Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey
Mi esposo millonario: Felices para siempre
El arrepentimiento de mi exesposo
Novia del Señor Millonario
No me dejes, mi pareja
Destinada a mi gran cuñado
Regreso de la heredera mafiosa: Es más de lo que crees
Diamante disfrazado: Ahora mírame brillar
Renacida: me casé con el enemigo de mi ex-marido
Extraño, cásate con mi mamá
Andrea escapó con la agilidad de una gacela, escuchando la risa descontrolada de su hermana Sara a sus espaldas. El patio se convirtió en un pésimo refugio para esconderse de la ira de su hermana por usar sus botas nuevas sin permiso.
La sorpresa la detuvo en seco al ver a Efraín, el mayor de los tres, descender de su Jeep con una gracia despreocupada, pero no se detuvo. No podía.
Su hermano mayor se puso las manos en las caderas, pero sustituyó su ceño fruncido por una amplia sonrisa cuando Sara le disparó un chorro de agua directo al pecho para que se quitara del camino. Ella era así de vengativa.
-¡Ey, ustedes dos! -exclamó riendo-. ¿Quién empezó?
-¡Fue Sara!
-¡Fue Andrea! Siempre es ella -acusó Sara sin bajar la pistola de agua-. Es una consentida y le daré una lección.
Andrea, en un acto de desafío, le sacó la lengua a Sara y ejecutó un baile burlón azotando su trasero para provocarla. Pero al girar, chocó de frente contra un duro pecho.
El dueño de ese compacto muro de piel, la sostuvo por la cintura para evitar que cayera de espaldas.
-¿Estás bien? -preguntó él sin poder disimular la diversión en sus lindos y extraños ojos claros salpicados con diminutas motas verdes.
El rubor invadió su rostro, y la vergüenza se intensificó al seguir la atención de su mirada hacia su blusa empapada, y la oscuridad de sus pezones debido a la transparencia de la tela.
Andrea intentó responder con soltura, demostrar que era toda una universitaria de primer año, pero solo pudo balbucear una extraña respuesta.
Su hermano mayor la rescató de semejante humillación al envolverla en un abrazo protector. Pero le revolvió el cabello como a una chiquilla, antes de soltar su famoso:
-Renacuajo, ¿acaso no me vas a saludar?
Era imperdonable que sus hermanos la humillaran así delante de un desconocido.
-¿Cuándo llegaste? -dijo dándole un beso en la mejilla y fingir que nadie escuchó el horrible apodo que le pusieron desde que estaba en preescolar.
-Hace unas horas. Les presento a Javier Herrera, un amigo.
-Encantado -respondió Javier, estrechando la mano y besando la mejilla de Sara.
Su hermana se sonrojó y Andrea pensó que Sara era una tonta por comportarse así.
-Lo mismo digo. Adelante. Estoy segura de que mamá querrá organizar una fiesta para darles la bienvenida.
Andrea resopló cuando Sara la miró con burla al pasar a su lado. Mientras los dos avanzaban, aprovechó para lanzarle agua en la cara a Andrea y susurrar con una sonrisa triunfante:
-El bolso y las zapatos que pediste ahora son míos, Renacuajo.
Javier volteó y ella desvió la mirada.
No era justo. La tía Susie envió una decena de vestidos y maquillaje para Sara, y todos sabían la debilidad que Andrea sentía por los diseños de Jimmy Choo.
-Te compraré otro par de botas.
-No, gracias -respondió Sara-. ya tengo lo que quiero.
-Eres una tramposa -murmuró Andrea con resentimiento, y la miró de reojo, preguntándose si también había encontrado los aretes a juego que pidió.
-Shh, ya deja de quejarte. Mejor hablemos de algo importante. ¿Sabes quién es él?
Andrea negó con desdén, qué le importaba. Ni siquiera era guapo.
Juntas se escabulleron alrededor de la casa, evitando la mirada reprobatoria de su madre.
La cocinera, ocultando una sonrisa, les hizo señas para que atravesaran la cocina con rapidez. Corrieron por el pasillo de servicio y subieron las escaleras hacia sus habitaciones.
La de Andrea era la primera y Sara la siguió dentro.
-Ya deja el misterio, habla. -Se quitó los tenis mojados y buscó en su armario algo que su madre considerara adecuado para bajar.
-Escuché a papá hablar sobre el hijo de un hotelero que serviría de aval para Efraín.
Su padre debía estar arrepentido de haberle puesto esa condición a su hermano para aprobar que no siguiera sus pasos como financiero y se dedicara a la construcción.
-Wow, debe tener mucho dinero. - Andrea entrecerró los ojos hacia su hermana-. ¿Acaso te gusta?
-Tiene propiedades por todo el mundo.
-No fue lo que pregunté.
-No seas tonta -dijo riendo y le lanzó su camiseta mojada antes de echarse a correr en sostén-. ¡No es mi tipo!
Andrea sonrió, a Sara le gustaba el hijo del jardinero, pero ella creía que nadie lo sabía.