Traicionada: El Adiós Silencioso

Traicionada: El Adiós Silencioso

Gavin

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Capítulo

Ximena Rojas y Sofía del Valle, la "amiga de la infancia" de mi esposo Ricardo, fuimos secuestradas, y ambas regresamos ¡embarazadas! Ricardo, sin dudar, anunció que el hijo de Sofía era suyo para proteger su reputación. Pero el mío, mi propio hijo, lo tildó de "bastardo", el "resultado" de una humillación que nunca me ocurrió. Grité, le recordé que los secuestradores no me tocaron, que este bebé era nuestro, concebido antes del terrible suceso. Él solo me miró con culpa, pidiéndome que "fuera fuerte" por Sofía, porque ella era "delicada" y no soportaría los chismes. ¿Y yo? ¿Acaso yo sí podía soportar ser la traicionada, la humillada, la que perdió a su hijo por su mentira? Con el corazón destrozado y una amarga lucidez, firmé el divorcio por los dos. Luego, compré la dosis más fuerte de abortivos que pude encontrar. En el taxi, sin pensarlo dos veces, me lo bebí, sintiendo cómo se desvanecía en mi vientre el último lazo que me unía a él. Al llegar a casa, lo vi arrodillado frente a Sofía, besando su vientre abultado, ¡ese mismo vientre que ahora contenía a su supuesto hijo! "¿Por qué compraste medicamentos? ¿Estás enferma?", me preguntó, con una ceguera que me hizo reír amargamente. Sofía, la "delicada", se apresuró a interponerse, afirmando que yo había comprado "medicinas para el embarazo", para "proteger a su bebé". Me acusó de intentar matarla, de arruinar su vida. Ricardo, ajeno a mi dolor, a mi verdad, me miró con decepción, antes de cargar a Sofía y desaparecer. Me di cuenta de que para él ya no existía. En ese instante, en medio del desplome total de mi mundo, me prometí a mí misma que esta vez, me elegiría a mí.

Introducción

Ximena Rojas y Sofía del Valle, la "amiga de la infancia" de mi esposo Ricardo, fuimos secuestradas, y ambas regresamos ¡embarazadas!

Ricardo, sin dudar, anunció que el hijo de Sofía era suyo para proteger su reputación.

Pero el mío, mi propio hijo, lo tildó de "bastardo", el "resultado" de una humillación que nunca me ocurrió.

Grité, le recordé que los secuestradores no me tocaron, que este bebé era nuestro, concebido antes del terrible suceso.

Él solo me miró con culpa, pidiéndome que "fuera fuerte" por Sofía, porque ella era "delicada" y no soportaría los chismes.

¿Y yo? ¿Acaso yo sí podía soportar ser la traicionada, la humillada, la que perdió a su hijo por su mentira?

Con el corazón destrozado y una amarga lucidez, firmé el divorcio por los dos.

Luego, compré la dosis más fuerte de abortivos que pude encontrar.

En el taxi, sin pensarlo dos veces, me lo bebí, sintiendo cómo se desvanecía en mi vientre el último lazo que me unía a él.

Al llegar a casa, lo vi arrodillado frente a Sofía, besando su vientre abultado, ¡ese mismo vientre que ahora contenía a su supuesto hijo!

"¿Por qué compraste medicamentos? ¿Estás enferma?", me preguntó, con una ceguera que me hizo reír amargamente.

Sofía, la "delicada", se apresuró a interponerse, afirmando que yo había comprado "medicinas para el embarazo", para "proteger a su bebé".

Me acusó de intentar matarla, de arruinar su vida.

Ricardo, ajeno a mi dolor, a mi verdad, me miró con decepción, antes de cargar a Sofía y desaparecer.

Me di cuenta de que para él ya no existía.

En ese instante, en medio del desplome total de mi mundo, me prometí a mí misma que esta vez, me elegiría a mí.

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Romance

5.0

Sofía, una mujer de belleza deslumbrante y fortuna, parecía tener la vida perfecta junto a su exitoso esposo, Ricardo, un ranchero de renombre en todo México. Pero no todo era tan idílico como se veía: Elena, una mujer obsesionada con Ricardo, acechaba en las sombras, su persistencia aterradora y sus intentos por separarlos eran la comidilla de todo el estado: desde secuestros en plena boda hasta intentos de usar drogas. Sofía, confiada en el amor de Ricardo y sabiendo su odio visceral a la infidelidad tras la muerte de su madre por las traiciones de su padre, nunca se preocupó por esos chismes. Todo se fue al diablo en su tercer aniversario de bodas, cuando entró a la oficina de Ricardo para darle una sorpresa y lo que encontró la dejó helada: Elena, desnuda, sentada en la silla de su esposo, con SU pluma en la mano, y gimiendo descaradamente. "Ricardo, más suave...", articuló ella. La sangre se le puso fría cuando su esposo, al ver la escena, no echó a Elena como otras veces, sino que le pidió a Sofía que la hiciera vestirse para "cuidar su reputación" . ¿Reputación de quién? El corazón de Sofía se hizo pedazos al ver cómo Ricardo guardaba con esmero la pluma que Elena acababa de usar de forma tan vulgar. Se dio cuenta, con un dolor punzante, de que algo esencial había cambiado. Esa misma noche, firmó los papeles de divorcio que Ricardo mismo le había dado años atrás, y con una frialdad que la sorprendió incluso a ella misma, contactó al peor enemigo de su esposo.

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