Amor Traicionado, Vida Reconstruida

Amor Traicionado, Vida Reconstruida

Gavin

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Capítulo

Las fotos de Mateo y la mujer que él llamaba su "amiga de la infancia" inundaron cada pantalla de la oficina. Esa misma noche lo esperé hasta la medianoche, solo para recibir un mensaje frío: "Tengo trabajo extra". Su "trabajo extra" era consolar a su querida Isabella, con una ternura que a mí, su esposa, ya no me mostraba. No era la primera vez: durante el año de nuestro matrimonio, cada vez que ella se sentía mal, él corría a su lado, sin importar la hora o ignorando mi existencia. Se decía que este infierno comenzó con una mentira mía, para salvar su vida, y yo pagaría el precio. En medio de los susurros de lástima y burla de mis colegas: "¿Pobre Sofía, siempre esperando a un hombre que prefiere a otra?", ella irrumpió en mi oficina. Con los ojos rojos e hinchados, Isabella me abofeteó. "¡Porque eres una desvergonzada! ¡Sabías que Mateo y yo estábamos juntos anoche y aun así lo llamaste sin parar!", gritó, y en ese instante, él apareció. Mateo me miró, vio mi mejilla roja, y por un microsegundo, creí ver preocupación. Pero se desvaneció, reemplazada por la fría acusación: "¿Por qué no aprendes la lección? ¿Por qué siempre provocas a Isabella?". Luego, ante la mirada de todos, me humilló aún más: "Todos saben cómo me obligaste a casarme contigo con un embarazo falso. Por tu culpa, Isabella sufrió. Te debo mi vida, sí, pero a ella le debo toda una vida de felicidad y protección". Mi corazón, que latía solo para él, se sentía como una piedra muerta en mi pecho. Esa noche, preparé la cena, encendí velas, me puse el camisón que le gustaba, con una tonta esperanza de que todo se arreglara. Llegó pasada la medianoche, su rostro una máscara de indiferencia: "¿Cena romántica? Después de lo que hiciste hoy, no quiero verte. Vete a la habitación de invitados". Al día siguiente, me llegó la noticia: "Ha sido suspendida de sus funciones". Era orden de él, claro, "para que pensara en lo que hice". Y luego, lo peor: "Tu proyecto, el que te costó meses de tu vida, se lo hemos dado a Isabella". "¿Por qué, Mateo? ¿Por qué haces esto?", pregunté, con lágrimas descontroladas. Me acarició el pelo con una dulzura cruel: "Te debo mucho a Isabella. Por tu culpa, ella sufrió. Y como mi esposa, debes apoyarme. Me estás cansando". Dos semanas de silencio, ella arruinaba mi proyecto, y él preparaba un engaño aún mayor. Cuando me mostró la declaración falsa que debía firmar, asumiendo la culpa de todo, me negué. "No voy a renunciar. ¡Amo mi trabajo!". Su respuesta fue un susurro brutal, el golpe final: "Entonces, nos divorciamos". La palabra "divorcio" resonó, un arma que sabía que me destrozaría. ¿Cómo iba a saber él, que lo único que quería de él era su amor? Con la mano temblaba, firmé mi sentencia. Mi carrera, mi reputación, todo se derrumbó. Me convertí en la villana. Mi única esperanza, nuestro hijo, me fue arrancado con las palabras más crueles jamás dichas. "¡Tu muerte sería la única forma de redimirte por el daño que le causaste a ella!" Lo perdí todo, solo para darme cuenta que estaba viva, y era libre. La vida me dio una nueva oportunidad para amar, y mirar hacia el futuro.

Introducción

Las fotos de Mateo y la mujer que él llamaba su "amiga de la infancia" inundaron cada pantalla de la oficina.

Esa misma noche lo esperé hasta la medianoche, solo para recibir un mensaje frío: "Tengo trabajo extra".

Su "trabajo extra" era consolar a su querida Isabella, con una ternura que a mí, su esposa, ya no me mostraba.

No era la primera vez: durante el año de nuestro matrimonio, cada vez que ella se sentía mal, él corría a su lado, sin importar la hora o ignorando mi existencia.

Se decía que este infierno comenzó con una mentira mía, para salvar su vida, y yo pagaría el precio.

En medio de los susurros de lástima y burla de mis colegas: "¿Pobre Sofía, siempre esperando a un hombre que prefiere a otra?", ella irrumpió en mi oficina.

Con los ojos rojos e hinchados, Isabella me abofeteó.

