El Reclamo de Mi Vida

El Reclamo de Mi Vida

Gavin

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Capítulo

Mi futuro brillante estaba a punto de convertirse en realidad. Tenía diecinueve años, lista para el examen de admisión a la universidad de mis sueños, la UNAM. Pero todo se derrumbó cuando, durante el examen, mi mente se nubló, y la acusación de trampa, con "pruebas" en mi mochila, destruyó mi reputación. reporteros me acorralaron, mi hermanastra Lucía y su novio Ricardo, mi ex, se mostraron "preocupados", pero sus ojos brillaban con un triunfo apenas disimulado y una decepción fría. Mi padre me condenó con su silencio, mi universidad se volvió una fantasía, y mi vida se convirtió en un infierno de empleos mal pagados y miradas de desprecio. Mientras veía a Lucía florecer, heredar la fortuna y comprometerse con Ricardo, el dolor sordo en mi pecho crecía. Cinco años después, trabajando como mesera, los vi entrar, irradiando una felicidad obscena. Escuché a Lucía reírse, "La forma en que la droga que le diste en la leche la dejó completamente atontada. Fue el plan perfecto. Sin ella en el camino, todo ha sido mucho más fácil para nosotros" . Ricardo añadió, "Y pensar que esa tonta creyó que yo era su hermana. Nunca supo que todo lo que quería era quitarle todo lo que tenía" . Era la leche que Lucía me dio esa mañana del examen para "darme energía". La traición me golpeó como un huracán; furiosa, me abalancé sobre ellos, solo para ser empujada. Corrí ciega por las calles, llena de dolor y arrepentimiento, deseando una segunda oportunidad. Un chirrido de llantas, un destello, y luego, la oscuridad. Pero la oscuridad no fue el final. Desperté en mi cama, en mi habitación, cinco años en el pasado. La fecha en el calendario: el día del examen. Lucía entró, con su sonrisa angelical y un vaso de leche. Esta vez, no caeré. Esta vez, la historia la escribo yo, y mi venganza será dulce.

Introducción

Mi futuro brillante estaba a punto de convertirse en realidad.

Tenía diecinueve años, lista para el examen de admisión a la universidad de mis sueños, la UNAM.

Pero todo se derrumbó cuando, durante el examen, mi mente se nubló, y la acusación de trampa, con "pruebas" en mi mochila, destruyó mi reputación.

reporteros me acorralaron, mi hermanastra Lucía y su novio Ricardo, mi ex, se mostraron "preocupados", pero sus ojos brillaban con un triunfo apenas disimulado y una decepción fría.

Mi padre me condenó con su silencio, mi universidad se volvió una fantasía, y mi vida se convirtió en un infierno de empleos mal pagados y miradas de desprecio.

Mientras veía a Lucía florecer, heredar la fortuna y comprometerse con Ricardo, el dolor sordo en mi pecho crecía.

Cinco años después, trabajando como mesera, los vi entrar, irradiando una felicidad obscena.

Escuché a Lucía reírse, "La forma en que la droga que le diste en la leche la dejó completamente atontada. Fue el plan perfecto. Sin ella en el camino, todo ha sido mucho más fácil para nosotros" .

Ricardo añadió, "Y pensar que esa tonta creyó que yo era su hermana. Nunca supo que todo lo que quería era quitarle todo lo que tenía" .

Era la leche que Lucía me dio esa mañana del examen para "darme energía".

La traición me golpeó como un huracán; furiosa, me abalancé sobre ellos, solo para ser empujada.

Corrí ciega por las calles, llena de dolor y arrepentimiento, deseando una segunda oportunidad.

Un chirrido de llantas, un destello, y luego, la oscuridad.

Pero la oscuridad no fue el final.

Desperté en mi cama, en mi habitación, cinco años en el pasado.

La fecha en el calendario: el día del examen.

Lucía entró, con su sonrisa angelical y un vaso de leche.

Esta vez, no caeré. Esta vez, la historia la escribo yo, y mi venganza será dulce.

