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La cazadora de Millonarios, las huellas del ayer

La cazadora de Millonarios, las huellas del ayer

La Pluma

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Capítulo

“En un mundo materialista el amor tiene que usar chequera”, es lo que pensaba Freda Denis, una joven huérfana que se abría paso en la vida amparada desde niña por un padrino desconocido. Un evento del destino la hace conocer al soltero millonario del momento: Arios Hudson, el cual queda impresionado con ella. Sin embargo, un misterioso grupo de mujeres conocidas como Las damas de Juno, se encargarán de educar chicas para cazar millonarios y el objetivo del momento es Arios, así que Freda entra en esa cacería sin saber que puede ser el arma perfecta para arruinar la carrera política de Arios y algo más… Su corazón. Vive esta apasionante novel en donde las huellas del ayer pueden marcar el hoy.

Capítulo 1 Introducción: Años antes

Todo en la vida deja una huella, buena o mala, todo depende de cómo lo mires y como lo sientas, pero si sigues el rastro de esas huellas puedes encontrarte a ti mismo.

Y todo comienza así…

Época presente

—¿Crees que no puedo hacerlo?

Preguntaba Harold Albert Litman a su bella esposa de 50 años.

Carol movió su bella cabellera rubia y le respondió:

—Estimo que no desearás dejar tu mansión por meterte a un Centro de ayuda Asistencial, no eres tan viejo, ni decrépito, bordeas los 68 años y además, Harold, eres muy gruñón.

Harold se colocaba su americana y miró a su bella esposa y añadió:

—Sepa usted señora Litman que puedo y lo voy a hacer me tienen harto, pago sus cuentas que son estrafalarias… Pago los desastres de tu hijo y encima no puedo hacer lo que yo quiera.

—Un Porsche no es común en un hombre de edad.

—¡Es mi dinero! ¡Lo he trabajado dólar a dólar, solo!—entonces gruñó diciendo—y ni una salchicha me puedo comer con mi esposa.

Eso era lo que más ofendía a Carol, el gusto de su esposo por lo vulgar, por volver al pasado y nunca soltarlo.

—Odio las salchichas.

—Odias muchas cosas, querida, odias mi Porsche plateado, odias mi gusto por las salchichas y también mi gusto por el filete Mignion de Terry´s.

Sí, odiaba ese aire de pasado en su esposo, no quería que todo eso volviera a ella.

—Mi hijo es un…

—Buen chico.

—Bueno, para nada, más que para pavonearse en eventos sociales y seducir chicas y comprarles joyas con mi dinero.

Doug escuchaba en la puerta y miraba las facturas que justo le iba a mostrar, “Mal momento, Doug, mal momento”.

Entonces la voz de su madre se escuchó preguntando:

—¿Entonces qué odias más de mí?

Harold, ni dudo en la respuesta y lo soltó como una blasfemia:

—Las damas de Juno.

Entonces Carol le respondió:

—No voy a dejar eso… Lo siento.

Tomó su maleta y pasó por delante de ella:

—¡Me voy!

Ella en tono desesperado le suplicó:

—¿Qué van a decir las chicas y tus amigos?

—Que me hartaron…

—No piensas en mí… No piensas en nadie más.

Él se detuvo y entonces le respondió todavía de espalda:

—He considerado esta familia y en esta casa desde hace 30 años, ahora recién voy a pensar en mí.

Salió por la puerta y Carol comenzó a llorar golpeándose los muslos de las piernas, Doug apareció y le dijo a modo de consuelo:

—Él volverá pronto…

—¿A quién se le ocurre comprarse un auto deportivo a los 68 años?

—Debe ser un retroceso…

Se levantó como un resorte y le dijo a su hijo:

—¡Otra mujer!

—Por favor, el viejo nunca haría algo como eso—dijo riendo.

—Tú no sabes nada—estalló—todos los hombres se inquietan una vez en la vida por otra mujer…

Ahí iba de nuevo su madre:

—Por eso es que hay mujeres como las damas de Juno, para darles otro aire a esos hombres…

Su hijo la abrazó, era más alto que ella y no era su madre realmente, de cierto era hijo de un amor fugaz de su padre, pero criado por esa mujer a quien veía como una santa, porque le prodigó todo el amor y todos los caprichos que él necesitaba y eran muchos.

—Madre, él nunca te reemplazará.

—Doug, hijo… Pronto va a realizarse una nueva iniciación para chicas de Juno y quería que él me apoyase.

—Yo te apoyo siempre, si me apoyas—sacaba de su saco unas facturas—si me apoyas con esto.

Ella lo miró tristemente, por cosas como esas es que su esposo se quería ir de la casa.

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