La mansión Ivanov resplandecía con luces y decoraciones festivas. Era el cumpleaños número 70 del abuelo de Anya, Vladimir, y toda la familia se había reunido para celebrar.
Anya se paró frente al espejo, admirando su elegante vestido rojo que abrazaba sus curvas, esa noche era especial por dos razones: no solo compartiría la felicidad de sus amados abuelos, sino que también esperaba que su novio Misha le propusiera matrimonio después de años de noviazgo.
—Te ves hermosa, querida. —susurró su tía, abrazándola por detrás —Misha es un hombre afortunado.
Anya sonrió radiante —Gracias tía. Siento que esta noche será mágica.
Bajaron al gran salón donde la fiesta estaba en su apogeo. Familiares y amigos reían, bailaban y brindaban por la feliz pareja. Anya buscó a Misha entre la multitud, ansiosa por estar a su lado.
—Oye, ¿Has visto a Misha? —preguntó la mejor amiga de su prima Katya con una sonrisa maliciosa —quizás se cansó de esperar y fue a buscar compañía más... interesante.
Anya la fulminó con la mirada. Katya y sus amigas siempre habían estado celosas de su relación con Misha.
—Cierra la boca, víbora. Misha me ama.
La chica soltó una risa burlona y se alejó contoneándose. Anya sintió una punzada de inquietud. ¿Dónde estaba Misha? Decidida a encontrarlo, se abrió paso entre los invitados hacia las escaleras.
Subió al segundo piso y recorrió el pasillo, revisando cada habitación. Entonces escuchó ruidos sospechosos provenientes del baño principal. Con el corazón acelerado, abrió la puerta de golpe.
Lo que vio la dejó paralizada. Misha y Katya estaban teniendo sexo desenfrenado contra el lavabo, gimiendo y jadeando sin pudor.
—¡Malditos bastardos! —gritó Anya, sus ojos de llenaron de lágrimas de rabia y traición.
Misha y Katya se separaron bruscamente, intentando cubrirse con las toallas.
—A-Anya, mi amor, puedo explicarlo… —balbuceó Misha, pálido como un fantasma.
Pero Anya ya no escuchaba. El shock inicial se transformó en una furia ciega. Se lanzó hacia adelante y abofeteó a Misha con todas sus fuerzas.
—¡Hijo de puta! ¡Cómo pudiste hacerme esto, y con mi propia prima!
Katya sonrió con satisfacción.
—Acéptalo Anya, nunca fuiste suficiente mujer para satisfacer a Misha. Siempre venía a buscar en mí lo que tú no querías darle.
Anya se abalanzó sobre Katya, tirando de su cabello y arañando su cara.
—¡Zorra traicionera! ¡Siempre supe que eres una víbora ponzoñosa!
Misha intentó separarlas, pero Anya le dio un rodillazo certero en la entrepierna, haciéndolo doblarse de dolor.
—¡Al diablo con los dos! ¡Ojalá se pudran juntos en el infierno!
Y con esas palabras, Anya salió corriendo del baño, con el maquillaje corrido y el vestido desgarrado, ante las miradas atónitas de los invitados que se habían aglomerado atraídos por los gritos.
Humillada y destrozada, Anya huyó de la mansión sin mirar atrás. Su cuento de hadas se había transformado en una pesadilla grotesca. Necesitaba ahogar sus penas urgentemente en alcohol y olvido.
Anya entró al bar, con el corazón destrozado y la rabia corriendo por sus venas. El ambiente era oscuro y cargado de humo, perfecto para perderse y olvidar. Se sentó en la barra y le hizo una seña al cantinero.
—Vodka. Doble. Y que siga viniendo.
El cantinero, un hombre mayor con un bigote espeso, la miró con comprensión.
—Parece que alguien tuvo una noche de perros.
Anya soltó una risa amarga.
—No tienes idea.
—Bueno, aquí tienes tu medicina —el cantinero le sirvió un vaso generoso de vodka —cortesía de la casa. Parece que la necesitas.
—Gracias —Anya tomó el vaso y lo vació de un trago, sintiendo el líquido quemarle la garganta.
—Vaya, eso sí es saber beber —una voz profunda y masculina llamó su atención.
Anya giró y se encontró con un par de ojos verdes que la miraban con intensidad. El hombre era alto, de cabello oscuro y facciones cinceladas. Vestía un traje a medida que acentuaba su cuerpo atlético. Exudaba una confianza y un magnetismo animal que hizo que Anya se estremeciera.
—¿Acaso estás espiando a una dama en desgracia? —preguntó Anya, alzando una ceja.
El hombre sonrió de lado, con un gesto pícaro y seductor.
—No pude evitar notar a una mujer hermosa bebiendo como si quisiera olvidar hasta como se llama.