Un Amor Verdadero Florece

Un Amor Verdadero Florece

Gavin

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Capítulo

Mi matrimonio de tres años con Mateo Rojas era una farsa perfecta. Cada noche, al pretender dormir en una cama donde las sábanas se sentían tan frías como su indiferencia, anhelaba una conexión, un simple toque que nunca llegaba. Hasta que una noche, la farsa se desmoronó, y la verdad estalló en un grito desesperado: "¡Quiero el divorcio!" Esperaba una pelea, una explicación, cualquier cosa menos el silencio gélido de su aceptación. Su hermana Isabella, la única aliada en ese gélido clan, me confirmó lo que mi corazón ya intuía: era una "esposa trofeo", la fachada impecable que él necesitaba. Pero la fachada tenía un propósito mucho más oscuro, una verdad que ni en mis peores pesadillas hubiera imaginado. Dispuestas a huir y empezar de nuevo en España, regresé a la mansión para empacar y escuché un gemido ahogado. Un gemido que provenía de la habitación de invitados. Con el corazón latiéndome a mil, me asomé por la rendija de la puerta entreabierta. Y entonces, mi mundo se hizo pedazos. Allí estaba Diego, el hermano adoptivo de Mateo, y mi esposo. Mateo, de rodillas, con un vibrador rosa en la mano, un gemido ahogado de su propio hermano. No era una mujer. Era Diego. Mi matrimonio, mi vida, mi amor. Todo había sido una cruel puesta en escena para ocultar una verdad retorcida, un amor prohibido. La bofetada que le di a Diego por cortarme el pelo, el dolor, la humillación, y los golpes que le siguieron, fueron solo una prueba más de que mi vida era un infierno. Mateo me encontró inconsciente, pero en lugar de protegerme, me culpó y defendió a su amante. "No te lo tomes a pecho. Es un niño malcriado", dijo, justificando la violencia. ¿Un niño malcriado? ¿Después de que me golpeó con una botella y casi me mata? La burla de Diego en el desayuno, su complicidad con Mateo, hizo que un dolor inmenso me invadiera. Por la noche, la vi de nuevo. La pasión en los ojos de Mateo mientras besaba a Diego, una ternura que nunca me había mostrado a mí. Ese era el verdadero Mateo, no el hombre frío que me negaba un beso. Todo este tiempo había sido ciega. Ciega de amor, ¿o de miedo? Pero la venda finalmente cayó. Ahora entiendo por qué no te quería a ti. Porque él me quiere a mí. Y por eso, Mateo, te voy a destruir.

Introducción

Mi matrimonio de tres años con Mateo Rojas era una farsa perfecta.

Cada noche, al pretender dormir en una cama donde las sábanas se sentían tan frías como su indiferencia, anhelaba una conexión, un simple toque que nunca llegaba.

Hasta que una noche, la farsa se desmoronó, y la verdad estalló en un grito desesperado: "¡Quiero el divorcio!"

Esperaba una pelea, una explicación, cualquier cosa menos el silencio gélido de su aceptación.

Su hermana Isabella, la única aliada en ese gélido clan, me confirmó lo que mi corazón ya intuía: era una "esposa trofeo", la fachada impecable que él necesitaba.

Pero la fachada tenía un propósito mucho más oscuro, una verdad que ni en mis peores pesadillas hubiera imaginado.

Dispuestas a huir y empezar de nuevo en España, regresé a la mansión para empacar y escuché un gemido ahogado.

Un gemido que provenía de la habitación de invitados.

Con el corazón latiéndome a mil, me asomé por la rendija de la puerta entreabierta.

Y entonces, mi mundo se hizo pedazos.

Allí estaba Diego, el hermano adoptivo de Mateo, y mi esposo.

Mateo, de rodillas, con un vibrador rosa en la mano, un gemido ahogado de su propio hermano.

No era una mujer.

Era Diego.

Mi matrimonio, mi vida, mi amor. Todo había sido una cruel puesta en escena para ocultar una verdad retorcida, un amor prohibido.

La bofetada que le di a Diego por cortarme el pelo, el dolor, la humillación, y los golpes que le siguieron, fueron solo una prueba más de que mi vida era un infierno.

Mateo me encontró inconsciente, pero en lugar de protegerme, me culpó y defendió a su amante.

"No te lo tomes a pecho. Es un niño malcriado", dijo, justificando la violencia.

