Ella
Laura estaba sentada sobre su cama cuando escuchó los toques en la puerta y esa vocecilla que le robaba la paz.
—Laurita, abre la puerta —llamó su tía. No entendía cómo podía hablar como si estuviera cantando. Laura abrió la puerta y esta empezó a hablar como una cotorra. —Laurita, Frank está en la sala esperando por ti. ¿No te dije que él venía a visitarte hoy?
«¡Lo que le faltaba! ¡Tener que atender a ese pedante!», pensó.
—Lo siento, tía. Pero me siento indispuesta.
—No me vengas con excusas. Arréglate y sal a recibir a Frank —le ordenó. Laura bufó con decepción y fastidio. Cerró la puerta tras de sí y se instaló en la cama de nuevo. «Que espere», pensó.