—¿Tienes claro todo lo que tendrás que hacer? —insiste el moreno por tercera vez.
Resoplo, ruedo los ojos y asiento.
Sus ojos oscuros me observan unos segundos más y dando un golpe seco en la mesa me entrega los papeles de mi libertad y sin dudarlo los firmo. Haría cualquier cosa por salir de aquí.
Llevo dos meses encarcelada por culpa de mi ex pareja. Estuvimos dos años juntos y jamás pensé que sería capaz de hacerme esto. Al final, luego de darme una golpiza que me hizo perder a nuestro hijo —dato que él ni siquiera sabe— me metió a la cárcel inculpándome de sus malditos delitos y aquí estoy ahora, firmando un acuerdo con la policía internacional de tráfico humano para acabar con una posible nueva red.
Mi misión es entrar a un exclusivo club de sexo en el que al parecer nada ilegal sucede pero una vez al mes el dueño ofrece una fiesta privada para gente de mucho poder aquí en Florencia y según sospecha la policía, ahí es donde se hacen las grandes ventas de mujeres.
Una alquiler mensual por grandes sumas de dinero y hasta la siguiente fiesta, esas chicas son de esos hombres. Mi trabajo es hacerme de fiar en el club y entregar información al respecto, con eso seré libre de vivir tras las rejas durante los siguientes diez años.
—Tienes solo este mes para que Samuel Straits te ofrezca su confianza —explica el oficial que me asignaron.
Es guapo, joven, moreno y tatuado. No parece un poli de su nivel pero sin embargo es la máxima autoridad en este sitio y por la gravedad de mi misión me lo han asignado a mí.
—Lo sé —murmuro poniéndome las prendas que están guardadas en la caja desde que me apresaron.