¿Un niño malcriado? ¿Después de que me golpeó con una botella y casi me mata?

La burla de Diego en el desayuno, su complicidad con Mateo, hizo que un dolor inmenso me invadiera.

Por la noche, la vi de nuevo.

La pasión en los ojos de Mateo mientras besaba a Diego, una ternura que nunca me había mostrado a mí.

Ese era el verdadero Mateo, no el hombre frío que me negaba un beso.

Todo este tiempo había sido ciega.

Ciega de amor, ¿o de miedo?

Pero la venda finalmente cayó.

Ahora entiendo por qué no te quería a ti.

Porque él me quiere a mí.

Y por eso, Mateo, te voy a destruir.

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El video explotó en internet. Marc Solís, mi exnovio e influencer, publicó un video editado cruelmente, diseñando mi humillación pública. Fui retratada como una "trepadora" desesperada, rogando por fama. Los comentarios se desataron: "¡Qué arrastrada!", "Pobre Marc, se quitó un peso de encima". Miles de sus "leones" inundaron mis redes con insultos, memes y amenazas. Mi imagen, símbolo de mujer patética, estaba por todas partes. Mi teléfono no paraba de sonar, mis amigos, colegas, todos preocupados, pidiéndome que lo demandara, que lo desenmascarara, pero no contesté. Miraba la pantalla, una calma inquietante me invadía. Esto no era sorpresa, era una prueba. Después, Marc me llamó por videollamada, arrogante: "¿Disfrutando tus cinco minutos de fama? Tráeme un café de tu cafetería favorita, tienes una hora, transmítelo en vivo, para que mis leones vean tu 'arrepentimiento' ". Asentí, salí, y la transmisión comenzó, la gente se mofaba. Luego, Marc volvió a llamar: "Cambio de planes, quiero que camines descalza desde aquí a la fuente de la Cibeles, para que todos vean tu arrepentimiento". Sin dudar, me quité los zapatos. El dolor era intenso, pero lo soportaba no por Marc, sino por mi propia purificación. Llegué sangrando, exhausta, justo cuando Marc apareció con Ximena, su nueva conquista. Ximena me humilló; Marc la besó, declarándole su "reina". Me quedé sola, descalza, humillada. Pero en mis ojos brilló un triunfo. La prueba se intensificaba, y yo estaba lista. De repente, Ximena fingió un desmayo, y Marc, con una crueldad medieval, me ordenó: "Vas a caminar de rodillas hasta la Basílica de Guadalupe, rezando por la salud de Ximena, para expiar el daño que le has hecho". Mis amigos horrorizados me rogaron que no lo hiciera. "Lo haré" , le respondí con firmeza, "pero no lo haré por ti, ni por ella, lo haré porque es parte de mi propio camino, y cuando llegue, no rezaré por su salud, rezaré por mi propia liberación" . Marc, ignorando mi verdadero propósito, solo vio sumisión. Me arrodillé, el dolor insoportable, pero cada herida era una ofrenda a mi misión secreta. Horas después, al llegar a la Basílica, me desplomé inconsciente. En el hospital, Ximena me atacó, Marc me abofeteó, gritando: "¡Eres violenta y peligrosa! ¡Esto es justicia!". Mi mejilla ardía, pero una extraña alegría me invadió. Sonreí. "Gracias", susurré. Marc, aturdido, se fue. Meses después, Ximena enfermó, necesitando un riñón compatible. Marc apareció: "Quiero que le des tu riñón. Si lo haces, te casarás conmigo". Recordé que fui yo quien lo salvó en un accidente, no Ximena. "No", le dije. Él, creyendo que eran celos, me amenazó: "¡Entonces te haré la vida un infierno!". El acoso se intensificó, pero yo continuaba, esperando el siguiente paso. Entonces, mi destino se reveló en un sueño: la donación del riñón era la culminación de mi ascenso espiritual. Le di mi riñón a Ximena. Durante la cirugía, mi cuerpo se disolvió en luz, mi alma ascendió, y mi conciencia se convirtió en una entidad divina. Marc, sin saberlo, había sido un instrumento en mi liberación. ¿Cómo cambió la vida del arrogante influencer Marc Solís cuando finalmente descubrió la verdad de lo que había hecho? ¿Y qué significado tendría su "amor" cuando ya era demasiado tarde?

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