Mi esposo, Ricardo Vargas, se enamoró de la pasante de su empresa, Renata. Un día, llegó a casa y me lo dijo, ofreciéndome todo lo que construimos juntos a cambio de mi firma en el divorcio. Me dijo con una calma escalofriante: "Sofía, no puedo traicionar a Renata, y tampoco quiero seguir traicionándote a ti." Ignoré el nudo en mi garganta y respondí, sorprendiéndonos a ambos: "Está bien." Él, que esperaba gritos y escenas, se quedó helado. La traición no fue un acto ruidoso, sino un silencio, una transferencia de lealtad. Descubrí que la "pasante ingenua" era la dueña del collar que Ricardo me había dicho era para un cliente. Sus promesas de amor eterno, una vez mías, ahora eran de ella. En su mente, yo era la esposa fría y controladora de la que debía "librarse". Mi dolor se transformó en un vacío helado. Él se llevó solo la ropa puesta, dejándome con todo, creyendo que me había dado una "liquidación generosa". Me miró con extraña gratitud: "Sabía que lo entenderías, Sofía. Siempre has sido así, dócil y complaciente. Por eso me enamoré de ti." No tenía idea de que, en ese momento, una nueva Sofía nacía. Recordé su berrinche en el pasado: "¿Por qué no te enojas? ¿No te importo?" Y mi respuesta: "Confío en ti." Ahora, su arrepentimiento era superficial, sus ojos llenos de alivio, pues su "verdadero amor" lo esperaba. La dependencia mutua que alguna vez tuvimos se había desvanecido. No sospechaba que mi aparente sumisión era una ventaja. ¿Dócil, sumisa, sin garras? Eso creía él. Pero se equivocaba. Justo cuando salía de la oficina, sin una lágrima, rumbo a la clínica, el doctor me reveló una verdad que cambiaría todo: "Felicidades, señora Romero. Tiene ocho semanas de embarazo."
Mi esposo, Ricardo Vargas, se enamoró de la pasante de su empresa, Renata. Un día, llegó a casa y me lo dijo, ofreciéndome todo lo que construimos juntos a cambio de mi firma en el divorcio.
Me dijo con una calma escalofriante: "Sofía, no puedo traicionar a Renata, y tampoco quiero seguir traicionándote a ti." Ignoré el nudo en mi garganta y respondí, sorprendiéndonos a ambos: "Está bien." Él, que esperaba gritos y escenas, se quedó helado.
La traición no fue un acto ruidoso, sino un silencio, una transferencia de lealtad. Descubrí que la "pasante ingenua" era la dueña del collar que Ricardo me había dicho era para un cliente. Sus promesas de amor eterno, una vez mías, ahora eran de ella. En su mente, yo era la esposa fría y controladora de la que debía "librarse".
Mi dolor se transformó en un vacío helado. Él se llevó solo la ropa puesta, dejándome con todo, creyendo que me había dado una "liquidación generosa". Me miró con extraña gratitud: "Sabía que lo entenderías, Sofía. Siempre has sido así, dócil y complaciente. Por eso me enamoré de ti." No tenía idea de que, en ese momento, una nueva Sofía nacía.
Recordé su berrinche en el pasado: "¿Por qué no te enojas? ¿No te importo?" Y mi respuesta: "Confío en ti." Ahora, su arrepentimiento era superficial, sus ojos llenos de alivio, pues su "verdadero amor" lo esperaba. La dependencia mutua que alguna vez tuvimos se había desvanecido. No sospechaba que mi aparente sumisión era una ventaja.
¿Dócil, sumisa, sin garras? Eso creía él. Pero se equivocaba. Justo cuando salía de la oficina, sin una lágrima, rumbo a la clínica, el doctor me reveló una verdad que cambiaría todo: "Felicidades, señora Romero. Tiene ocho semanas de embarazo."
Introducción
09/07/2025
Capítulo 1
09/07/2025
Capítulo 2
09/07/2025
Capítulo 3
09/07/2025
Capítulo 4
09/07/2025
Capítulo 5
09/07/2025
Capítulo 6
09/07/2025
Capítulo 7
09/07/2025
Capítulo 8
09/07/2025
Capítulo 9
09/07/2025
Capítulo 10
09/07/2025
Capítulo 11
09/07/2025
Capítulo 12
09/07/2025
Capítulo 13
09/07/2025
Capítulo 14
09/07/2025
Capítulo 15
09/07/2025
Capítulo 16
09/07/2025
Capítulo 17
09/07/2025
Capítulo 18
09/07/2025
Capítulo 19
09/07/2025
Capítulo 20
09/07/2025
Capítulo 21
09/07/2025
Capítulo 22
09/07/2025
Capítulo 23
09/07/2025
Capítulo 24
09/07/2025
Otros libros de Gavin
Ver más