El Corazón Traicionado

El Corazón Traicionado

Gavin

5.0
calificaciones
11
Vistas
11
Capítulo

El aire del santuario vibraba con el poder del Corazón de la Tierra, un zumbido que sentía hasta en mis huesos. Era la ceremonia anual de bendición, y como curandera y elegida, canalizaba su energía para sanar a mi gente, hasta que un grito rompió la solemnidad. "¡Traición!" Era Estrella, mi propia hermana, señalándome con un dedo tembloroso, su voz llena de un dolor que parecía real. "¡Luna! ¡Has profanado este lugar sagrado!" Me acusó de entregarme a las artes oscuras, de traer un chamán de la sombra para robar el poder del Corazón. Un murmullo de horror recorrió la sala y el Gran Consejo de Ancianos se levantó. Miré a mi hermano Sol, buscando apoyo, pero sus ojos reflejaban horror y duda. El Anciano Sol sentenció: "Has traicionado nuestra confianza, has traicionado a la Tierra misma." No hubo juicio, solo la acusación de mi hermana y la condena del Anciano. Fui declarada culpable y desterrada por quinientos años a las Tierras Áridas, ese infierno del que nadie regresa. "¡No! ¡Soy inocente!" grité, pero los guardias ya me sujetaban. Me arrebataron mis dones curativos, mutilaron mis manos, y quemaron mis tatuajes sagrados, despojándome de todo. Quinientos años fui una vasija para espíritus de arena, pariendo criaturas deformes. Cuando el Anciano Sol vino a rescatarme, no era más que una bestia salvaje y rota. De vuelta en el templo, me arrastré para comer como un perro, mientras mi hermano Sol y el Anciano Sol me veían con asco. "¿Qué te pasa? Deja de actuar así", me dijo Sol. Me tildaron de actriz, incapaces de comprender mi trauma. Fue entonces cuando la verdad me golpeó: en los ojos de Estrella no había dolor, sino triunfo. Ella lo había orquestado todo, por envidia, y ahora sus cómplices me sometían a nuevas crueldades. Me golpeé la cabeza contra la pared, deseando el fin. No morí, pero la vieja Luna sí. Años después, cuando la verdad sobre Estrella salió a la luz, Sol y el Anciano Sol me buscaron. Pero ya era una chamana errante, libre, y los rechacé. "Algunas heridas, simplemente, no se pueden perdonar."

Introducción

El aire del santuario vibraba con el poder del Corazón de la Tierra, un zumbido que sentía hasta en mis huesos.

Era la ceremonia anual de bendición, y como curandera y elegida, canalizaba su energía para sanar a mi gente, hasta que un grito rompió la solemnidad.

"¡Traición!"

Era Estrella, mi propia hermana, señalándome con un dedo tembloroso, su voz llena de un dolor que parecía real.

"¡Luna! ¡Has profanado este lugar sagrado!"

Me acusó de entregarme a las artes oscuras, de traer un chamán de la sombra para robar el poder del Corazón.

Un murmullo de horror recorrió la sala y el Gran Consejo de Ancianos se levantó.

Miré a mi hermano Sol, buscando apoyo, pero sus ojos reflejaban horror y duda.

El Anciano Sol sentenció: "Has traicionado nuestra confianza, has traicionado a la Tierra misma."

No hubo juicio, solo la acusación de mi hermana y la condena del Anciano.

Fui declarada culpable y desterrada por quinientos años a las Tierras Áridas, ese infierno del que nadie regresa.

"¡No! ¡Soy inocente!" grité, pero los guardias ya me sujetaban.

Me arrebataron mis dones curativos, mutilaron mis manos, y quemaron mis tatuajes sagrados, despojándome de todo.

Quinientos años fui una vasija para espíritus de arena, pariendo criaturas deformes.

Cuando el Anciano Sol vino a rescatarme, no era más que una bestia salvaje y rota.

De vuelta en el templo, me arrastré para comer como un perro, mientras mi hermano Sol y el Anciano Sol me veían con asco.

"¿Qué te pasa? Deja de actuar así", me dijo Sol.

Me tildaron de actriz, incapaces de comprender mi trauma.

Fue entonces cuando la verdad me golpeó: en los ojos de Estrella no había dolor, sino triunfo.

Ella lo había orquestado todo, por envidia, y ahora sus cómplices me sometían a nuevas crueldades.

Me golpeé la cabeza contra la pared, deseando el fin.

No morí, pero la vieja Luna sí.

Años después, cuando la verdad sobre Estrella salió a la luz, Sol y el Anciano Sol me buscaron.

Pero ya era una chamana errante, libre, y los rechacé.

"Algunas heridas, simplemente, no se pueden perdonar."

