El resonar de la lluvia golpeando las ventanas de la mansión Rossi creaba una sinfonía melancólica que se filtraba por cada rincón. Francesco, con la mirada perdida en el horizonte, recordaba las palabras de su abuelo Don Marco Rossi: «La vida es un laberinto, Francesco, y a veces, nos perdemos en las sombras».
Esa noche, las sombras se cerraron aún más. El sonido de unos tacones resonó en el pasillo, interrumpiendo los pensamientos de Francesco. Elena entró en la habitación en compañía de Dimitri, su rostro estaba palidecido y sus ojos parecían perdidos e inundados por el llanto.
—Elena, acabo de enterarme, —dijo Francesco con una expresión de tristeza y rabia. —Siento mucho lo de tus padres Elena, trabajaron para el abuelo y siempre fueron leales a la familia, no entiendo como sucedió. ¿Cómo estás?”
Elena apenas levantó la mirada. —Estoy totalmente sola, Francesco. La noticia fue como un golpe repentino, no sé qué haré sin mis padres, yo ni siquiera termine a la universidad, mi padre siempre quiso cuidarme y tratarme como a una princesa, eso era para él su princesa. — Respondió Elena entre sollozos mientras se aferraba a los fuertes brazos de Francesco.
En ese momento, Dimitri, que observaba todo con los brazos cruzados desde la puerta del despacho, intercedió. —Francesco, sé que esto es difícil, pero hay algo que debes saber. Antes de morir, el padre de Elena me pidió que hicieras un juramento.
Francesco frunció el ceño, intrigado. — ¿Un juramento? ¿De qué estás hablando?
Dimitri respiró hondo antes de continuar. —Me dijo que te hiciera prometer que protegerías a Elena en su ausencia. Y ahora, más que nunca, necesitará a alguien que la cuide, es frágil y está completamente sola, después de todo ustedes mantienen una relación clandestina, considero que es hora que enfrentes a tu abuelo y le te cases con Elena.
Las palabras de Dimitri resonaron en la habitación, dejando a Francesco perplejo. —Dimitri, no tienes por qué involucrarte en mis asuntos y mis decisiones, si no tienes más nada que decir es mejor que te retires, aunque nos conozcamos desde niño no debes olvidar cuál es tu lugar.
Dimitri bajó la mirada, mientras apuñaba una de sus manos. —No tengo nada más que decir, Francesco, los dejaré solos para que conversen.
Elena se levantó en cuanto Dimitri se marchó, la decepción destellaba en sus ojos. — ¿Qué diablos estás queriendo decir, Francesco?, entonces yo también debo ocupar mi lugar, también soy la hija de los peones de tu abuelo y de tu familia, pensé que ibas a cumplir la última voluntad de mi padre, que me amabas y lucharías por mí ahora que estoy completamente sola, al igual que Dimitri nosotros somos empleados y jamás podremos aspirar a más que eso, tendré que conformarme en satisfacer tus necesidades a espaldas de tu familia y salir de tu habitación como una cualquiera.
Francesco la miró fijamente. — ¡Elena, no vuelvas a decir eso! — Grito Francesco. —Te equivocas, Elena, tú eres diferente, hablaré con mi padre antes de hablar con mi abuelo, así tendré mucho más apoyo y si no lo aceptan, pues, declino a mi herencia y a todo lo que me corresponde por ser feliz contigo.
—No cariño, jamás me perdonaría que renunciaras a tu familia y todo lo que te pertenece por mi culpa, mejor habla con tu padre antes que salgan de viaje, así le daremos tiempo de pensar posteriormente cuando regresen hablaremos con el abuelo, ahora debo irme tengo que hacer los preparativos para el funeral, le pediré a Dimitri que me acompañe.
—Está bien, ve, mientras tanto, conversaré con mi padre.
La confusión invadía a Francesco mientras procesaba todo lo que sucedía y la inesperada revelación de Dimitri. — ¿Cómo sabía su padre que algo así sucedería? ¿Qué estaba pasando realmente? ¿Por qué los padres de Elena habían bajado la guardia para ser asesinados brutalmente?