En vísperas de nuestro décimo aniversario, mi esposa Sofía propuso nuevas fotos de boda. Quería "compensar arrepentimientos" y "celebrar mi arduo trabajo", pensé ingenuamente que el amor renacía de las cenizas. Pero en la fiesta de aniversario, mi retrato nupcial apareció saboteado con una sola palabra: "la otra". La humillación pública fue solo el inicio, con Mateo, el joven asistente de Sofía, riéndose en mis narices, y luego, compartiendo su "amor" con mi esposa descaradamente en redes sociales. La bajeza de Sofía, quien me acusó de "acosar" a su amante y me exigió disculpas, mientras yo descubría más engaños y mentiras, era insoportable. Me di cuenta de que mi paciencia y sumisión, que creí amor, solo habían sido herramientas para que ella me pisoteara, incluso usando la muerte de nuestro hijo como arma. Fue entonces, con la voz quebrada pero firme, que le dije: "Sofía, divorciémonos."
En vísperas de nuestro décimo aniversario, mi esposa Sofía propuso nuevas fotos de boda.
Quería "compensar arrepentimientos" y "celebrar mi arduo trabajo", pensé ingenuamente que el amor renacía de las cenizas.
Pero en la fiesta de aniversario, mi retrato nupcial apareció saboteado con una sola palabra: "la otra".
La humillación pública fue solo el inicio, con Mateo, el joven asistente de Sofía, riéndose en mis narices, y luego, compartiendo su "amor" con mi esposa descaradamente en redes sociales.
La bajeza de Sofía, quien me acusó de "acosar" a su amante y me exigió disculpas, mientras yo descubría más engaños y mentiras, era insoportable.
Me di cuenta de que mi paciencia y sumisión, que creí amor, solo habían sido herramientas para que ella me pisoteara, incluso usando la muerte de nuestro hijo como arma.
Fue entonces, con la voz quebrada pero firme, que le dije: "Sofía, divorciémonos."
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