Mi Vientre, Mi Dolor

Mi Vientre, Mi Dolor

Gavin

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Capítulo

El olor a llanta quemada y a tierra mojada me advirtió del dolor que estaba por venir. Abrí los ojos para ver las luces deslumbrantes de un coche acercándose, y el claxon resonando en aquella noche lluviosa. Estaba reviviendo el accidente, otra vez, el instante exacto antes de que todo se destruyera. Ricardo, mi prometido, aferraba el volante con furia, mientras Sofía, mi mejor amiga y testigo de nuestro amor, gritaba desde el asiento trasero. Pero esta vez, el terror en mi pecho no era por el inminente impacto; era por la traición que acababa de descubrir. Un video anónimo, recibido minutos antes de partir, revelaba que yo era solo un "escalón" para Ricardo, una "sedán familiar" mientras Sofía era su "Ferrari". El golpe llegó, brutal, un estruendo de metal y cristales rotos. Con la cabeza golpeada y la sangre escurriendo por mi sien, vi a Ricardo ignorarme, lanzándose hacia Sofía, jurándole amor y consuelo mientras yo me desangraba a su lado. Incluso los paramédicos y la gente del pueblo, manipulados por su desesperada actuación, me señalaron como la culpable, la "prometida celosa" que había provocado la tragedia. Luego, en la ambulancia, el verdadero horror: un dolor punzante en mi vientre y una humedad cálida entre mis piernas me confesaron la devastadora verdad. No solo perdía a mi prometido y a mi mejor amiga; perdía a mi bebé, la única luz en mi oscuridad. En el hospital, el desprecio de Ricardo fue la estocada final. Cuando le supliqué: "Creo que estoy perdiendo al bebé", él soltó una risa cruel. "¿El bebé? No seas ridícula, Ximena. Siempre tan dramática. Buscando atención a cualquier costo". Su padre me amenazó con demandas, y mi propia madre me dio la espalda, cegada por la influencia de su familia. Me empujó con violencia, dejándome caer y golpear mi cabeza, mientras sus palabras heladas resonaban: "Tú te buscaste esto, Ximena. Tú y tus mentiras". Humillada, herida y abandonada por todos, la Ximena ingenua y enamorada murió. Pero en ese dolor y ese vacío glacial, nació una nueva resolución: si no me daban justicia, la tomaría yo misma. No buscaría piedad; buscaría la verdad que ellos intentaban enterrar.

Introducción

El olor a llanta quemada y a tierra mojada me advirtió del dolor que estaba por venir.

Abrí los ojos para ver las luces deslumbrantes de un coche acercándose, y el claxon resonando en aquella noche lluviosa.

Estaba reviviendo el accidente, otra vez, el instante exacto antes de que todo se destruyera.

Ricardo, mi prometido, aferraba el volante con furia, mientras Sofía, mi mejor amiga y testigo de nuestro amor, gritaba desde el asiento trasero.

Pero esta vez, el terror en mi pecho no era por el inminente impacto; era por la traición que acababa de descubrir.

Un video anónimo, recibido minutos antes de partir, revelaba que yo era solo un "escalón" para Ricardo, una "sedán familiar" mientras Sofía era su "Ferrari".

El golpe llegó, brutal, un estruendo de metal y cristales rotos.

Con la cabeza golpeada y la sangre escurriendo por mi sien, vi a Ricardo ignorarme, lanzándose hacia Sofía, jurándole amor y consuelo mientras yo me desangraba a su lado.

Incluso los paramédicos y la gente del pueblo, manipulados por su desesperada actuación, me señalaron como la culpable, la "prometida celosa" que había provocado la tragedia.

Luego, en la ambulancia, el verdadero horror: un dolor punzante en mi vientre y una humedad cálida entre mis piernas me confesaron la devastadora verdad.

No solo perdía a mi prometido y a mi mejor amiga; perdía a mi bebé, la única luz en mi oscuridad.

En el hospital, el desprecio de Ricardo fue la estocada final.

Cuando le supliqué: "Creo que estoy perdiendo al bebé", él soltó una risa cruel.

"¿El bebé? No seas ridícula, Ximena. Siempre tan dramática. Buscando atención a cualquier costo".

Su padre me amenazó con demandas, y mi propia madre me dio la espalda, cegada por la influencia de su familia.

Me empujó con violencia, dejándome caer y golpear mi cabeza, mientras sus palabras heladas resonaban: "Tú te buscaste esto, Ximena. Tú y tus mentiras".

Humillada, herida y abandonada por todos, la Ximena ingenua y enamorada murió.

Pero en ese dolor y ese vacío glacial, nació una nueva resolución: si no me daban justicia, la tomaría yo misma.

No buscaría piedad; buscaría la verdad que ellos intentaban enterrar.

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