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El aroma a cilantro y la risa de Javier llenaban "El Sazón del Alma", nuestro sueño, nuestra vida. Éramos los chefs del momento en la Ciudad de México, nuestro amor, el ingrediente secreto. Pero una noche, una llamada helada lo cambió todo: Javier, accidente grave, Hospital Central. Corrí, cada semáforo en rojo era una tortura, cada minuto una eternidad. Al llegar, mi corazón se detuvo: Javier en la cama y, a su lado, Valentina Díaz, mi eterna rival, aferrada a su mano con asquerosa familiaridad. "Cuidando a mi prometido, ¿tú qué crees?". Ella sonrió, viperina. "Javier, ella es Sofía, una empleada obsesionada. Sácala, me duele la cabeza". Javier me miró con fastidio: "No sé quién eres, ¡lárgate!". Fui arrastrada del hospital, humillada, rota. Valentina, susurró: "Él es mío, y el restaurante también. Te quedarás sin nada". Los días siguientes fueron un infierno: me quitaron todo, me dejaron en la calle. Pero en la oscuridad, una pequeña luz: estaba embarazada. Un pedacito de Javier y mío. Con la prueba en mano, lo busqué para compartirle la noticia, pero él, aún bajo el hechizo de Valentina, me empujó, negando a nuestro hijo. Días después, un coche me atropelló. Desperté en el hospital, y el doctor me dio la noticia: "Perdiste al bebé". El mundo se desmoronó. Esa noche, el destino me reveló la cruel verdad: Valentina, en una llamada telefónica, confesó que todo era un plan, que la amnesia de Javier era temporal, que me había robado a mi esposo, mi restaurante y, ahora, a mi hijo. No había lágrimas, solo una calma helada. Dejé una nota a mi madre y me fui, sin mirar atrás. En la soledad de un pueblo costero, sanaba, o eso creía, hasta que Javier apareció, buscando llevarme de vuelta a una macabra farsa para "salvar" a Valentina. No entendía cuándo se había convertido en su títere. Cuando se fue, el doctor Ricardo me reveló la verdad: Valentina planeaba extirparme el corazón, literalmente. Fui secuestrada, atada a una silla, mientras mi sangre fluía en lo que creí era un trasplante para ella, y Javier... Javier la miraba con amor, ajeno a mi tormento. Al salir, Javier me ofreció dinero, humillándome. Rechacé sus sucias monedas y le juré que no me pisotearían más. Su boda era inminente. Intenté luchar, pero él, ciego, se puso de lado de Valentina, enviándome al "Pozo de las Lamentaciones", una prisión de torturas. Allí, padecí el silencio, la vanidad, el frío, la soledad y el arrepentimiento. Luego, él apareció de nuevo, llevándome a su mansión, una jaula dorada. Y escuché la verdad: Valentina necesitaba un trasplante, ¡y querían mi corazón! Me desmayé. Al despertar, era el día de su boda. Destrocé cada foto de nuestro pasado y arrojé nuestro dije del sol. Sofía Rojas, la enamorada, moriría ese día. No dormiría. A medianoche, Javier entró, susurró promesas vacías, un beso de Judas en mi frente. Me fui, dejándolos en el altar, caminé hacia el Puente del Olvido, bebí el Agua del Leteo. Me arrojé al río, un paso hacia la libertad. El mundo se desvaneció. Para él, yo ya no existía. En su desesperación, Javier corrió al río, pero era tarde. La guardiana le reveló: "La mujer que buscas ya no existe, te ha olvidado para siempre". El golpe lo destrozó. Quiso seguirme, pero no lo dejaron. Valentina llegó, furiosa por ser abandonada en el altar, y la guardiana, revelada como una deidad, la desenmascaró: era una traidora cósmica. El odio de Javier explotó al ver las visiones de su engaño, cada cruel manipulación. La justicia divina actuó: Valentina fue borrada de la existencia. Javier, sentenciado a cien vidas de sufrimiento, a perder su amor una y otra vez. Y yo, la Señora de los Soles, renacida y sin recuerdos, fui designada para supervisar su castigo.

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