"¡Porque eres una desvergonzada! ¡Sabías que Mateo y yo estábamos juntos anoche y aun así lo llamaste sin parar!", gritó, y en ese instante, él apareció.

Mateo me miró, vio mi mejilla roja, y por un microsegundo, creí ver preocupación.

Pero se desvaneció, reemplazada por la fría acusación: "¿Por qué no aprendes la lección? ¿Por qué siempre provocas a Isabella?".

Luego, ante la mirada de todos, me humilló aún más: "Todos saben cómo me obligaste a casarme contigo con un embarazo falso. Por tu culpa, Isabella sufrió. Te debo mi vida, sí, pero a ella le debo toda una vida de felicidad y protección".

Mi corazón, que latía solo para él, se sentía como una piedra muerta en mi pecho.

Esa noche, preparé la cena, encendí velas, me puse el camisón que le gustaba, con una tonta esperanza de que todo se arreglara.

Llegó pasada la medianoche, su rostro una máscara de indiferencia: "¿Cena romántica? Después de lo que hiciste hoy, no quiero verte. Vete a la habitación de invitados".

Al día siguiente, me llegó la noticia: "Ha sido suspendida de sus funciones".

Era orden de él, claro, "para que pensara en lo que hice".

Y luego, lo peor: "Tu proyecto, el que te costó meses de tu vida, se lo hemos dado a Isabella".

"¿Por qué, Mateo? ¿Por qué haces esto?", pregunté, con lágrimas descontroladas.

Me acarició el pelo con una dulzura cruel: "Te debo mucho a Isabella. Por tu culpa, ella sufrió. Y como mi esposa, debes apoyarme. Me estás cansando".

Dos semanas de silencio, ella arruinaba mi proyecto, y él preparaba un engaño aún mayor.

Cuando me mostró la declaración falsa que debía firmar, asumiendo la culpa de todo, me negué.

"No voy a renunciar. ¡Amo mi trabajo!".

Su respuesta fue un susurro brutal, el golpe final: "Entonces, nos divorciamos".

La palabra "divorcio" resonó, un arma que sabía que me destrozaría.

¿Cómo iba a saber él, que lo único que quería de él era su amor?

Con la mano temblaba, firmé mi sentencia.

Mi carrera, mi reputación, todo se derrumbó.

Me convertí en la villana.

Mi única esperanza, nuestro hijo, me fue arrancado con las palabras más crueles jamás dichas.

"¡Tu muerte sería la única forma de redimirte por el daño que le causaste a ella!"

Lo perdí todo, solo para darme cuenta que estaba viva, y era libre.

La vida me dio una nueva oportunidad para amar, y mirar hacia el futuro.

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Isabella "Isa" Montes, una talentosa cocinera de origen humilde en Medellín, creyó haber encontrado el amor perfecto junto a Mateo Velarde, el apuesto heredero de una de las familias más influyentes de Bogotá. Tras un noviazgo intenso que superó barreras sociales, se casaron y se sumergieron en una vida de ensueño y comodidades, donde cada detalle parecía confirmar un amor idílico. Pero la burbuja se reventó brutalmente: Isa descubrió que Mateo mantenía una doble vida con su exnovia, Carolina Sáenz, con quien tenía dos hijos gemelos. Peor aún, él financiaba secretamente a esta otra familia, transformando su supuesta historia de amor en una farsa calculada. La devastadora revelación no solo le causó un aborto espontáneo sino que desató una campaña de humillación sin fin por parte de Carolina, quien la acosaba con videos íntimos de Mateo, mostrando impúdicamente su doblez. Cada regalo, cada promesa de amor, cada lugar especial compartido con Mateo, era profanado, replicado cínicamente con su "otra" familia. Las frías miradas de la alta sociedad y el silencio cómplice de la familia Velarde solo acrecentaban el tormento, mientras Mateo seguía actuando como si nada ocurriera. ¿Cómo podía alguien, a quien amó tan profundamente, ser capaz de una traición tan vil y sistemática? La mezcla de dolor, asco y una desesperación helada se instaló en su pecho, ahogando su respiración. Un vacío insuperable la consumía, dejando solo la cruda certeza de una mentira insostenible. En el abismo de esta traición, y con la inminente llegada de un hijo que la ataría aún más a la mentira, Isa vislumbró su única salida: fingir su muerte. Un trágico accidente aéreo en el Caribe sería su billete de escape, la única forma de recuperar su vida y romper para siempre con la asfixiante obsesión de Mateo. "El plan sigue en pie, necesito salir de aquí", sentenció con voz firme.

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