Seguir leyendo

Otros libros de Gavin

Ver más
La Farsa de un Amor Perfecto

La Farsa de un Amor Perfecto

Romance

5.0

Isabella "Isa" Montes, una talentosa cocinera de origen humilde en Medellín, creyó haber encontrado el amor perfecto junto a Mateo Velarde, el apuesto heredero de una de las familias más influyentes de Bogotá. Tras un noviazgo intenso que superó barreras sociales, se casaron y se sumergieron en una vida de ensueño y comodidades, donde cada detalle parecía confirmar un amor idílico. Pero la burbuja se reventó brutalmente: Isa descubrió que Mateo mantenía una doble vida con su exnovia, Carolina Sáenz, con quien tenía dos hijos gemelos. Peor aún, él financiaba secretamente a esta otra familia, transformando su supuesta historia de amor en una farsa calculada. La devastadora revelación no solo le causó un aborto espontáneo sino que desató una campaña de humillación sin fin por parte de Carolina, quien la acosaba con videos íntimos de Mateo, mostrando impúdicamente su doblez. Cada regalo, cada promesa de amor, cada lugar especial compartido con Mateo, era profanado, replicado cínicamente con su "otra" familia. Las frías miradas de la alta sociedad y el silencio cómplice de la familia Velarde solo acrecentaban el tormento, mientras Mateo seguía actuando como si nada ocurriera. ¿Cómo podía alguien, a quien amó tan profundamente, ser capaz de una traición tan vil y sistemática? La mezcla de dolor, asco y una desesperación helada se instaló en su pecho, ahogando su respiración. Un vacío insuperable la consumía, dejando solo la cruda certeza de una mentira insostenible. En el abismo de esta traición, y con la inminente llegada de un hijo que la ataría aún más a la mentira, Isa vislumbró su única salida: fingir su muerte. Un trágico accidente aéreo en el Caribe sería su billete de escape, la única forma de recuperar su vida y romper para siempre con la asfixiante obsesión de Mateo. "El plan sigue en pie, necesito salir de aquí", sentenció con voz firme.

Mi Venganza, Su Prisión

Mi Venganza, Su Prisión

Cuentos

5.0

El rugido del avión de rescate sonaba como la salvación, pero para mí, Sofía, solo aumentaba la ansiedad en aquel sofocante aeropuerto improvisado. De repente, mi esposo, Miguel, me tomó del brazo con una fuerza inusual, su rostro contraído por la frustración mientras gritaba: "¡Sofía, no podemos irnos! ¡No puedo dejar a Carlos aquí!". Alegaba que Carlos era su primo, su responsabilidad, alguien que debía regresar a salvo. Escuché sus palabras, las mismas palabras que retumbaron en otra vida, y un escalofrío me recorrió: no era un sueño, había renacido. El recuerdo de mi vida anterior me golpeó como un maremoto: la epidemia, el avión gubernamental, y Carlos, supuestamente su primo, pero en realidad su amante, la misma que nos retrasó maquillándose para su "triunfal" regreso. En esa vida pasada, yo rogué, los otros voluntarios me acusaron de egoísta, y Miguel, con su falsa rectitud, me obligó a esperar con mentiras, llamándome egoísta. Esperamos. Carlos llegó, perfecto, y el avión partió, directo a mi perdición. Al aterrizar, Miguel me señaló y, con una falsa preocupación, dijo: "Ella tiene fiebre. Estuvo en contacto cercano con un paciente infectado ayer." ¡Era una mentira cruel y calculada! Fui aislada, interrogada, torturada psicológicamente por un sistema que creyó a mi "heroico" esposo. Morí sola, no por la enfermedad, sino por una infección hospitalaria, con mi cuerpo debilitado y mi espíritu roto. Mis padres, rotos de pena, fallecieron poco después, y Miguel, el "viudo afligido", heredó todo. Se casó con Carlos, y vivieron felices sobre mis cenizas y las de mis padres. Pero ahora estoy aquí, de nuevo en este infierno, con el mismo avión rugiendo y el mismo manipulador repitiendo sus mentiras. La rabia pura me invadió, mis puños se cerraron, y al mirar a Miguel, ya no vi al hombre que amaba, sino a mi asesino. "No," dije, mi voz tranquila pero firme, interrumpiéndolo. Miguel parpadeó, sorprendido. "¿No qué?" "No vamos a esperar, Miguel." Me sacudí su mano. Me giré hacia los atónitos voluntarios y proclamé, con mi voz resonando: "Carlos no es tu primo. Es tu amante. Y no voy a arriesgar la vida de dieciocho personas por la vanidad de una mujer que necesita una hora para ponerse rímel en medio de una evacuación de emergencia." El silencio fue absoluto, roto solo por el avión. Miguel palideció, su máscara se hizo añicos. Esta vida, pensé, no será una repetición. Será una venganza.

Quizás también le guste

Capítulo
Leer ahora
Descargar libro