Mi Pasado, Su Precio

Mi Pasado, Su Precio

Gavin

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Mi novio, Ricardo, era el hombre perfecto, o eso le decía a todo el mundo. Guapo, atento, y con amnesia, lo encontré herido cerca del hospital donde trabajaba. Lo llevé a casa, lo cuidé, le di de comer. Él me daba su compañía y cariño. Creí que era una relación perfecta. Pero un día, la realidad me golpeó. Una caravana de camionetas blindadas apareció, y en un instante, mi "amnésico" se transformó en Ricardo "El Patrón" Morales. Su secretario, Jorge, me tendió un cheque: "El Patrón le agradece sus cuidados. Son cinco millones de pesos." Mi corazón se hizo pedazos. Le susurré: "No quiero tu dinero, yo te amo." Rompí el cheque en mil pedazos. Él solo me lanzó una mirada de desprecio, se rio y subió a la camioneta. Desesperada y humillada, intenté exponerlo, pero fui tildada de "Enfermera Interesada" . Me despidieron, perdí todo. Luego, sus hombres irrumpieron en mi casa y me llevaron a Jalisco. Allí, Ricardo me obligó a casarme con él, una farsa cruel. Me encerró en una jaula de oro, me ignoró, y se acostó con otras mujeres frente a mí, especialmente Isabella, que se deleitaba en mi sufrimiento. Ella me reveló cómo Ricardo había destruido a mi familia. El dolor era insoportable. Subí a la azotea y salté, mi último pensamiento: debí haber tomado los cinco millones. Entonces, desperté. En mi cama, en mi apartamento, un año antes de que todo comenzara. Esta vez, no cometería el mismo error. Esta vez, el objetivo era claro. El dinero.

Introducción

Mi novio, Ricardo, era el hombre perfecto, o eso le decía a todo el mundo.

Guapo, atento, y con amnesia, lo encontré herido cerca del hospital donde trabajaba.

Lo llevé a casa, lo cuidé, le di de comer.

Él me daba su compañía y cariño.

Creí que era una relación perfecta.

Pero un día, la realidad me golpeó.

Una caravana de camionetas blindadas apareció, y en un instante, mi "amnésico" se transformó en Ricardo "El Patrón" Morales.

Su secretario, Jorge, me tendió un cheque: "El Patrón le agradece sus cuidados. Son cinco millones de pesos."

Mi corazón se hizo pedazos.

Le susurré: "No quiero tu dinero, yo te amo."

Rompí el cheque en mil pedazos.

Él solo me lanzó una mirada de desprecio, se rio y subió a la camioneta.

Desesperada y humillada, intenté exponerlo, pero fui tildada de "Enfermera Interesada" .

Me despidieron, perdí todo.

Luego, sus hombres irrumpieron en mi casa y me llevaron a Jalisco.

Allí, Ricardo me obligó a casarme con él, una farsa cruel.

Me encerró en una jaula de oro, me ignoró, y se acostó con otras mujeres frente a mí, especialmente Isabella, que se deleitaba en mi sufrimiento.

Ella me reveló cómo Ricardo había destruido a mi familia.

El dolor era insoportable.

Subí a la azotea y salté, mi último pensamiento: debí haber tomado los cinco millones.

Entonces, desperté.

En mi cama, en mi apartamento, un año antes de que todo comenzara.

Esta vez, no cometería el mismo error.

Esta vez, el objetivo era claro.

El dinero.

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Romance

5.0

Siempre creí que mi vida con Ricardo De la Vega era un idilio. Él, mi tutor tras la muerte de mis padres, era mi protector, mi confidente, mi primer y secreto amor. Yo, una muchacha ingenua, estaba ciega de agradecimiento y devoción hacia el hombre que me había acogido en su hacienda tequilera en Jalisco. Esa dulzura se convirtió en veneno el día que me pidió lo impensable: donar un riñón para Isabela Montenegro, el amor de su vida que reaparecía en nuestras vidas gravemente enferma. Mi negativa, impulsada por el miedo y la traición ante su frialdad hacia mí, desató mi propio infierno: él me culpó de la muerte de Isabela, filtró mis diarios y cartas íntimas a la prensa, convirtiéndome en el hazmerreír de la alta sociedad. Luego, me despojó de mi herencia, me acusó falsamente de robo. Pero lo peor fue el día de mi cumpleaños, cuando me drogó, permitió que unos matones me golpearan brutalmente y abusaran de mí ante sus propios ojos, antes de herirme gravemente con un machete. "Esto es por Isabela", susurró, mientras me dejaba morir. El dolor físico no era nada comparado con la humillación y el horror de su indiferencia. ¿Cómo pudo un hombre al que amé tanto, que juró cuidarme, convertirme en su monstruo particular, en la víctima de su más cruel venganza? La pregunta me quemaba el alma. Pero el destino me dio una segunda oportunidad. Desperté, confundida, de nuevo en el hospital. ¡Había regresado! Estaba en el día exacto en que Ricardo me suplicó el riñón. Ya no era la ingenua Sofía; el trauma vivido había forjado en mí una frialdad calculada. "Acepto", le dije, mi voz inquebrantable, mientras planeaba mi escape y mi nueva vida lejos de ese infierno.

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