que estaban en público.
-Deberíamos dejar de hacer esto -dijo Ethan sin mirarlo.